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Crítica / Gamas del ocre en Sánchez-Verdú - por Ramón García Balado

A Coruña - 14/04/2022

El guitarrista finlandés Petri Kumala estrenó Memoria del ocre, de J.M. Sánchez-Verdú, con la Orquesta Sinfónica de Galicia dirigida por su titular Dima Slobodeniouk, junto a  dos obras del común repertorio de Nikolai Rimski-Korsakov, el Capricho español y Scheherezada Op. 35. Petri Kumela estudió en el Conservatorio de Helsinki, con J. Antonio Muro, para seguir en la Hochschule für Musik Nürberg-Ausburg, con Franz Halasáz, consiguiendo una beca DAAD, además de asistir a masters de Leo Brouwer, Alirio Díaz, Eduardo Egüez y David Russell.

Memoria del ocre, de J.M. Sánchez-Verdú, sigue a una de sus primeras experiencias con Tránsito, para guitarra, próxima a la estética de L.Brouwer a la que continuarán piezas en la línea de Bartok y Messiaen o F.Donatoni. Destacada será la aproximación a las inspiraciones permanentes en obras literarias como es el caso de Palimpsestes, para órgano Premio del XVI Cristóbal Halffter de Composición, obra que recurre a citas de A. de Cabezón o Kitab, para dos guitarras, que remite a elementos arábigos, inicio de una serie sobre ese título que llevará a otra similar, Qasid. Por Sappho-Fragmente, recibirá el Premio SGAE, pero ya en una reconocible evolución, nos encontraremos con Alqibla, Qabriyyat, Maqbara (para voz y  orquesta), AHMAR-ASWAD, que recurre a los diseños de la tracería del arte islámico.

En su catálogo, cobra especial importancia El viaje a Simorgh, estrenada en el Teatro Real, que utiliza músicas hispanas del XVI e islámicas, sobre un texto de J. Goytisolo. Gamas del ocre en una hipersensible sinestesia es lo que trasmite Memoria de ocre: Memoria de Sil, un material terroso de texturas amarillentas; Lescaux, que acentúa la densidad del color; Terra di Siena, ya un ocre más oscuro, propio de los paisajes de Siena; Miltos, derivando al rojo oxidado de los murales pompeyanos y Umbra, puro negro que descubrimos entre las sombras y la oscuridad. Para Kulmela, un planteamiento hipersensible sobre la plástica en el dominio de los timbres, dentro de un profundo talento en la manipulación de los tempi por el modo en que combinan y coordinan en una alquimia que sobrepasa la suma de las partes. Obra de encargo del guitarrista y resultado de un trabajo en común. Para el bis, el Homenaje Pour le tombeau de Claude Debussy, de Manuel de Falla.    

Rimski-Korsakov, culto y reverencia por la escuela que contribuyó a crear, destaca en especial por las innumerables adaptaciones que de las obras que escuchamos, de las que se hicieron adaptaciones para variadas formaciones y particularmente  para bandas de música. Una biografía cargada de detalles propios para llenar páginas de relatos y hasta situaciones imaginarias; tardará en llegar a la música y será Balakirev quien vele por esa ambición soterrada que parecía condenada al olvido. Es curioso que el autodidactismo pesase en su evolución artística y de ello quedan ejemplos como estas dos obras anunciadas, en las que recurre a un peculiar criterio de los exotismos, típicos del romanticismo de postal.

El Capricho español Op. 34, suite orquestal y que para quienes acepten reconocerlo, surge por un ramillete de melodías populares a su entender, puro ejercicio de libre fantasía sobre partes destacadas para violín, arpa y clarinete, alarde de vitalidad y entusiasmo, y que tendrá como colega en su composición a Glazunov.

José Izenga, en la colección Ecos de España, caerá en sus manos para que a capricho, imagine una Iberia libérrima en la que marcan pauta estilos de patrones danzantes, definidos por efectos orquestales y que sin pudor, aprovecha las propuestas de otras fantasías de Glinka y así quedarán resueltas las cinco partes: la Alborada, animada y popular, se acentuó especialmente por el solo de violín; las Variaciones, de entrada propusieron que  las trompas, permitiesen  el protagonismo de distintos instrumentos hasta un final de larga escala cromática de la flauta. Otra Alborada, fue un retorno aunque con distinta instrumentación para seguir con la Escena y canto gitano, alma de la suite con señeros pasajes de virtuosismo y una vistosa cadencia del arpa, concluyendo el Fandango asturiano, puro sentido libérrimo, acentuado por el toque de castañuelas, antes de una renovada cita de la Alborada. Un desahogo autocomplaciente para Slobodeniouk.

Sheherezada nos arrastraba desde el número El mar y el barco de Simbad, en el que los protagonistas asoman plenos de pertrechos descritos por los instrumentos que les asignan. Un destacado leit-motiv de la seductora, debe detalles al poema sinfónico de Balakirev Thamar. Fuertes coloridos remarcaron las precisiones descriptivas cediendo el paso a El cuento del Príncipe Kalender, en el que se insiste en el uso de puntuales recursos tímbricos, acentuando alegría y ritmo, como la frase cadencia del clarinete o los revoloteos de los instrumentos de madera, de pura fantasía, enfocándonos a una fanfarria colectiva, con una coda que repite el tema del Sultán.

El joven príncipe y la princesa, sobrado lirismo, no dudaba  en recurrir a materiales tomados de Salvador Daniel, y prevaleciendo ese personal planteamiento para el dominio sin renuncia a la riqueza de la paleta orquestal, marcando línea el violín en la caracterización de la protagonista. La Fiesta de Bagdad. El mar. El barco se estrella contra las olas, no dejó de servir a quien resulta fundamento de la suite, con temibles acordes del violín, preparando de nuevo una apoteósica fanfarria que se consuma en un crescendo orquestal, acentuado por elementos percusivos.           

Ramón García Balado

 

Petri Kumela.

Orquesta Sinfónica de Galicia / Dima Slobodeniouk.

Obras de J.M. Sánchez-Verdú y Rimski-Korsakov

Palacio de la Ópera, A Coruña

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