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Crítica / Glyndebourne, emblemático festival con un comienzo flojo - por Agustín Blanco Bazán

Glyndebourne - 27/05/2023

Entre el 19 de mayo y el 27 de agosto, Glyndebourne, el festival de ópera anual mas prolongado de Europa ofrece sin dejar pasar un día producciones históricas de añejado éxito junto a novedades normalmente de acuerdo a un altísimo nivel artístico. Normalmente, pero no siempre, como lo demuestra esta nueva producción de Don Giovanni que Marianne Clément ubica en la sala de hotel rodeada de habitaciones en diferentes niveles donde junto a los personajes entran y salen chicos y chicas en cachondeo constante.

El final del primer acto es alrededor de la enorme torta de bodas de Zerlina y Masetto, que vuelve a aparecer semi comida por Don Giovanni, no solo mujeriego sino también glotón antes de su confrontación final con el Comendador. Otros toques de vulgaridad incluyen un aria del catálogo durante la cual los numerosos los cuadros del hall del hotel se dan vuelta automáticamente para mostrar…tetas, muchas, pero muchísimas tetas, aún cuando sin poder alcanzar los números barajados por Leporello. La idea de Don Juan en un hotel ya se vio hace algunos en Salzburgo, con una regie sin tetas pero mejor narrada.

Ya desde el año de su fundación (1934) Glyndebourne ha construido su fama promocionando cantantes jóvenes de diversas nacionalidades, que luego de ensayar dos meses en el ambiente rural de esta casa de campo con teatro de ópera adosado a ella, brindan una excelente labor de ensemble.

Pero no fue el caso de este Don Giovanni de cantantes rusos, ucranianos y una armenia, junto a los dos mejores: la Zerlina  ágil y cristalina de la soprano noruego-nicaradiense, Victoria Randem y el Masetto escocés de Michael Mofidian.

Los demás nos confrontaron con vozarrones importantes pero un fraseo errático, y sin eso algo tan raro llamado “estilo mozartiano” que nos pide precisión, claridad e intención bien cincelada. Andrey Zhilikhovsky (Giovanni) y  Mikhail Timoshenko cantaron con buen timbre pero sin ironía y sensibilidad, y Venera Gimadieva fue una Anna de frondoso volumen pero similar falta de sutileza. Mejor contorneada vocalmente fue la Elvira de Ruzan Mantashyan pero aquí también hubo melodrama de exceso antes que sutileza interpretativa.

Del vozarrón del Oleksiy Palchykov (Don Ottavio) puede rescatarse su maravillosa capacidad de legato y fiato en Il mio tesoro pero también aquí el volumen y el color vocal desbordaron a expensas de la precisión idiomática. Evan Rogister dirigió mas bien con premura y energía y la Orchestra of the Age of Enlightement lo siguió con buenos tiempos pero sin las variaciones de tiempo, dinámicas o detalles orquestales necesarios para lograr una expresividad redonda en materia cromática.

El Festival de este año incluye la célebre, y verdaderamente mágica, producción de Sueño de una Noche de Verano de 1981 (B. Britten) con regie de Peter Hall,  y una aún mas vieja, la puesta de John Cox de 1975 para La carrera del libertino (Stravinsky). 

También repondrá el Elissir d’amore del 2007 junto a una nueva producción de Semele (Händel) y como estreno para Glyndebourne, Dialogues des Carmelites (Poulenc), que marca el retorno de Barry Kosky a Glyndebourne. Es sobre ésta última, la mas esperada del festival de este año que escribiré en mi próxima reseña de este festival único que la familia Christie ha venido administrando en su solar por tres generaciones, sin ninguna subvención pública y con un criterio artístico inteligente y flexible para albergar tradición e innovación en materia de repertorio y puestas en escena. 

Agustín Blanco Bazán

 

Andrey Zhilikhovsky, Venera Gimadieva, Oleksiy Palchykov, Ruzan Mantashyan, Mikhail Timoshenko, Victoria Randem, Michael Mofidian, Jerzy Butryn.

Escena: Mariame Clement.

Orchestra of the Age of Enlightenment / Evan Rogister. 

Don Giovanni de Wolfgang Amadeus Mozart.

Festival de Glyndebourne 2023

 

Foto: Donna Elvira (Ruzan Mantashyan) / © Monika Rittershaus

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