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Crítica / Francesco Corti seduce con una Alcina vitalista - por Simón Andueza

Madrid - 16/12/2024

Pudimos deleitarnos en la programación actual de la temporada 2024/2025 del Teatro Real con una única función semiescenificada de Alcina, una de las óperas más queridas de George Friedrich Haendel (1685-1759), y por ende, más representadas en la actualidad. Estrenada en 1735 en el Teatro Covent Garden de Londres, con un libreto que combina y adapta los cantos V y VI de Orlando Furioso de Ludovico Ariosto (1474-1533) junto al fantástico libreto de la ópera L’isola d’Alcina (1728) del compositor napolitano Riccardo Broschi (c. 1698-1756), quien falleció en Madrid, en donde vivió junto a su hermano Carlo, ‘Farinelli’, durante los últimos 17 años de su vida.

En esta temporada atípica de uno de los mayores coliseos de la ópera de España, en donde sus numerosas e infrecuentes producciones con escasa o nula producción escenográfica abundan, nos permite disfrutar a los melómanos de ciertos compositores, títulos e intérpretes que de otro modo difícilmente llegarían a programarse en un teatro como éste. Es el caso de esta producción camerística semiescenificada, sin escenografía alguna, con la participación de Il Pomo d’Oro, una de las agrupaciones historicistas más reputadas de la actualidad, dirigida por el clavecinista y director italiano Francesco Corti (entrevistado por Lorena Jiménez en RITMO de diciembre) y que contó con un elenco vocal de solistas deslumbrante.

Con una iluminación singular de la lujosa sala principal del Teatro Real, con un sobrio escenario con el único elemento diferenciador de la concha acústica que permite una mejor escucha del sonido en la sala, se situó la orquesta Il Pomo d’Oro con una reducida formación alejada de lo que el público acostumbra a encontrarse en un teatro como el que nos ocupa. La cuerda estuvo conformada por 5 violines primeros, 4 segundos, 2, violas, 2 violonchelos y un único contrabajo, y el bajo continuo armónico lo formaban tres personas: un tiorbista y dos clavecinistas, uno de ellos el director. El viento estuvo compuesto por cinco personas, que participan en escasas ocasiones, y que son intérpretes de oboes, flautas de pico y trompas. A todos ellos se sumó el fagotista que formó parte del bajo continuo.

Este plantel, que pudiera parecer escaso para la ocasión, fue toda una declaración de intenciones de su entusiasta, inspirador y excepcional director, Francesco Corti, y resultó, a todas luces, una interpretación de la máxima transparencia, vitalidad y poesía musical.

La obertura que inicia el espectáculo exhibió de inmediato las virtudes de la orquesta. Su Pomposa inicial inundada la enérgica interpretación de Corti acostumbró el oído a la sonoridad exquisita y disciplinada de la orquesta, para dar paso al Allegro fugato de su segunda sección, con la siempre idéntica y cuidada articulación de sus temas y motivos, algo constante durante la representación. Concluyó esta introducción instrumental con sus peculiares movimientos Musette y Menuet, bailes de inspiración franceses que tanto amaba el compositor de Halle, y que estuvieron llenos de su espíritu galante y cortesano mostrando su forma de danza de un modo esclarecedor por sus intérpretes.

Los escasos coros, el inicial y el conclusivo, que forman parte de la partitura, fueron encomendados a los solistas vocales, práctica ya habitual en las actuales interpretaciones con pocos efectivos, inconveniencia que encuentro tanto para el equilibrio sonoro global como para su correcta plasmación.

A partir de aquí comenzaron la sucesión de las inspiradas arias y recitativos por parte de los solistas que conforman la trama, de un modo, en general.  completamente natural, inteligible y expresivo.

La afamada soprano Sandrine Piau, encarnando en esta ocasión a Morgana, volvió a demostrarnos, una vez más, las merecidas virtudes de su canto: a su innegable musicalidad y única personalidad hay que sumar una técnica depurada, el dominio de su instrumento vocal y una belleza tímbrica de su voz tan rica como poderosa en expresión. Su experiencia escénica del rol hizo innecesario el uso de la partitura e hizo suyas de inmediato con un dominio técnico total arias tan queridas como Tornami a vagheggiar, sin dificultad alguna en sus agilidades, manteniendo siempre la correcta expresión de cada distinta composición.

