El 4º Programa del Abono de Otoño de la OSCyL en su sede, con el controlado aforo al completo en su 3er. pase, tuvo como solista invitado al ucraniano israelí Vadim Gluzman (1973) quien, con su Stradivarius “ex Leopold Auer”, 1690, abordó el Concierto para violín y orquesta en Re M., op. 61 (1806) de Beethoven, cumpliendo con el 250º aniversario de su nacimiento, bajo la Dirección del invitado Rubén Gimeno (Valencia, 1972). Y a fe que su trabajo tuvo nivel de excelencia. Su sonido es cristalino, la afinación intachable, musicalidad exquisita nota por nota y todo con gran naturalidad, sin alardes, lo que le hace próximo a sus colegas y al público y colaborador con el Director. Él mismo calificó al Concierto como un ““Everest de la belleza, similar a la 6ª Sinfonía pero sin tormenta, todo lirismo”.
Con esos presupuestos, desde los sorprendentes y suaves golpes del timbal que lo abren, la orquesta fue ganando en densidad hasta la delicada entrada de Gluzman para presentar los 2 temas, bien secundado por las maderas; se dice que F. Clement violinista austríaco y amigo dedicatario inicial del Concierto, tuvo algo que ver en ello; sea como fuere, el melodismo es hermoso, de fresco virtuosismo aún difícil; la cadenza de Schnitke utilizada, respeta las ideas del de Bonn, timbal incluído, pero las trata a su modo y llevó a Gluzman a concluir el movimiento, jugando con graves y agudos sobre el 2º tema.
El Director (en su 9ª visita) lo comenzó un punto moroso y dando corto vuelo a las melodías, pero claro en las entradas; ayudado por el solista, mejoró la parte final. El Larghetto resultó precioso con cuerdas en pianísimo y suaves vientos y metales que, junto a Gluzman, crearon la apropiada atmósfera onírica requerida, bruscamente rota por la explosión de júbilo que conlleva el Rondó, con el violinista vivaz y brillante bien comentado por el fagot, de nuevo Schnitke en la cadenza no escrita y la chispeante coda final que retoma el tema inicial. El público estalló en aplausos y obligó a varias salidas a Vadim Gluzman, a quien sólo el límite de tiempo impidió el muy solicitado bis; daño colateral de la Covid 19, lástima y éxito.
Completaba programa la también bella Sinfonía nº 5 en Sib M., D 478 de Schubert, compuesta en 1816 para la orquesta familiar que actuaba en la casa paterna, por lo que su orgánico es de cámara, sin clarinetes, trompetas ni timbal, y un indudable aroma mozartiano, cuya lectura fue más que correcta, pero falta de esa vida interna y expresión que los lieder en que transforma su hermoso lirismo. La cuerda estuvo límpida y afinada y muy bien los 7 de atrás, en particular en el Andante y en el Trío en Sol M. del Menuetto, poco jugoso en el 3/4. El vivace final, torbellino de notas e ideas, fue un feliz final también muy aplaudido. En suma, un programa de los de antes que resultó reconfortante para los tiempos que corren.
José Mª Morate Moyano
Vadim Gluzman. Orquesta Sinfónica de Castilla y León, Rubén Gimeno.
Beethoven y Schubert.
Sala Sinfónica “Jesús López Cobos” del CCMD de Valladolid.
Foto: Vadim Gluzman.