En el 11º de abono de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León en su Auditorio, se recobró felizmente el público en la sala y se presentó como Director invitado James Conlon (Quenns, 1950), que apareció calzado y vestido a la clásica y con modos técnicos excelentes, de esos que agradecen los músicos por la claridad de gesto (acreditado como operista de rango, con 2 Grammys y Gran Premio del Disco, Dirección musical de la Ópera de L. A. y Principal de la RAI N.S.O.), de experiencia probada también en lo sinfónico, que extrajo de la OSCyL un sonido exuberante, redondo, nada agresivo y hermoso, dejando tocar con control sin crispar, que nos propuso un viaje por el Rin a través de las Sinfonías terceras de Brahms y su mentor y guía Schumann, ambas escritas en poco tiempo, 3 ó 4 meses y 1 mes respectivamente e iniciadas las dos en 6/4.
Brahms la escribió en Wiesbaden, en una casa desde la que veía el valle del río, bajo su lema “Libre pero contento” que inicia el Allegro con brío con las notas Fa-La b-Fa (iniciales del lema en alemán), que claman los vientos con toda la energía que les comunicó Conlon en su ictus inicial, y Fa es la 1ª nota del tema principal que, en distintas formas, recorre toda la Sinfonía; a esa energía le sigue la reflexión y nostalgia en juego que se repite con variados motivos, en los que oboe y clarinete se lucieron. El Andante, que es el Scherzo, “sencillo” para el autor, lírica pastoral donde Clara S. decía oir rezos, agua e insectos, mostraron unas estupendas violas, de nuevo acertados vientos y un bello acorde final, para pasar al Poco Allegretto (hecho famoso por cine y escritores), de lo más escrito por el hamburgués, frase melódica que pasa por todas las familias, hecha sin ningún amaneramiento, y con finura por la trompa. Finalmente, cierre cíclico en el Allegro alla breve que retoma el tema principal, hecho con justeza de ataques y el cuarteto de trompas brillante, para acabar en piano como reflejo del alma de Brahms, que parece aceptar a diferencia de Beethoven, cuya estela deja ya en esta Sinfonía, aunque a veces lo recuerde hasta ser llamada “la Heroica de Brahms”. Conlon hizo una lectura sólida, contrastada y cuadrada sin durezas ni dulzores, simplemente muy buena.
Schumann quizá tuvo alguna duda, pero la versión siguió lo que pretendió al escribirla en Düsseldorf como encargo-homenaje a la ciudad y al Rin que la anima. El poderoso Animado que la inicia directamente con alegría, tuvo perfecta fanfarria con metales bien unidos. El Scherzo, basado en la canción “El vino del Rin”, con un minueto que ofreció un trío denso con soberbio quinteto de trompas, para seguir con el No rápido como un lied popular y pasar al Solemnemente, escrito con lo aprendido de Bach, mediante un Coral quizá oído en la hermosa Catedral de la ciudad cuando recibió a un Obispo, grande y ejecutado por todos los metales; quizá pudo ser más hondo, pero Conlon lo trazó conforme a su criterio de preciosa sonoridad y gozo del contexto, atacando seguido el Animado final, que nos vuelve a llevar a la ciudad alegra con gran impulso rítmico, rematado por un “stretto”, hecho con pulcritud. La ovación saltó imponente. No hemos citado expresamente a las cuerdas y hay que señalar que estuvieron bien conducidas por la concertino invitada, en una perfecta labor en todo momento, empastadas y con volumen competitivo con todo lo de atrás que brilló como se ha contado. Un bonito concierto de mano de un Director fantástico.
José M. Morate Moyano
Orquesta Sinfónica de Castilla y León. James Conlo
Obras de Brahms y Schumann, Terceras Sinfonías
Sala sinfónica “Jesús López Cobos” del CCMD de Valladolid