El año ‘Puccini’ por el centenario de su muerte está siendo bueno para esta, su penúltima creación teatral, siempre menos repuesta que otros grandes éxitos suyos anteriores y la posterior Turandot. Lo considero una gran creación, sobre todo cuando se lo hace como aquí, con sus tres partes, porque es tarea difícil con casi inevitables altibajos. Digamos que en este caso la nueva producción de Maestrini, que pretende seguir los tres cánticos de la Comedia dantesca, no es algo muy logrado ni coherente, en particular en el último ‘episodio’ (un paraíso, el de Gianni Schicchi, justamente habitado por diablos; que Florencia desde lejos parezca el paraíso –vaya novedad- no significa que lo sea), siendo el segundo el más aceptable (aunque para hacer entender que Angelica está en la selva de suicidas aparezcan caras en los árboles haciendo gestos de dolor que casi resultan cómicos, y los movimientos de las monjas resulten acartonados). El infierno de Il Tabarro sería mejor sin el recuerdo inicial de la barca de Caronte (Michele, su encarnación, tiene poco que ver con la figura por más que sea el patrón, pero es un asesino y no un negrero).
En cambio, y teniendo en cuenta la peculiar acústica y ubicación de esta ‘sala’ mientras siguen las reformas en la maravillosa del Piermarini, fue ejemplar la dirección musical de Abbado, en algún momento puede que un tanto fuerte, seguramente debido a la posición elevada de la orquesta amén de lo ya apuntado. La orquesta estuvo muy bien y la expresividad fue la justa en cada caso. El coro, en particular el femenino de Suor Angelica, también estuvo bien (aplausos a la maestra Gea Garatti Ansini). Destacaron, entre los intérpretes, dos sobre todo: Isotton, que debutaba en Giorgetta con un trabajo estupendo, y repetía su aclamada Angelica de Tokyo, que volverá a encarnar la temporada próxima en Bilbao (hay que seguir con atención esta carrera que ha despegado por fin no hace mucho y con un tipo de voz de verdadera ‘spinto’ italiana, que hoy es bastante rara), y el Luigi de Aronica, al que se debería ver y oír con más frecuencia no sólo en Italia. Ambos muy convincentes en sus partes.
Vassallo fue un persuasivo Michele en lo vocal, pero convencional en la actuación y el fraseo. De los demás destacó Cristina Melis en Frugola aunque el agudo está destimbrado. En la ‘ópera femenina’ impresionó gratamente la Tía Princesa de Mogini, que sustituyó a la intérprete prevista. Las demás fueron, según los casos, correctas o discretas, pero ninguna muy relevante. La ópera cómica, para muchos la joya de la corona, fue curiosamente la menos bien servida. La Zita de Custer, tan notable en el film de Michieletto, aquí no se oía mucho y la voz resultaba demasiado liviana. De Candia sigue siendo un muy buen elemento para el protagonista aunque algún agudo resultó forzado. Muy interesante el Rinuccio de Castoro, y mucho menos la desvaída Lauretta de Augustan. De los demás destacó Mattia Denti como Simone. Buenos medios también los de Luciano Leoni (Talpa y Betto di Signa) y Xin Zhang (Tinca y Gherardo), este último de la escuela del Teatro. Mucho público y mucho éxito.
Jorge Binaghi
Franco Vassallo, Chiara Isotton, Roberto Aronica, Chiara Mogini, Roberto De Candia, Francesco Castoro, Manuela Custer, Darija Augustan, Mattia Denti, Luciano Leoni, etc.
Orquesta y Coro del Teatro/Roberto Abbado.
Escena: Pier Francesco Maestrini.
Il Trittico, de Puccini.
Teatro Comunale Nouveau, Bolonia.
Foto: Gianni Schichi en Bolonia / © Andrea Ranzi