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Crítica / Gergiev y la vieja normalidad (L’Auditori) - por Juan Carlos Moreno

Barcelona - 25/01/2021

La pandemia ha hecho que la visita de orquestas internacionales se haya convertido en algo excepcional. Por ello, la oportunidad de poder disfrutar de la Orquesta Sinfónica del Teatro Mariinsky y su director Valery Gergiev tenía algo de simbólico: era un acto de resistencia, de reivindicación del valor (y la necesidad) de la música en estos tiempos de crisis. Suponía, en suma, recuperar algo de aquella añorada “vieja normalidad” en la que ir a un auditorio o teatro era algo habitual.

Aun así, los efectos de la pandemia se hicieron notar en el concierto que, dentro del ciclo Ibercàmera, pudo escucharse en L’Auditori el pasado 21 de enero: por un lado, en las limitaciones de aforo, que hicieron que el programa se ofreciera en dos sesiones, a las 18.00 y a las 21.00 horas, y por otro en la reducción de la sección de cuerda de la propia orquesta.

Ahí precisamente estribó el único “pero” posible a la interpretación que Gergiev brindó de la obertura de Tannhäuser de Wagner y la Sinfonía fantástica de Berlioz: ambas son obras con una nutrida sección de vientos y percusión, de modo que no siempre fue fácil mantener el equilibro con unos arcos que debían luchar denodadamente en los pasajes más pujantes para hacerse oír. Si se logró fue gracias a la incuestionable calidad de esos músicos, capaces de tocar con fuerza sin perder por ello ni el control ni “ensuciar” su sonido. Ciertamente, otro director habría escogido un repertorio más equilibrado, pero se nota que Gergiev sabe bien qué puede pedirles a sus músicos y que estos le siguen ciegamente.

El concierto no defraudó las expectativas: la obertura wagneriana recibió una lectura vigorosa y plena, bien graduada en cuanto a intensidad. Pero fue en la obra de Berlioz donde Gergiev y su orquesta dieron lo mejor de sí: ataques fulgurantes, dinámicas plenamente contrastadas, unos tempi dinámicos y, sobre todo, ese sentido del color que los rusos comparten con los franceses hicieron que la versión fuera tan fluida como vívida, ideal para resaltar el carácter programático de la música. Y todo eso a pesar de la ya mencionada limitación de la sección de cuerda…

Como propina, Gergiev y su orquesta ofrecieron la obertura de la opereta El murciélago de Johann Strauss hijo, de la que dieron una versión más rusa (esto es, rauda, fulgurante, contundente) que vienesa, pero que acabó de meterse al público en el bolsillo.

Juan Carlos Moreno

Orquesta Sinfónica del Teatro Mariinsky / Valery Gergiev

Obras de Wagner y Berlioz

L’Auditori, Barcelona

Foto © May Zircus / Ibercamera

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