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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Gluck al modo de Carlos Mena - por Ramón García Balado

A Coruña - 09/02/2022

Prolífico Carlos Mena, repite esta temporada con la Sinfónica de Galicia tras el concierto del pasado diciembre en el que tuvo en atriles obras de J.C. Arriaga, Ralph Vaughan Williams, con Five Variations of Dives of Lazarus y la infrecuente Louise Farrenc, un curioso programa para quien tenemos asociado preferentemente con repertorios barrocos, como la gala ofrecida junto al Concerto 1700, de Daniel Pinteño, en la Programación Lírica de A Coruña, entre obras de José de Torres y G.Bononcini, idóneo rendimiento para este apreciado contratenor, con base artística en la Schola Cantorum Basiliensis.

Ajustándose a demanda, un Gluck en versión de concierto tutelada a la par por Mena y Javier Fajardo- con precedentes experiencias compartidas, a la búsqueda del necesario equilibrio de solistas y un coro que se mantuvo dentro de las directrices exigidas, también gracias al personal criterio del contratenor y director, en estas labores que cumplieron las demandas de unos aficionados dispuestos en todo momento, a aceptar este Orfeo ed Euridice aligerado en su contexto. Pulcritud en la dirección para esta ópera exigida por la demanda del espíritu de la llamada reforma, liberada de los excesos que arrastra el género.

Dos de las voces, la contralto Sara Mingardo, y la soprano Jone Martínez, tenían ya cierta relevancia entre los aficionados, la tercera, Beriot, Norbakken, resultó un grato descubrimiento, desde la escena como Amor con Orfeo: Chiamo il mio amor ben così…Amore asistirá infelice consorte!, de un registro cálido y de gran fuerza expresiva.    

Gluck y Orfeo ed Euridice, esta azione teatrale en tres actos para el estreno en octubre de 1762, en el Burgtheater Wien, mientras coleaban las disputas entre los partidarios de Metastasio y Hasse, y los de Calzabigi y nuestro autor, de las que sacó partido el ingenioso Charles Burney, en su visita a la capital austríaca. Una sonada respuesta frente al arte metastasiano, traerá como provechosas consecuencias la dupla formada por estos dos artistas, aunque resultará cierto que esta ópera no puede considerarse del todo como una ópera seria reformada, de hecho, el género preciso, resultará esta azione o festa teatrale, es decir, una obra sin grandes ambiciones  dramáticas, de factura efectista, con una acción  de contenido simbólico y un elenco de pocos personajes.

Todo ello contribuirá a la evidente modernidad ya desde el punto de vista dramático y no exenta de ciertos defectos, puesto que en la misma apenas se produce interacción entre los personajes antes del inicio del tercer acto, al igual que el rol de Euridice, no resulta más que esbozado, y  ningún dúo la vincula con su adorado esposo. Observamos  préstamos abundantes, como el embriagador arioso Che puro ciel, procedente de Ezio y las novedades de estas formas, se  hallan en lo más evidente, puesto que no cuenta con ninguna aria da cappo, ni con los frecuentes recitativos secco, evitando las encumbradas arias da capo.

Recurre el autor a efectos más libres y sencillos, de los que da idea el rondó a la francesa para el delicado lamento de Orfeo, en Che farò senza Uridice-  Sara Mingardo, que a lo largo de su destacado protagonismo, desplegó la calidad de sus envidiables graves, como contralto, dentro de un registro homogéneo  y un timbre de redondeada emisión- o en el canto estrófico y los ritmos de danza, con aspectos como el diálogo pleno de emoción, con el coro y el cuidado recurso instrumental.

Este Orfeo que en el comienzo- Euridice!-, interrumpe el canto fúnebre, con los ecos de una pequeña orquesta y en el pasaje de la entrada al Averno, su cantinela queda como acompañada en pizzicato, por una imaginaria cítara, que será asediada por los aullidos de Las Furias, en un exceso de disonancias provocativas y efectistas, alabadas en su época por Jean -Jacques  Rousseau. Un rol destinado a voz de castrato, según las convenciones al uso, para el realce de las versatilidades canoras hasta el límite de mayor riesgo.

En cualquier caso, no escapó Gluck a estudiadas concesiones a la ópera barroca precedente dentro del muestrario del belcanto, como el dúo de Orfeo y Euridice, en Che fiero momento- Jone Martínez, voz cálida y efusiva, asentada por el dominio de un equilibrado registro y una proyección medida y controlada- , prefiriendo en esencia la sustitución a la  postre por lo que permitía el lied estrófico y la consensuada forma de rondó, con modelos en las arias de Orfeo Chiamo il mio ben così o en la admirada Che farò senza Euridice, que le permitían con holgura, variar el acompañamiento. Una orquesta que sin renuncias, tiene un papel fundamental para la riqueza operística marcando puntos de apoyo, aumentando ostensiblemente desde las cuerdas, repartidas en cuatro voces diferenciadas (violines, violas, chelos y contrabajos), concediendo a las maderas un mayor rango protagonístico, que superaría al ofrecido por el barroco, en particular en los aspectos armónicos y con mayor pujanza en las intervenciones individuales.

Apoteosis colectiva a partir de Trionfi Amore, para redondear un trabajo colectivo sin fracturas ni excesos redundantes.  El coro incorporado como  personaje de la acción, con los apuros de una versión  de concierto, brindó desde su condicionante claramente estático para suplir  con mesura los  los beneficios de una versión escénica, en la que pastores, ninfas, y otros personales que habitan los Campos Elíseos, recrean la versatilidad del espectáculo.

Ramón García Balado

 

Carlos Mena / Javier Fajardo.

Coro y Orquesta de la Sinfónica de Galicia

Sara Mingardo, Jone Martínez y Berit Norbakken

C.W. Gluck: Orfeo ed Euridice

Auditorio de El Ferrol / Palacio de la Ópera, A Coruña

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