La National Symphony Orchestra (Whashington, D.C.), dirigida por el maestro Gianandrea Noseda, y con el joven pianista surcoreano Seong-Jin Cho, fueron los artífices del segundo concierto de Ibermúsica en Madrid de la formación norteamericana. En programa, obras de A. Berg, L. V. Beethoven y F. Schubert.
La sección de cuerda de la NSO fue la encargada de abordar las Tres piezas de Suite lírica, de Alban Berg, versión orquestada por el propio compositor de los tiempos 2, 3 y 4 de la obra original para cuarteto de cuerda. El Andante amoroso resultó nítido en la exposición temática y las articulaciones de los arcos. Más especulativo en la forma y el timbre, el Allegro misterioso fluyó con desenvoltura y precisión bajo la minuciosa dirección de Noseda, que logró sutiles gamas dinámicas y colores en los veloces motivos de semicorcheas apuntalados con pizzicati, que parecen recorrer todo el movimiento con un persistente y enigmático propósito. De carácter más dramático, el Adagio appasionato creó la intensa atmósfera expresionista inherente a la obra, desvaneciéndose en el más inquietante silencio, como un anhelo sin resolución. Noseda entiende y transmite con sabiduría esta música, novedosa en su momento por la estética y perfil constructivo, y, al mismo tiempo, dramática y críptica en el sustrato poético.
El Concierto para piano núm. 4, de Beethoven, aportó un cambio sustancial de atmósfera a la velada. Delicado en el inicio pianístico, la amplia exposición orquestal del Allegro moderato mostró a una formación muy bien acoplada en todas sus secciones, perfectamente equilibrada en su interacción con el solista, que exhibió una técnica muy depurada, sonido cristalino y total dominio del pedal del instrumento, dotes que quedaron más que evidentes --por parte de Seong-Jin Cho- en la brillantísima Cadenza realizada al final del movimiento.
El Andante con moto reveló el perfil más sutil y expresivo del solista a través de los abruptos contrastes entre los gestos asertivos del tutti orquestal, en forte y staccato, y las respuestas reflexivas del solista, molto cantabile y en pianissimo. Noseda logró comunicar esa confrontación de fuerzas contrarias con el balance adecuado a la tensión controlada propia de Beethoven. Sin solución de continuidad fue abordado el Rondo, Vivace. Solista y formación, en perfecto tándem, desplegaron, con pulso rítmico firme y acertados contrastes entre secciones, este movimiento final, algo contenido en energía, aunque perfectamente ponderado en el debate entre pianista y orquesta por el maestro italiano. El contundente cierre de la obra arrancó sonoros aplausos del público presente a la NSO, solista y director, a los que Seong-Jin Cho correspondió interpretando con resolución el Molto vivace de la Sonata Hob. 34, de Haydn.
Tras el intermedio, la NSO, bajo su titular, ofrecieron la interpretación de la Sinfonía núm. 9 “La grande”, de Schubert. Si en la primera parte pudimos comprobar las virtudes de la formación norteamericana, tanto en su sección de cuerda como en la faceta concertante, fue en esta obra donde mejor se pudieron contrastar sus cualidades como agrupación sinfónica.
Noseda imprimió un tempo demasiado rápido al Andante, con la consecuente aceleración del Allegro ma non troppo que le sucede. Si bien la orquesta respondió con precisión a la lectura del maestro, con gamas dinámicas en crescendo bien construidas y claridad en las articulaciones de los motivos desarrollados por Schubert, faltó corporeidad en la cuerda y los metales -con demasiado portamento en los trombones-, pasando vertiginosamente, sin poder dar tiempo a saborearlas, por las distintas secciones del movimiento, cuyo cierre precipitado adoleció de la brillantez que demanda la partitura en los compases finales en fortissimo.
Fue a partir del Andante con moto cuando maestro y orquesta encontraron el punto adecuado de asentamiento en tempo e interpretación. Brillaron los solistas de madera, como los de oboe y clarinete, en sus respectivas apariciones, así como la cuerda en los líricos fraseos de la sección central. El episodio climático del movimiento fue uno de los momentos más sobrecogedores de esta versión, resuelto con sutileza por la entrada posterior de violonchelos y oboe. El Scherzo. Allegro vivace discurrió asertivo y grácil, resultando, a pesar de cierta falta de peso en la cuerda, realmente inspirado en el Trio por su carácter cantabile en la sección de maderas. Noseda ofreció un rotundo cierre de sinfonía en el Finale. Allegro vivace, fluido, contrastado y magníficamente articulado, con todas las secciones instrumentales a pleno rendimiento y perfectamente cohesionadas, con -esta vez sin lugar a dudas- plenitud de respuesta en cuerdas y metales, llevando a la sinfonía, a su radiante conclusión.
A la respuesta entusiasta de los oyentes, Noseda se dirigió al auditorio en español para anunciar el bis brindado al público: el estreno absoluto de la obra Meditations on grace, del compositor, residente de la NSO, Carlos Simon, presente en la sala. La pieza, breve en duración y muy bien concebida, destaca por su carácter lírico, con una escritura tímbrica refinada en la que los motivos melódicos son presentados por las maderas y el violín solista sobre el colchón de fondo de la cuerda, apoyados por los metales con sordina. La obra, que exhibe ciertas influencias del jazz, fue muy aplaudida, sirviendo de contraste al eco contundente de la sinfonía de Schubert.
Juan Manuel Ruiz
Seong-Jin Cho, piano.
National Symphony Orchestra / Gianandrea Noseda.
Obras de A. Berg, L. V. Beethoven y F. Schubert.
Ibermúsica, Madrid.
Foto © Scott Suchman