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Crítica / Giancarlo Guerrero con Gustav Mahler, caleidoscopio fascinante - por Ramón G. Balado

A Coruña - 15/05/2023

Volvía Giancarlo Guerrero a dirigir la  Orquesta Sinfónica de Galicia, esta vez para ofrecernos la Sinfonía nº 7 (Lied der Nacht), de Gustav Mahler,  maestro con buenas credenciales por sus labores con la Wroclaw Philharmonic y ganador de prestigiosos Grammy, además de probar con otras formaciones como la O.S. de Nashville, con presentación en el Carnegie  Hall y la edición de registros para Naxos. Está especializado en obras de gran formato, recibiendo frecuentes invitaciones que van desde la O.S. de Cincinnati, la del Estado de Sâo Paulo, la O.F. de Bruselas, Nacional de Francia, Netherlands Philharmonic, O. S. de Boston, la Berlin Deutche O., Residentie Orkest, BBC S.O., y otras tantas del ámbito internacional, destacando las invitaciones recibidas por la Orquesta Gulbenkian de Lisboa.

Está comprometido por proyectos de agrupaciones en formación en centros como la Escuela de Música Curtis, la Colburn School (Los Ángeles) o la Yale Philharmonic y la New  York, creada en el entorno del Instituto Weill, del Carnegie Hall, aspecto que amplía en la divulgación de repertorios contemporáneos en estreno. En su trayectoria, destacan igualmente las colaboraciones con la O.S. de Cleveland, la etapa en la Miami Residenct y las labores como asociado de la Eugene Symphony y la Orquesta de Minnesota. 

Gustav Mahler con la Sinfonía nº 7 (Lied der Nacht), obra calificada como menos unitaria que las precedentes, quizás porque las dos Nachtmusik fueron escritas antes que el resto, logrando en definitiva un grado de resultados ya desde el Langsam de entrada, que no presume una visible unidad de intenciones que llegue a justificar el conjunto de los cinco tiempos, tan claramente dispares. Un tiempo de estética avanzada que supera al resto que vendrán en continuación, las Nachtmusik- siendo la segunda la más aparentemente naïf , con su primacía de reminiscencias románticas en su simbolismo o el más dominante de sus Scherzi,  y el desquiciado y provocado Rondo- Finale. Praga conocerá el estreno el 19 de septiembre de 1908, bajo la dirección del autor, en un período agitado por la exposición que conmemoraba el aniversario del emperador y entre tanta presión ambiental, los vientos fueron propicios gracias a la entrega de los miembros de la orquesta y la afortunada confluencia de músicos checos y alemanes citados para el evento.

Claves que se configurarán desde el Langsam (Lento) Allegro risoluto ma non troppo, aportando  una melodía de ritmo irregular, al igual que el final de la Sexta de dos años antes, dejando un protagonismo al tenorhorn, aspecto que en lo personal será remarcado por el autor con las palabras Hier röhrt die Nature (Aquí ruge la naturaleza), pasando a una ostensible exposición  expresada como un Allegro risoluto, elaborado sobre tres temas con mayor relevancia en el primero que se reservaron las trompetas hacia un desarrollo repartido en dos  importantes secciones, desde una primera ciertamente tensa a una  segunda que se decidía por un carácter lírico, marcado por las cuerdas, forzadas por un glissando protagonizado el arpa, entregándonos a un coda de variadas reexposiciones que conceden el carácter y la importancia de este Langsam, con una actitud que Giancarlo Guerrero propondría como fuente de inspiración con respecto al resto de complejos movimientos.

