La última cita programada del ciclo de música antigua y barroca ALMAntiga 22/23 del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA) ha estado protagonizada por el clavecinista madrileño Yago Mahúgo, intérprete de música para teclado que siempre genera interés y admiración.
Considerado un excelente traductor del estilo francés del siglo XVII, se ha presentado en la sala de cámara del ADDA con un clave construido por el norteamericano Keith Hill que sigue el patrón de un clavicordio fabricado el año 1769 por el famoso lutier belga del siglo XVIII, Pascal Taskin, que se encuentra en Edimburgo, cuya sonoridad ha servido de patrón ideal para su reproducción moderna en copias de prestigiosos constructores del siglo XX. De él se ha servido para ofrecer un programa dedicado al fandango, ese antiguo y popular baile español de movimiento apasionado y sensual que con tanta belleza fue enriquecido por compositores como el monje jerónimo Antonio Soler, cuyo Fandango, R. 146 es universalmente conocido o Luigi Boccherini en su Quinteto del Fandango, sin olvidar la preciosa incursión que en esta danza popular tan castiza hizo Domenico Scarlatti.
El programa se iniciaba con la Sonata nº 115 en Re menor del maestro olotense que sirvió como introducción para el público antes de afrontar la interpretación del primer fandango mencionado. Desde ese mismo instante se pudo apreciar la libertad con la que el maestro Mahúgo se acerca al estilo del compositor catalán, queriendo aportar una recreadora originalidad propia, distanciándose así del esquematismo con el que habitualmente es ejecutado. Tal alejamiento enriqueció la exposición de la obra cumbre de Soler, al darle, desde un mecanismo ágil y fluido un aire de espontánea frescura tan sustancial en la música folclórica dedicada al acompañamiento de danza. El bajo obstinado se convertía en una especie de zapateado armónico de pulso vigoroso a la vez que estable que generaba una serena complacencia y relajación en el oyente, debido, entre otras razones, al temperamento de cuatrocientos quince hercios en el que estaba afinado el clavicordio, lejos de las tensiones de los 440/442 Hzs. propios de la afinación que se normalizó a partir de mediado el siglo XX. Si ya este hecho significaba un factor positivo para la escucha, la terminación de la obra, quedando momentáneamente en suspenso, fue ocupada por un tranquilo preludio del mismo autor y en la misma armadura que sirvió para recomponer la percepción del escuchante distendiendo su grado de atención a la que antes había sido sometido. Una sugestiva aportación de Yago Mahúgo como alternativa a la decisión que en este sentido adoptó en su momento el gran musicólogo Samuel Rubio.
El recital continuó con el gran Domenico Scarlatti, del que tocó cuatro números de su inmenso corpus sonatístico, entre las que destacó la Sonata en Re menor, K. 213 por su adaptación al carácter difuso de su progresión discursiva, hecho que favorecía el disfrute de la obra favorecido por la excelente acústica de la sala. Volvía a surgir la vena de recreador del maestro Mahúgo, continuando en esta línea interpretativa con el Fandango del mismo compositor napolitano, que desarrolló con cierta contención rítmica no exenta de dinamismo, que permitía se escucharan todas sus diferenciadas repeticiones con cautivante movilidad alimentada por la persistente vitalidad del basso ostinato que lo sustenta.
Haciendo honor al título del recital, ¡Fandangos!, el clavecinista se implicó aún más con su adaptación para clave del fandango que cierra el Quinteto con guitarra en Re, G448 de Luigi Boccherini, obra muy apreciada en su original por cómo el instrumento de cuerda pulsada entra en el ámbito de la tesitura de una hipotética segunda viola con agradable resultado tímbrico en la mixtura resultante y que en el clave de Mahúgo se muestra con especial realce y encanto. Esta particularidad la resolvió el clavecinista con gran destreza, generando una nueva visión de este pasaje de la pieza primigenia, que la lleva a estar llamada a tener un lugar propio y más que merecido en el repertorio clavecinístico.
Para terminar y como doble bis interpretó en primer lugar el Lamento que compuso Johann Jakob Froberger con motivo de la muerte de Fernando IV de Habsburgo (en esta ocasión, por deseo de Yago Mahúgo, dedicado al periodista musical Eduardo Torrico, recientemente fallecido), rey de los Romanos, perteneciente a su Suite nº 12, FbWV 612, y en segundo, Les Barricades Mystérieuses de François Couperin, rondó con el que Yago Mahúgo demostró su delicada sensibilidad en el tratamiento de la música barroca francesa.
José Antonio Cantón
¡Fandangos!
Yago Mahúgo (clave)
Obras de Luigi Boccherini, Domenico Scarlatti y Antonio Soler.
Sala de cámara del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA), 11-V-2023