Bajo un título tan poco afectivo como el de "Francia vs. Alemania" (ni efectivo, a tenor de la asistencia…) arrancó el Focus festival (que escribo en vano destacando con la minúscula un origen latino que puede y debe dársele, al margen de la obvia insinuación angloamericana que destila y no me ha cuadrado nunca).
Al margen de estos pormenores, buena presentación al micrófono del concierto con una autorizada preparación, reflexión y selección de los contenidos de su disertación, tanto en la primera, mejor, como en la segunda parte (y esto no se crean que es, ni de lejos, lo habitual en estos comentarios ad hoc…).
Tras este ilustrativo prólogo y natural contextualización, salió a la palestra una nutrida plantilla de la Orquesta Nacional de España: setenta y cuatro profesores nada menos, con una cuerda de magnitud apropiada y Álvaro Albiach al frente.
Una orquesta "a tres" para una obra también poderosa de inicio, Castilla de María de Pablos.
Tono heroico y lenguaje, como bien se apuntó, a medio camino de las tradiciones alemana y francesa, bien realizada con depurada claridad y fraseo en sus pasajes más complejos donde, como también se apuntó acertadamente, se demostraba su "condición" (condicionada al gusto del tribunal de turno…) de obra de concurso del Real Conservatorio Superior de Música, y, además… ¡ganadora!
Sus cénit tensionales de relativo carácter straussiano, desplegaron encendidas progresiones de ejemplar textura. Sin hablar de la fina orquestación, como, por citar una al vuelo, aquélla que siguiera un solo de violonchelo, del concertino, oboe, flauta, trompa... en la coda: ¡Primer premio!
La inspirada "fantasía coreográfica" para orquesta Ritmos de Joaquín Turina gozaba de mayor libertad creativa, en un planteamiento de suite camuflada en un solo movimiento sin interrupción.
Secciones identificables resueltas con aquel espíritu clarificador, dinámico y entregado a la causa. Una entrega correspondida por la excelencia de la música entre manos y un final arrebatador que desató espontáneos bravos como si de una obra "de estreno" se tratara. Me uno desde aquí…: ¡Bravo!
El Infierno por definición, el de la Divina comedia de Dante, pintado musicalmente por Conrado del Campo, ofrecido entre preludios de Richard Wagner, Tristán e Isolda y Parsifal, copó la segunda parte, tras el descanso.
Una segunda parte vertebrada ya sin tapujos, alrededor de un, otrora, wagnerianismo imperante.
El Preludio del Tristán logró crear la atmósfera tensiva y estimulante de su cima extático-sensual en andas del dinamismo ya desplegado.
El Infierno de Conrado mostró su energía, desde unos bien definidos bajos en un arranque que me recordaba al Liszt de los poemas sinfónicos (eso sí, aquí algo más wagneriano, si cabe). Bajas frecuencias de "inframundo" que encajan con la imagenería musical del tema tratado.
Una estructura cuidadosamente cincelada que se demostró en esta cabal versión, al alcanzar su convincente remate conclusivo, con el consabido e implacable pizzicato (punto y final) de los contrabajos: ¡Chapeau!
Y, para terminar… otro preludio (!?) (¿Será el eterno retorno nietzschiano?). Una confusa escolta simétrica a Conrado, pues: A-B-A.
Otro Preludio, esta vez el de Parsifal que no precisa comentarios más allá del adelantado uso que hace del tiempo, del ritmo y compaseado en partitura, con una mágica flexibilidad.
Por cierto, ya puestos a puntualizar sobre las aspiraciones generales de este festival, permítanme hacer unos breves comentarios.
Para empezar, aunque sólo sea por equilibrio, hubiera substituido alguno de estos dos conocidos Preludios de Wagner, redundantes de esta guisa divulgativa a caballo entre los mundos galo y germánico, por algo de música francesa que, sin embargo, bien que se proclamó su patronazgo en la presentación: el belga-francés Franck en su olvidado bicentenario, mataría dos pájaros de un tiro (Les Djinns etc.), pero Dukas y tantos otros mencionados, por descontado, también: "Pourquoi pas?"
A la salida, en los amplios pasillos del Auditorio Nacional y siguiendo al propio título del ciclo con sano espíritu bromista, me soltó un amigo de primeras: —"¡Alemania, 4 - Francia, 0!" (yo puntualicé, —“... pero con destacado trío arbitral… español“).
Siendo sincero, yo no hubiera insertado estas eximias piezas sacadas del fondo del repertorio más transitado, y menos, como fuera el caso, con autor repetido (el único, siendo el invitado...) y rodeando al wagneriano Conrado, porque, al margen de la obvia y plausible intención pedagógica (o, si quieren, pragmática de cara a las apetencias del público, de cara "a la galería…"), también se puede fácilmente interpretar como coartada o disculpa “non petita…“ para unas, de facto, concienzudas e inspiradas partituras de aquí que no necesitan más que de medios y entrega sobre las tablas, como los generosos volcados en esta ocasión, y, en paralelo, un sistema de producción y publicidad atractivo.
¡Con lo fácil que hubiera sido, por ejemplo, poner la obra de Del Campo completa y no a medias… media hora larga, sí, pero bien aprovechada…! y…, bueno…, si insisten, como "piedra de toque", sin complejos, alguno de estos magníficos y recurrentes preludios de Wagner.
El ciclo tiene más episodios, eso sí… ¡no se los pierdan!
Luis Mazorra Incera
Orquesta Nacional de España / Álvaro Albiach.
Obras de del Campo, de Pablos, Turina y Wagner.
OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.