La encargada de dar vida al papel que da título a la ópera, Alcina, fue Elsa Dreisig, soprano franco-danesa poseedora de una destacada trayectoria en los principales escenarios de ópera y salas de concierto de Europa, algo completamente comprensible dadas sus características vocales, actorales y de expresividad. Al dominio absoluto del rol, tanto de sus recitativos como de sus comprometidas y diversas arias, y de su poderoso y bello instrumento vocal, debemos añadir que su encarnación del rol protagónico mantuvo esa especial magia que pocas artistas confieren a la interpretación, y que supo hacer propio manteniendo una empatía extraordinaria con el público. Debemos destacar su interpretación de la extraordinaria aria Ah, mio cor!, schernito sei!, momento que lamenta la pérdida de Ruggiero, su amado, que se ha fugado. El patetismo logrado en ella y su completa inmersión en el afecto, fue total, a lo que debemos sumar una puesta en escena que terminó con la intérprete arrodillada en el suelo -sin que su técnica vocal se viera mermada en absoluto- completamente rendida ante tal situación, momento culminante que cerró la primera parte de la velada.

Quien personificó precisamente a Ruggiero, fue la joven mezzosoprano Juliette Mey, auténtica revelación de la noche para quien esto suscribe. Ganadora muy recientemente de algunos de los más prestigiosos galardones del mundo del bel canto en su país natal, Francia, deslumbró al Teatro Real con su natural voz, bello timbre y dominio técnico, a lo que debemos destacar una natural y transparencia absoluta de la dicción del texto y de la prosodia italiana. La complejísima escritura handeliana de su rol, compuesto originariamente para Giovanni Carestini, ‘Cusanino’, afamado castrato italiano, rival de Farinelli, dejó absolutamente boquiabierto al público del Teatro Real, tanto en las arias de coloraturas imposibles, dominándolas de principio a fin con un dominio técnico arrollador, como en las arias más plácidas y líricas.

Los personajes de Bradamante, Melisso, Oronte y Oberto fueron encarnados muy apropiadamente por todos los cantantes que les dieron vida, destacando especialmente la labor de bajo Alex Rosen, de singular belleza tímbrica, igualdad en todo el registro vocal y magnetismo escénico. El tenor Stefan Sbonnik por su parte demostró una inusitada e impecable dicción del italiano en un papel plagado de complejos recitativos.

Francesco Corti volvió a brillar como director y como clavecinista de esta ópera, que se encuentra entre las más inspiradas de su compositor, y a la que insufló de una vitalidad y energía arrolladoras, contagiando instantáneamente tanto al grupo instrumental como a los cantantes. Mantuvo además un continuo equilibro sonoro entre instrumentos y voces, en donde cada personaje pudo ser escuchado nítidamente en cada recitativo y aria. Además, como componente del bajo continuo le confirió a este una riqueza tímbrica repleta de colores, muy necesarios estos especialmente en las arias que curiosamente se basan en los modelos del seicento, esto es, que acompañan al solista vocal únicamente por el bajo continuo, y que convierten al continuo, pues, en tan fundamental elemento, que estuvo en esta ocasión., lleno de vida y musicalidad.

Tuvimos la ocasión de comprobar las formidables cualidades de Francesco Corti como clavecinista virtuoso, en alguna aria que no dirigió y que desempeñó como miembro parte casi únicamente del bajo continuo, mostrando sus frondosas realizaciones amónicas de los arpegios más vivaces.

El público congregado en el Teatro Real ovacionó cálidamente a todos los intérpretes, obligándoles a ofrecer como propina las alegres danzas y el coro que cierran la ópera.

Simón Andueza

 

Elsa Dreisig y Sandrine Piau, sopranos, Juliette Mey y Jasmin White, mezzosopranos, Alex Rosen, bajo, Stefan Sbonnik, tenor, Bruno de Sá sopranista.

Il Pomo d’Oro, Francesco Corti, clave y dirección.

Teatro Real, Madrid, 15 de diciembre de 2024.

 

Foto: Elsa Dreisig (Alcina) y Juliette Mey (Ruggiero) / © Javier del Real | Teatro Real

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