De la media docena de óperas de Umberto Giordano, alguna no conoció el estreno y sólo dos se mantienen en las programaciones regulares, y no con demasiada frecuencia: Fedora y Andrea Chénier. Prueba de ello es que esta última, estrenada en el Teatro alla Scala de Milán en 1896 no llegó a Munich hasta 1975, cuando se pudo ver en el Teatro de la Gärtnerplatz el “Dramma de ambiente storico” con libreto de Luigi Illica, quien cuatro años más tarde, sobre un texto de Victorien Sardou redondearía para Puccini el texto de Tosca, cuyo último acto tanto recuerda en su estructura al de Andrea Chénier.
La Ópera Nacional de Baviera tuvo que esperar hasta 2017 para subir a sus tablas la primera producción del título que nos ocupa, encuadrado en los manuales de Música junto a Pagliacci o Cavalleria Rusticana entre los puntales del verismo, género un tanto delicado por sus contenidos y, no lo olvidemos, por sus inconveniencias vocales, de las que sólo pueden salir airosos un puñado de cantantes cada vez menor. Pensando en ello, el Teatro muniqués fue más generoso para la exhumación que en estos días, en el marco del exquisito Festival veraniego de ópera, cuando del reparto han caído nombres que hace dos años aparecían.
Como el de Jonas Kaufmann en el papel titular. Por cierto, de haber contado con él, posiblemente sus incondicionales se hubiesen quedado con las ganas de verlo y escucharlo, porque dos días antes de esta función, el Teatro anunció su relevo por indisposición en los Maestros Cantores en los que debería comparecer este sábado. De aquel atractivo cartel, tampoco se ha contado ahora con otros nombres que no vale la pena enumerar. El único de fuste, como la coprotagonista Maddalena de Coigny, es el de la soprano de la casa Anja Harteros, que aun siendo capaz de lidiar con todos los morlacos y salir por la puerta grande, se merecía, por ella y por el respetable, compañeros de más tronío.
Alguien con más fuste que Stefano La Colla para encarnar al poeta Andrea Chénier y, de paso, a su adversario en la ópera, Carlo Gérard, encomendado al barítono serbio Željkć Lučić. Al menos para responder con Harteros en sus respectivos dúos. Como el del último acto entre Chénier y Maddalena, “Vicino a te s’acqueta”, salvado por el vital empuje de la soprano alemana. En sus intervenciones a solo, La Colla, más allá de la belleza de su timbre, mostró problemas en los pasos de registro, gritando en las zonas más altas. Así, tras arrancar con gusto “Come un bel dì di Maggio”, el fiato del tenor fue decayendo para mostrar problemas en el remate de la romanza.
Algo parecido a lo que le sucedió a Lučić, aparentemente cansado, como sucedió en el tercer acto con “Nemico della Patria”, no obstante lo cual, su esfuerzo fue reconocido por el mismo público que, poco después, interrumpía la acción con una larga salva de aplausos a “La mamma morta”, popularizada por el filme Philadelphia, con que Anja Harteros puso piel de gallina a la sala. Por su entrega vocal y, también, por su modo de entender teatralmente el personaje a lo largo y ancho de la obra.
Destacables las prestaciones de dos voces más, recuperadas del elenco de 2017: la del tenor Kevin Conners, como el espía Incroyable, y el sentido cameo, convertido en bombón por la mezzo de Bolzano Elena Zilio. Excelente labor de los coros, y notable respaldo de la orquesta en las manos de Asher Fisch. El montaje, que seguro se mantendrá por muchos años, lo ha firmado, como primera colaboración con el Teatro de la Ópera de su ciudad natal, el director cinematográfico Philipp Stölz, concibiendo el espacio como una sucesión de pequeños sets, incidiendo con destreza en los elementos corpóreos de la escena, bien iluminados por Michael Bauer.
Juan Antonio Llorente
Münchner Opernfestspiele. Bayerische Staatsoper.
Umberto Giordano: Andrea Chénier.
Orquesta del Teatro / Asher Fisch.
Escena de Philipp Stölz.
Munich, 25 de julio 2019.
Reparto: Stefano La Colla, Anja Harteros, Željko Lučić, Kevin Conners, Elena Zilio…
Foto: Anja Harteros saludando tras la representación, “sola ante el peligro”… / Foto de Emma Kunst