Regresó Fabio Luisi al podio del Auditorio Nacional para dirigir a la Orquesta y Coro Nacionales de España rodeado de dificultades e inconveniencias. En 2020, durante el transcurso de la actual pandemia global, se programó para las presentes fechas la interpretación de la monumental El Libro de los siete sellos de Franz Schmidt, que tuvo que ser cancelada por las circunstancias que atravesamos. Fue sustituida por el presente programa que felizmente alcanzó grandes momentos de interpretación y emoción.
Bajo una inteligente programación siguiendo una estrecha conexión temática que enlaza con la asoladora pandemia global, el sufrimiento por la muerte y por la destrucción que las guerras ocasionan, se unieron dos compositores aparentemente antagónicos, Richard Strauss y Franz Joseph Haydn, en un programa de gran belleza y sentido respeto por el sufrimiento actual.
De Richard Strauss pudimos disfrutar de una obra tan bella como extraña de hallar en una programación: Metamorphosen, TrV 290, compuesta hacia el final de la Segunda Guerra Mundial ante los horrores que esta contienda armada ocasionó en la sublime sensibilidad de Strauss. Más concretamente fue la destrucción total de su querido Teatro Nacional de Múnich en un bombardeo la que inspiró estas páginas de sublime belleza. Se sabe que el compositor alemán exclamó:” ¡El mundo es muy cruel! ¡Me han aniquilado!”, al conocer la noticia.
Metamorphosen (Metamorfosis) es una pieza inclasificable. Compuesta para 23 instrumentistas de cuerda, pudiera asemejarse a una obra de cámara cuasi sinfónica, puesto que la escritura está realizada en 23 pentagramas independientes para 10 violines, 5 violas, 5 violonchelos y 3 contrabajos que crean una textura riquísima y que demuestran las desbordantes imaginación y habilidades musicales de Richard Strauss.
Basada en un famoso motivo de la Marcha Fúnebre de la Sinfonía nº 3 de Ludwig van Beethoven ‘Eroica’, deformado y conviertido en un auténtico leit motiv, la pieza está abierta a todo tipo de interpretaciones sobre la vida, la muerte, los horrores de la guerra, la esperanza, el sufrimiento… que la asemejan a un poema sinfónico de cámara en miniatura repleto de expresividad y emoción. Como curiosidad, Richard Strauss escribe en la partitura “In memoriam!” al otorgar el motivo original, sin mutación, a tres de los violonchelos y a los contrabajos cuando la obra está a punto de concluir.
Fabio Luisi demostró las habilidades que le han convertido en uno de los maestros más prestigiosos de la actualidad, ostentando la titularidad de director musical de la Ópera de Zúrich, de la Orquesta Sinfónica de Dallas, de la Orquesta Sinfónica Nacional de la Radio Danesa, siendo además el Director Principal de la Metropolitan Opera de Nueva York. El director italiano, con un dominio absoluto en el control del tempo, fraseo y contrastes dinámicos en la orquesta, permitió que los 23 solistas de cuerda de la ONE fluyeran como un complejísimo grupo de cámara absolutamente estructurado, sólido y de una transparencia categórica, gracias al empleo de idénticos fraseos. Los planos dinámicos fueron sobresalientes, con unos formidables clímax efímeros tan difíciles de conseguir en la tonalidad extendida en el modo de Richard Wagner, pero que no impidieron la consecución de melosos y ensoñadores pianísimos cargados de emoción y expresión.
Debemos destacar el impecable desempeño del concertino, Miguel Colom, de extraordinaria sensibilidad y con un sonido preciosista y expresivo en su difícil labor como verdadero solista en la mayoría de la obra. Sus numerosos diálogos con el solista de violonchelos, Miguel Jiménez, estuvieron llenos de complicidad y verdadero sentido de lo que debe ser la música de cámara, con unos idénticos fraseos y dinámicas llenos de belleza sonora. Al desempeñar el primer violín esta labor de solista durante gran parte de la pieza, Strauss realiza en muchas ocasiones una especie de tutti violinístico con el resto de instrumentos agudos, que fue liderado con impecable claridad y decisión por Laura Salcedo, actual solista de violines segundos convertida en concertino ocasional.
La sección de violonchelos fue una verdadera delicia. Desde el comienzo los cinco chelistas comienzan una densa y ensoñadora melodía de fantásticos juegos tímbricos y armónicos, en donde Javier Martínez, segundo violonchelo, mostró un formidable trabajo. Asimismo, el solista de contrabajo, Rodrigo Moro, fue una pieza fundamental en esta filigrana de la sección grave con unas delicadas líneas en total consonancia con sus hermanos de la clave de fa, demostrando que un contrabajo posee una expresividad extraordinaria en las correctas manos.
Tras esta fantástica composición y al carecer el concierto de pausa pudimos comprobar el arduo trabajo que los auxiliares de sala desempeñan entre las dos partes de un recital habitual. Su eficiencia y rapidez transformaron en 3 minutos el escenario por completo.
