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Crítica / Habitemos la isla (Les Arts) - por Ferrer-Molina

Valencia - 10/03/2021

Manuel García fue una importante personalidad, no tan reconocida como merece, en la historia de la música en varias de sus facetas. Cantante, compositor, pedagogo y empresario entre otras cosas, viajó mucho por Europa y América. Fue amigo personal de Rossini y estrenó algunos de sus personajes. Terminó sus días en París impartiendo clases en una academia de ópera, para la que compuso en 1831 una obra con fines exclusivamente pedagógicos para cuatro voces con acompañamiento de piano a partir de un libreto de Metastasio.

L’isola disabitata cuenta la historia de dos hermanas que, tras un naufragio, quedan abandonadas en una isla desierta cuando el marido de la mayor es secuestrado por unos piratas. Años más tarde éste regresa a la isla acompañado por un amigo para rescatarlas y la historia termina con dos parejas enamoradas. La partitura llevaba casi dos siglos durmiendo cuando el director de escena Emilio Sagi la rescató del olvido en 2010 para una nueva producción del Teatro Arriaga de Bilbao y el Teatro de la Maestranza de Sevilla, que pudimos ver recientemente en Les Arts a cargo del Centre de Perfeccionament.

El montaje, con escena de Daniel Bianco, vestuario de Pepa Ojanguren e iluminación de Albert Faura, huyó de la representación descriptiva de la isla exótica y se redujo a un montón de sillas apiladas, arena azul y ropajes blancos más de hoy que de entonces. Según el propio Sagi, se pretendió acercar la historia a nuestra vida cotidiana, ya que todos podemos llevar dentro alguna isla deshabitada. Los movimientos de los personajes fueron muy obvios. Nada que no fuera evidente, pero, por otro lado, nada que fuera contraproducente.

Este planteamiento cobra total sentido para no distraer al reparto de lo vocal, que, en un contexto de aprendizaje, tiene suficiente enjundia como para no complicar más la vida a los alumnos. Hay que felicitar a todo el reparto por el alto nivel que alcanzaron. Larisa Stefan fue Constanza y tras un comienzo con algunas dificultades fue a más para terminar brillantemente. Menos minutos tuvo Evgeniya Khomutova, Silvia, pero gustó escénica y canoramente. Jorge Franco, Gernando, destacó por el timbre de su voz y su línea rosiniana. Max Hochmuth, Enrico, mostró una voz interesante, no muy grave y que llega bien a los pasajes agudos. Carlos Sanchis fue un pianista excelente, que además dirigió con su brazo derecho a los cantantes en cuarteto en momentos en los que no hubo acompañamiento.

Este tipo de formato, con producciones no muy costosas, con pocos cantantes y pocos instrumentistas, sería ideal para que cada año, compositores valencianos fueran estrenando pequeñas piezas de ópera. Ya que, si los valencianos no pueden estrenar ópera en Valencia, ¿dónde podrán adquirir experiencia? Y, ¿cuál será el legado operístico que dejará esta época? Sería de agradecer que, en una especie de liga aparte y al margen de la presión del posible agrado o desagrado del público general o de no correr riesgos con aquello de “la excelencia”, Les Arts cumpliera con este servicio a la comunidad que por ahora ha quedado en isla deshabitada. Aplaudimos la idoneidad de montar una obra que fue concebida para propiciar el progreso de voces operísticas y felicitamos el nuevo éxito del Centro de Perfeccionamiento del Palau de les Arts.

Ferrer-Molina

Larisa Stefan, Evgeniya Khomutova, Jorge Franco y Max Hochmuth / Carlos Sanchis, piano.

L’isola disabitata de Manuel García.

Palau de les Arts, Valencia.

Foto © Miguel Lorenzo / Mikel Ponce

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