Así es el color dominante del largo segundo acto de esta conocidísima ópera: un gris casi negro que muestra la desolación de una Nagasaki -de un Japón, en definitiva- arrasado por la bomba atómica del 9 de agosto de 1945. Ello no obsta para que Cio-Cio-San y Suzuki quieran llenar de flores inexistentes una casa plena de tristeza. Cosas de una puesta en escena que, partiendo de una buena idea acaba sumida en contradicciones insuperables.
La buena idea es contraponer el corazón de la Butterfly enamorada e ilusionada del primer acto con la desolada y resignada del segundo, una vez que asume la cruda realidad. Y en ese viaje Ainhoa Arteta estuvo mejor en la creación de la joven madre que en la de la ilusa enamorada. La voz de la soprano tolosarra va acusando el paso inexorable del tiempo y si bien continúa esculpiendo con acierto actoral los personajes, vocalmente va mostrando pequeñas fisuras. A su lado, una vibrante Suzuki la de Cristina Faus, la voz más rotunda y mejor proyectada de toda la velada.
Por el lado masculino poco de positivo, con la excepción del notable Goro de Francisco Vas, siempre enorme artista. A Marcelo Puente no le falta voz, ni el color adecuado pero la franja aguda aparece mate y falta de entidad. Gabriel Bermúdez dibujó un cónsul de escasa presencia, con una voz que apenas llegaba al auditorio. Entre los secundarios el nivel medio fue muy alto. El Coro Easo estuvo demasiado desequilibrado en detrimento del lado masculino mientras que el director, Giuseppe Finzi, pecó de parsimonia en el acto I, llevando la obra a mejor puerto en el segundo; sirva como ejemplos de acierto de la batuta la presentación del hijo o, sobre todo, la escena final, bien diseñada.
Un público fiel llenó el Kursaal y aplaudió con intensidad pero sin excesivo fervor a los intérpretes.
Enrique Bert
Ainhoa Arteta, Cristina Faus, Marcelo Puente, Francisco Vas, Gabriel Bermúdez, Fernando Latorre y otros.
Coro Easo. Escena: Emilio López. Orquesta Sinfónica de Euskadi.
Dirección musical: Giuseppe Finzi.
Madama Butterfly, de Giacomo Puccini.
Quincena Musical.
Palacio Kursaal, Donostia-San Sebastián.
Foto © Quincena Musical