La Misa n. 10 en Do mayor de Franz Joseph Haydn, ‘In tempore belli’, también conocida como Paukenmesse, debido al dramático empleo de los timbales, es una de las misas más interpretadas del maestro austríaco compuesta en 1796, mientras Austria se involucraba de pleno en la guerra napoleónica a la que pronto sucedería la Revolución Francesa. Europa mantuvo muchos años un caos social y de contiendas militares que llevaron a Haydn a elaborar una composición llena de esperanza y fe, pero también poseedora de evidentes referencias a la tremenda situación ocasionada por las guerras.
La versión que disfrutamos en el concierto número 20 del Ciclo Sinfónico de la OCNE proviene de la tradición romántica que los grandes maestros de dirección orquestal impusieron como modus operandi antes de la llegada de la revolución musical historicista. Sin entrar en el debate de cuál es o no la apropiada interpretación de estas obras que evolucionan de los compositores que les antecedieron, lo cierto es que nos deleitamos con una ejecución llena de dramatismo y sincera emoción, de musicalidad y pasión, cualidades que están muy por encima de la corrección estilística y que nos recuerdan el inmenso poder expresivo que la música posee más allá de sesudos debates musicológicos.
Fabio Luisi atacó el Kyrie con toda una declaración de intenciones: tempo subdividido a la corchea , exigiendo un pianissimo máximo tanto a coro y a orquesta -qué bellos, evocadores y emocionantes estos planos sonoros durante todo el concierto- y que fue contrastado de inmediato por la vitalista y enérgica segunda sección con unas apabullantes sujeción y control de los tempi que despreciaron las dificultades que suponen la exigida y temida distancia social entre músicos, dando como resultado una conjunción casi total entre coro y orquesta que se mantendría hasta el final de la velada.
El Coro Nacional, reducido a cuarenta integrantes en esta ocasión, debido tanto a la realidad actual sanitaria como a la adecuación estilística del repertorio, sigue dando muestras de un envidiable estado de forma, superando todas las dificultades de disminución de plantilla, distanciamiento social y reducción de trabajo. Fue especialmente reseñable la calidad, brillantez, afinación y empaste de las sopranos, tanto en su registro medio como en el agudo, así como su desempeño sobresaliente en los pasajes más ágiles. La cuerda de tenores fue asimismo un gran referente en términos tímbricos y de afinación, revelando una ligereza superior a la de otras ocasiones. Las altos se mostraron muy compactas y poseedoras de ese tempo estricto impuesto desde el podio que posibilitó una exacta conjunción con sus colegas sopranos que se encontraban a decenas de metros de distancia, especialmente en sus pasajes homorrítmicos en terceras. La cuerda de bajos mostró un baritonil y juvenil timbre muy agradable y natural, al que quizás debieran haberse sumado más bajos segundos para competir con el empaque de sus homólogos orquestales, llenos de fuerza y profundidad.
Los solistas vocales incidieron en el carácter dramático, operístico y cuasi romántico ejercitado por Luisi, con una plena exposición de su potencia vocal, especialmente la soprano Valentina Farcas, así como una carencia de conjunción y diálogo entre ellos, siendo esto suplido por una búsqueda de efectos en la articulación, como exagerados marcatos en el Benedictus, dignos de las mejores óperas verdianas. El tenor Mauro Peter fue quizás el más estable del cuarteto vocal, con gran facilidad en el agudo y una gran corrección en todas sus líneas. La mezzosoprano Veronica Simeoni, de naturalidad tímbrica, a veces adoleció de excesiva apertura vocal, mientras que al barítono Jochen Kupler, de dudosa dicción latina, le faltó el suficiente apoyo, evidenciándose en un control del sonido artificioso.
La orquesta, reducida también en su composición, fue de generoso sonido, pecando en ocasiones de un excesivo balance sonoro que dificultaba escuchar las intervenciones corales en los momentos más complejos de gran intensidad dinámica. Debemos tener en cuenta, además, que las mascarillas que deben portar los miembros del coro actúan a modo de sordina, mientras que los instrumentos siguen disfrutando de todo su poder sonoro.
Debemos mencionar las bellísimas intervenciones solistas con las que nos regalaron tanto el solista de oboe, Robert Silla, como el de clarinete, Javier Balaguer, ambos dos con un envidiable y preciosista sonido repleto de un fraseo impecable.
La marcialidad de esta Paukenmesse fue formidablemente desempeñada por las trompetas y el timbal. Este último, Juanjo Guillem, fue un absoluto mecanismo de relojería en el original fragmento ideado por Haydn en el Agnus Dei, que dialoga con el coro.
En definitiva, una gran noche de magníficas música y emociones, propiciada por unos abruptos cambios vitales que lamentablemente sufrimos, pero que evidencian las cualidades de la música para consolarnos y para emocionarnos con su magia.
Simón Andueza
Orquesta y Coro Nacionales de España. Director: Fabio Luisi. Valentina Farcas, soprano, Veronica Simeoni, mezzosoprano, Mauro Peter, tenor, Jochen Kupfer, barítono.
Richard Strauss: Metamorphosen, TrV 290, Franz Joseph Haydn: Misa núm. 10 en Do mayor, Hob. XXII:9, ‘Missa in tempore belli’.
23 de abril de 2021, 19:30 h. Ciclo Sinfónico de la OCNE. Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Música, Madrid.