La Nachtmusik I, (Allegro moderato), remitió  a otro nivel a esa aproximación estética  al cuadro de Rembrandt La noche de ronda, aspecto que ya se había ofrecido en el tercer movimiento de su Primera Sinfonía en Re M. (Titán), siendo en lo posible una marcha procedente del lied Revelge y tratada dentro del esquema de Rondó-variaciones, tan grato al autor, aunque limitándose a una estructura de rasgos sencillos, ampliados por una elaborada fantasía tímbrica de perfiles oníricos, que ayudaban al posicionamiento de las dudas por parte del oyente, condicionado por el seguimiento de los espacios que ofrecen sus cuatro espacios que detallan el armazón del tiempo.  Una antifonal llamada de trompas, resultó un primer eslabón, antes de embargarnos en el trémolo de las maderas, envueltas por oboes y clarinetes. Un fortissimo, fue el pasaje  clave en la resolución de la Nachtmusik, que claudicaba ante un fraseo de contrabajo y fagotes.

Schattenhaft, aber nicht schnell (Scherzo), sombrío y turbulento, pasará para la historia como el más osado Scherzo mahleriano, motivado por su extremas disonancias que lograr dejar al oyente en un permanente estado de sobresalto continuo, resultado enriquecedor por las cualidades de melodía de timbres, tan pujante en los creadores de la época y una premonición de los valores que se estimarán a partir de la Segunda Escuela Vienesa, con mención reconocible en la ópera Wozzeck de Alban Berg, recalando a escasa distancia en otro tratamientos como los tomados por Karl Amadeus Hartmann, a través de timbales, contrabajos y trompas, tramados sobre temáticas de tradición eslava. Los modelos posibles, serán difícilmente abarcables en una extensa amplitud de miras, aspecto que redundará en el conjunto de su corpus sinfónico y en otras obras referenciales.

La Nachtmusik II  (Andante amoroso), en Fa M., aportó el sorprendente recurso de la incorporación de la guitarra y la mandolina, en paridad de protagonismo con el grupo orquesta, con el estímulo atractivo de asomarse como instrumentos de recreación ambiental, logrando en estos aspectos un clima que se recibe como  un a modo de serenata  romántica, aspecto que en lo expresivo se consigue en plenitud. Para su compañera Alma, bastará con que recordemos la poética de Eichendorff, tan frecuente en otras obras del compositor y apurando este devaneo de intenciones, también la figura de Robert Schumann, en esta serenidad nocturna convertida en serenata condicionada por indicadores de tempo expresados como graziossisimo o muy fluido y sujeto a la tonalidad en la que está escrito, para una sucesión de melodías cuidadosamente instrumentadas, reflejo de cierta hipersensibilidad que hace comprensible la actitud del compositor ante esta obra y en especial en este tiempo, el más profundo musicalmente hablando, gracias a la adquisición de formas nuevas que se metamorfosean.

El Rondo-Finale, (Allegro ordinario. Maestoso), quizás el más desconcertante de los cinco tiempos y lo mismo con respecto al resto de sus obras, repartiendo confusas afinidades que le propiciarán tanto Mengelberg como Bruno Walter. Habrá que ver a la postre el curioso encaje que surge de las típicas formas de danza vienesa, desde el vals a la polka, en un permanente enfrentamiento paródico al que era tan afín, revolviéndose entre estilismos de caricatura devaneando con soltura sobre modismos  de opereta vienesa. Será precisamente el Rondó quien resuelva la trama apuntando a una cita tensa que nos conduce al primer movimiento en este falso equilibrio de enfrentamientos. A mayores y para mayor regocijo, la idea de una gran Kermesse a modo de fin de fiesta, en un festival de luz y color. Fusiones de marcha y danza ¿Dónde habremos escuchado esto? ¿Un paseo dominguero por el Prater?  Aceptemos el convite de Henry-Louis La Grange, tenido por circunspecto y moderado, quien dirá que el Rondó resulta un caleidoscopio fascinante de motivos, temas, estilos, situaciones y cuadros diversos.      

Ramón García Balado

 

Giancarlo Guerrero / Orquesta Sinfónica de Galicia

Sinfonía nº 7 de Gustav Mahler

Palacio de la Ópera, A Coruña

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