Las brumas sugeridas por el estreno, encargo de la Orquesta y Coro Nacionales de España, Gramática de la niebla de Manuel Martínez Burgos, iniciaron el concierto de la Orquesta Nacional de España dirigida con gesto claro y, justo y mantenido, concienzudo diría yo, sentido del tempo, por Joshua Weilerstein, partiendo de aquella imagen de hoquedad arcana que las define.
Un breve, característico y meritorio solo de concertino articuló la entrada de una sección de más vistoso contrapunto y concertación, para volver luego a casa, a la primera sección, en tradicional simetría conclusiva.
Los Seis Lieder orquestales (orquestados más bien) de Richard Strauss, dispuestos en estilizadas orquestaciones de Robert Heger, llevaron esta primera parte a otras “gramáticas” más claramente herederas del último romanticismo. Gramáticas románticas que ya no abandonaran el concierto.
La soprano Saioa Hernández afrontó este reto, donde, a la dificultades liederisticas, se unía la oportunidad de esta transacción instrumental, una orquestación en que se mutan aspectos cruciales de la fisonomía e intención originales, al margen de las obvias densidades, espacialidad y dinámicas potenciadas (que también…).
Y sí, el primer Ruhe, meine Seele! (¡Descansa, alma mía!) resultó, de principio, convincente desde todos los puntos de vista citados.
Y es que, los momentos más destacados de esta tarde-noche de viernes de temporada de la O.N.E. en su Auditorio, llegaron en este ciclo de canciones (pese al que le moleste esto de las orquestaciones ad hoc, frente a las obras originales, me refiero).
El Lied que seguía, Cäcilie (Cecilia) reforzó aquella imagen de idoneidad de ambos aspectos: la interpretación vocal y el arreglo. Una voz densa, inmersa en estilo y estética, con una dinámica relativamente holgada en relación a una orquesta característicamente definida en lo tímbrico por Heger, en virtuosa y ejemplar tarea (para nada menor, la tarea de orquestador, digo).
Heimliche Aufforderung (Invitación secreta) nos dirigió a un Lied medular e incombustible… Morgen! (¡Mañana!) con una parte de concertino especialmente inspirada en su planteamiento y en su ejecución in situ.
Zueignung (Dedicatoria) es todo un acontecimiento en el seno de este ciclo, con un fino latiguillo “agradecido” y broche final memorable, titular:
— “Habe Dank!”.
Allerseelen (Día de los difuntos) cerró el ciclo en la misma línea de terso canto y está oportuna orquestación que la arropó con criterio.
— “So… noch ein Mal… habe Dank!”.
La Primera sinfonía de Brahms esperaba tras un generoso descanso.
Claridad desde un primer momento en la subdivisión de las (denominadas a menudo) “disonancias rítmicas” del característico Un poco sostenuto brahmsiano, fraseado hasta abocar en un contrastante Allegro.
Muy precisa la conducción por parte de Weilerstein, en andas de una sonoridad más aligerada que hace olvidar aquellas duplicaciones tradicionales de la madera en este repertorio, aquí con una cuerda dimensionada sobre la base de seis contrabajos (14/12/10/8/6)
Mayor ligereza en lo acústico y musical consecuente (o viceversa…), pues, que acercaba el lenguaje de Brahms, al de su mentor Schumann (sin aquel sentido e impulso genuinos, eso sí….).
Una condición que se continuó en un fluido Andante sostenuto (hoy bastante más andante que sostenuto), todo ello en pos de una diafanidad que recordaba al mentor citado (y a otros no citados…) y no tanto a aquél del que se supone su denso continuador, el Beethoven ausente y habitualmente aludido.
Huyendo de la bruma y la opacidad hacia una transparencia que, si bien racionalizaba esta transitada obra, la alejaba algo, también, de su esencia más característica (a menudo, también críticada, por cierto…). El pasaje final con concertino hasta su último suspiro, fue un fiel reflejo de este cartesiano imperio del tempo.
¿Y el Un poco allegretto e grazioso que sigue, cómo lo hará entoces?, me preguntaba en el breve lapso intermedio. Y sí… el tempo fue superior… Grazioso sí, pero más próximo al allegro que al allegretto (“chez Brahms…”, por supuesto). Una nueva forma de ofrecer esta recurrente Sinfonía sin peso excesivo de la tradición y, en un claro tono final del Scherzo con remate abrupto (“chez Brahms”, insisto).
Y así llegamos al Finale Adagio - Più andante - Allegro non troppo, ma con brio. Interesantes los pasajes introductorios de pizzicati en accelerando con un mayor sentido de esta guisa técnica.
Un Adagio - Più andante en linea tradicional para entrar en un Allegro non troppo con aquella tenacidad de tempo tendente a nunca desvirtuarse y a dar origen, en consecuencia, a bajos especialmente definidos y brillantes.
No digamos ya en la coda. Un final resolutivo que, así, me trajo a la mente, salvando distancias, lo escrito en la Segunda sinfonía por el propio Brahms, en este sentido.
Luis Mazorra Incera
Saioa Hernández, soprano.
Orquesta Nacional de España / Joshua Weilerstein.
Obras de Brahms, Martínez Burgos y Strausss.
OCNE. Auditorio Nacional de España. Madrid.