Perdidos entre orientalismos de perfumados ambientes, seguiremos el programa de la Orquesta Sinfónica de Galicia dirigido por Fabien Gabel, en el que Hakan Harderberger fue solista del Concierto para trompeta de de Henri Tomasi. Fabien Gabel, es también trompetista, habiendo recibido un Primer Premio del Conservatorio de París, en 1996. Henri Tomasi (1901/71), es un músico entre corrientes con raíces en los Conservatorios de Marsella y París y que se daría a conocer tras recibir el prestigioso Prix de Rome, de 1927, campo abierto para lo que será su mayor tentación, las artes escénicas, con resultados como L´Atlantide, basada en un texto de P. Benoit; Miguel Mañara, sobre Milosz; Le Triomphe de Joanne, partiendo de Ph. Soupault o Il Poverello, que remite a A.Bonheur. En el espacio concertante, no menos abundante, incluye este Concert pour trompette et orchestre, en Si b, composición de 1948, profundamente imbuido de las corrientes cercanas al jazz, y que desde hacía un par de décadas venía tentando a los compositores franceses.
Aquella generación de trompetistas blancos avanzada por Nick La Rocca y que tendrá un modelo a seguir en Bix Beiderbecke o Red Nichols, jazz perfilado y un sonido de trompeta que se calificará como purificado. Red Allen, otro maestro, sabría definir el cambio de énfasis, en principio levemente insinuado, a partir de una sonoridad hacia el fraseo ligero. Corrientes en estas tendencias cool, serán propuestas por Clark Terry, en un estilo nuevo y personal. Detalles y aspectos que Tomasi incorporará a su concierto, y que para seguidores de su planteamiento, no supondrán una sorpresa o un débito servil a esas procedencias no tan foráneas. Desde la Fantastique (A Piacere) al Andante, de ricas progresiones cromáticas, para lucimiento del solista, hacia el Allegro Vivo, disfrutamos de un Hardenberger exultante y profundamente imbuido en los parámetros del concierto.
Louis- François- Marie Aubert (1877/1968), apreciado en su tiempo, había sido alumno directo de Gabriel Fauré y condiscípulo de Maurice Ravel, dándose a conocer en París gracias a la Fantasía para piano y orquesta, que se estrenó en 1901, teniendo como solista a Louis Diémer, pero mejores resultados obtuvo con la ópera La Foret Bleu, llevada a escena en la Opera-Comique y en cuanto a la jornada que nos afectaba, uno de los poemas sinfónicos que le dieron cierta celebridad, se trataba de Habanera-obra que abría el concierto-, una pieza para templar ánimos, destacable por su nitidez, claridad sonora, que divaga sutilmente con la popular forma que a tantos otros compositores llegó a tentar. También entre sus obras, los Six poèmes árabes, en esta vertiente orientalista o el ballet Cinema, estrenado en París en 1953.
Salome, aquella temible princesa judía, acaparaba la atención de la sesión, en una estudiada propuesta de Fabien Gabel, en la que la obra de Florent Schmitt, cuadraba para obtener en la máxima dimensión del poderío de la orquesta. Estábamos con la hija de Herodias Filipo, vengadora, voluble, morbosa y obsesiva, convertida en icono del arte procaz y de la lírica, dejándonos un reguero de fuentes inagotables argumentos que sabrán aferrarse a su figura, excitando el ánimo de compositores como Antoine Mariote, Richard Strauss o Florent Schmitt.
Florent Schmitt, halagado por Stravinsky, G.Enescu o Henri Dutilleux, es autor de La tragédie de Salomé Op. 50 (1907), efectivamente, una nueva pincelada de tintes orientalistas, una especie de poema sinfónico coreográfico, para un reducida orquesta de cámara, y que estimularía en el autor una inmediata ampliación y dos años después, para gran orquesta, precisamente la que se interpreta en la actualidad, en concreto la suite de 1910, en una paleta instrumental rica y apabullante en el despliegue de los tiempos: Prélude, Dance des perles, danse des éclairs y danse de l´efroid- recibiendo los parabienes de Igor Stravinsky, quien reconocerá perceptibles influencias en obras como La consagración de la primavera o en El pájaro de fuego. Quizás no quedase tan lejos An Alpen Symphony Op. 64, de Richard Strauss, o sus grandes poemas sinfónicos, y es que a esta orquesta, parecen cuadrarle los recursos en cuanto aborda semejantes pruebas de fuego.
La danza de los siete velos, al servicio del aficionado conocedor, preparó el tempo de animoso desgarramiento, en página escalofriante de la Salomé, de Richard Strauss, ese candente estremecimiento que, como tantas otras páginas, acabarán dando el salto a contextos ajenos. Salomé, complaciente y libidinosa, logra las ansiada pretensiones en medio de un charco de sangre llevado al límite de una situación gracias sus contorsiones que traerán como galardón la cabeza de Jokanaán. La crudeza del simbolismo literario, magnificado por una pieza instrumental del más crudo expresionismo, y que logrará obtener el mejor partido del drama de Oscar Wilde.
Ramón García Balado
Hakan Hardenberger
Orquesta Sinfónica de Galicia / Fabien Gabel
Obras de Louis Aubert, Henri Tomasi, Richard Strauss y Florent Schmitt
Palacio de la Ópera, A Coruña