Ha vuelto a suceder. El esperado momento del concierto de inauguración del Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid (FIAS) de este 2025, aconteció. Y lo hizo con el difícil reto de igualar o de superar las expectativas creadas en anteriores ediciones, que son, créanme, muchas, tanto por la calidad de sus conciertos y de la música allí interpretada, como de la originalidad de las propuestas escuchadas.
Todo esto se encuentra perfectamente resumido en el concierto inaugural de su trigésimo quinta edición, diseñada con mimo, como ya es marca de la casa, por el ingenioso Pepe Mompeán, de quien sobran los halagos hacia su persona y trabajo realizado, y quien ha convertido estas numerosísimas citas en imprescindibles, tanto para los amantes de las músicas históricas, como para los melómanos que buscan nuevas y arriesgadas formas de expresión vanguardistas de la espiritualidad.
Y es que el FIAS tendrá lugar entre el 6 de marzo y el 10 de abril, presentando a lo largo de casi cinco semanas una programación de 41 conciertos, con 28 estrenos y 9 encargos del festival. De estos 28 estrenos, 9 corresponden a estrenos absolutos, 9 a estrenos en España, 5 en la Comunidad de Madrid y 5 conciertos que incluyen estrenos en tiempos modernos con especial atención a la recuperación del patrimonio musical español. Con unas cifras excepcionales en cuanto a número de espectadores en la pasada edición, que suman más de 12.000 según la organización, su oferta es inabarcable como para poderla presentar de un vistazo. Les recomiendo que se informen en https://www.madrid.org/fias/2025/ y que acudan a sus eventos, tan únicos como el que les intentaré relatar a continuación.
Bajo una intensa y persistente lluvia de esta semana gris y desapacible que vive Madrid, una larguísima cola de pacientes personas bajo sus paraguas aguardaba el momento en que abriera sus puertas la Basílica de San Miguel, convertida ya en sede principal del festival. (Sirva esta climática anécdota como recordatorio de la gratuidad de los conciertos del FIAS). Rápidamente los bancos de la nave y las sillas auxiliares colocadas para la ocasión rebosaron de espectadores para dar la bienvenida a Il Fervore, grupo historicista fundado en 2021 con foco principal en la recuperación del patrimonio musical español e italiano, que lidera desde el violín Jesús Merino, quien pronunció unas amables palabras de agradecimiento e de introducción al programa.
La orquesta de cámara situada a los pies del altar formada por tres violines primeros, dos segundos, un violonchelo, un contrabajo, un clave, de sorprendente tamaño, un archilaúd y dos trompas se dispuso a interpretar los primeros compases de la Sinfonía V en Fa mayor de Ramón Rodríguez Monroy (1743-1812), compositor desconocido para la totalidad de los presentes, y primera de las obras de estreno en tiempos modernos, ya que la totalidad de las piezas así lo fueron. La recuperación de esta y de las demás composiciones allí escuchadas fue realizada por Ars Hispana, asociación editorial de los musicólogos Raúl Angulo y Antoni Pons que se ha convertido en imprescindible. Su laboriosa, meticulosa y docta labor de investigación y edición del fascinante patrimonio musical español no deja de sorprendernos.
Las obras del programa musical del concierto, además del ya mencionado Rodríguez Monroy, constó de los compositores Francisco Hernández y Llana (ca. 1700-1780) y José de Nebra (1702-1768). Si el apellido de Nebra y de su música nos resulta familiar actualmente es en gran parte gracias a estas veladas, y el nombre de Hernández y Llana o Illana, uno de los compositores españoles más relevantes del siglo XVIII, poco a poco va dándose a conocer.
Como iba narrándoles, la sinfonía que abrió el programa nos descubrió la obra de una gran compositor, Ramón Rodríguez Monroy, violinista, violonchelista y contrabajista de la Real Capilla, cuyas obras habían pasado desapercibidas. Pudimos disfrutar de dos de sus sinfonías, que contaron con la grata sorpresa de contener unas partes para dos trompas de gran protagonismo y belleza. Federico Cuevas y Vicent Serra demostraron que la trompa natural en España ha dado un paso de gigante en cuanto a calidad de sus intérpretes. Sus intervenciones de las dos sinfonías fueron de una belleza, complicidad y pulcritud dignas de mención, aportando además de un rico colorido a la instrumentación a estas y a las demás obras en que las trompas estaban presentes.
