El escenario del Teatro real de Madrid nos ofreció el privilegio de escuchar al músico Gustavo Dudamel dirigiendo la poderosa e universal novena sinfonía coral beethoveniana. Uno de los mayores símbolos de amor al prójimo, unión, esperanza y alegría en unas complejas circunstancias.
La primera percepción fue una taquilla cuyos pocos tickets disponibles en el día costaban 140 euros. Lo cual explica la ausencia de muchas personas, especialmente jóvenes, al no poder acceder a tan desorbitado precio de entrada.
Encontramos a la Orquesta Titular del Teatro Real junto a alumnos de la Escuela Superior Reina Sofía y en las gradas superiores se hallaba el coro formado por el Orfeó Català y el Cor de Cambra del Palau de la Música Catalana. Todos con perfectas medidas de seguridad, es decir, con distancia entre ellos y mascarillas. Esto último claramente dificultaba la proyección de la voz en los coristas. En circunstancias tan adversas es una hazaña celebrar este concierto, pues el arte es más necesario que nunca. “La belleza puede salvar vidas”.
La elección del tempo en conjunto fue fluida y veloz dentro de los parámetros indicados en la partitura. Fue llamativo, pues la música en sí duró algo menos de una hora.
El primer movimiento heroico destacó por mantenerse enérgico y vibrante tal y como su tema principal. Las cuatro notas del célebre movimiento rítmico de cuatro notas fueron enfatizadas haciendo un claro guiño a la quinta sinfonía. Se apreció perfectamente el misterioso crescendo que desemboca en el poderoso tema principal al final del movimiento.
El tempo del scherzo, escrito por Beethoven Molto vivace. Presto., lo cual era una total innovación en la época se caracterizó por ser más presto que vivace. Dándole un fuerte sentido rítmico con unos sólidos timbales. Proporcionando una intensidad mayor característica del estilo dudameliano que se combinaba a la perfección con la obra.
La entrada de los cuatro solistas a escena dio comienzo al tercer movimiento Adagio y molto cantabile. Andante Moderato. El ligero Adagio tuvo una interpretación quizá demasiado fluida pues habría de transmitir paz y plenitud.
El ansiado cuarto movimiento coral tuvo unos tempos adecuados e inteligentes.
Destacó la vibrante y profunda interpretación del barítono Jose Antonio López.
Se apreció la unión de Dudamel con su orquesta y gracias a ellos los diversos estilos tanto operísticos, religiosos, de diferentes nacionalidades se apreciaron con contenida intensidad.
La interpretación coral fue vibrante y milagrosamente intensa con una abrumadora y bella lucha por proyectar su voz a pesar de las mascarillas.
Imagino que el enorme éxito y controversia que suscitó el estreno de la sinfonía en la Viena de 1824 se asemeja al sentimiento experimentado en la atmósfera de la sala al terminar la obra. Extrañamente sucedió que los inicialmente tímidos aplausos continuaron durante más de 10 minutos, generando un extremo agradecimiento a tan valiente y enérgica interpretación beethoveniana de Gustavo Dudamel y a todos y cada uno de los músicos que formaron parte de ella.
María Márquez Torres
Director de Orquesta: Gustavo Dudamel
Orquesta: Orquesta Titular del Teatro Real junto a alumnos de la Escuela Superior de Música Reina Sofía
Coros: Orfeó Català y Cor de Cambra del Palau de la Música Catalana
Solistas: Susanne Elmark, Soprano, Aigul Akhmetshina, Mezzosoprano, Leonardo Capalbo, Tenor, José Antonio López, Barítono
Foto: Cartel del concierto.