Il fervore, cuyo núcleo troncal se halla en la cuerda, dada la cualidad de violinista de su director, mostró a un grupo de violinistas en perfecta sintonía y con un alto grado de entusiasmo, vigor y compromiso hacia las partituras presentes. Jesús Merino, Andrés Murillo y Vadym Makarenko, como violines primeros y Lorena Padrón y Lucía Giraudo como segundos fueron los nombres de estos apasionados y conjuntados músicos. No es tarea fácil abordar con semejantes características una música jamás tañida ni escuchada por nadie, y lo hicieron con un aplomo y compromiso parejos a la gran calidad de la música compuesta. Todas y cada una de las obras que integraron el concierto fueron estrenos en tiempos modernos y les aseguro que su calidad musical es de un alto nivel. Tuvimos la gran suerte de que la velada fue grabada por Radio Clásica, por lo que en fechas próximas podremos disfrutarla tantas veces como queramos desde cualquier rincón del planeta.
El bajo continuo fue otro de los protagonistas del conjunto instrumental. En la sección polifónica, tanto el clave, impecablemente tocado por Julio Caballero, y de sonido generoso gracias al gran tamaño del instrumento, tuvo un compañero de lujo, Miguel Rincón, en esta ocasión tañendo el archilaúd, quien dotó de una riqueza máxima y de un colorido rico al conjunto, acorde a los afectos barrocos presentes tanto en las secciones instrumentales del programa como en las arias y recitativos. Bruno Hurtado en el violonchelo y Jonathan Álvarez en el contrabajo fueron una sección de constante colaboración mutua, predominando el sonido del contrabajo dada la naturaleza de este instrumento, quizás más apropiado para un repertorio posterior o para una agrupación más numerosa.
Tuvimos ocasión de contar asimismo con la participación de dos fabulosas solistas vocales, la soprano Jone Martínez y la mezzosoprano Lucía Caihuela. Debemos resaltar la dificultad que entraña enfrentarse por vez primera a unas partituras absolutamente desconocidas y tener que infundir en ellas el apropiado significado a su texto, dotándolo de su expresión adecuada. Es por ello que debemos alabar sin duda alguna la gran labor que realizaron ambas cantantes, como por ejemplo en la primera pieza en que participaron ambas, en la Cantada Amantes afectos de Hernández y Llana, cuyos recitativos estuvieron cargados con grata sorpresa de gran expresividad afectivas, y en cuya aria a dos voces fue constante una complicidad deliciosa que trascendía el mero hecho musical, pudiendo comentar como buen ejemplo la búsqueda y disfrute de las disonancias y retardos de un modo verdaderamente especial.
Las dos Cantadas de José de Nebra interpretadas, fueron de larga duración, gran complejidad melódica y de exigencia vocal técnica, a la vez que descubrimos una música de gran belleza.
La que correspondió a la soprano solista, A la mesa de un rey, fue una ocasión perfecta para disfrutar de las cualidades vocales de Jone Martínez. El fraseo de sus melodías minuciosa se tornó en placentero, la dicción del idioma se tornó transparente, pese a los constantes juegos de los intervalos tonales para el lucimiento de la intérprete y fue constante el disfrute del bellísimo timbre de la voz de la soprano vasca. Además, su potencia vocal y su gran facilidad en el agudo, sumados a un gran manejo del fiato, hicieron de su intervención un gran disfrute con altas dosis afectivas. Fue absolutamente a destacar el aria de bravura que constaba de frases tan evocadoras como “mas con ímpetu violento” o “tanto trueno de la selva”. Creo que todo el púbico vibró y se conmovió con ellos, tanto con la solista vocal como con el grupo instrumental, verdaderamente fervoroso.
Lucía Caihuela, por su parte, interpretó la Cantada Oh, profesión dichosa, en la que pudimos admirar el color hermoso, cálido y bello, que la mezzosoprano ha logrado alcanzar, y pudimos ser partícipes de la conexión especial que Caihuela logra con la audiencia en sus fraseos primorosamente declamados, de principio a fin, ejecutados con mimo en cada nota, logrando adecuar su voz al registro intermedio y grave, aquí empleando abiertamente el paso al registro de pecho. La mezzo madrileña no obstante muestra una gran facilidad en el registro agudo, denotando una gran libertad y ligereza en él, algo que supo implementar con acierto, dotando a sus intervenciones de gran variedad de recursos.
La basílica de San Miguel, puesta en pie, ovacionó con calurosos y mantenidos aplausos, y constantes bravos a todos los intérpretes, que desembocaron en una primorosa propina, el precioso dúo de la ópera Rodelinda de Georg Friedrich Händel, Io t’abraccio.
Simón Andueza
Il Fervore
Generación 1700
Obras de Ramón Rodríguez Monroy, Francisco Hernández y Llana y José de Nebra
Concierto Inaugural del XXXV Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid.
Basílica Pontificia de San Miguel, 6 de marzo de 2025, 19:30 horas.
Foto © Pablo Lorente