Boesch se está convirtiendo, con Gerhaher y Goerne, en uno de los habituales del Ciclo de Lied en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, coorganizado con el Centro Nacional de Difusión Musical. Este año intervendrá en él en tres ocasiones y a la vista de los resultados de este primero, bienvenido sea.
Se trata de un cantante vigoroso; ni su voz ni su estilo interpretativo son idóneos para todo el repertorio liderístico, quizá el más sutil, el más lírico, no le sea muy afín, pero estas carencias las compensa, y con creces, en el que si lo es, gracias a una fuerza y una intensidad dramática fuera de serie. Cuando interpreta obras que se ajustan a su temperamento podemos asistir a una verdadera exhibición de arte intenso y conmovedor.
El recital comenzó con cinco Lieder de Schubert. Fue la parte más floja de la velada; una especie de calentamiento en la que predominó una cierta monotonía y una ausencia de los matices imprescindibles para interpretarlos. Quizá fue con Herbst con el que el barítono tuvo una intervención más acertada.
Con la selección de 7 Lieder del “Italienisches Liederbuch” de Hugo Wolf, el ambiente se fue caldeando, aunque me pareció que aún estaba un tanto reservón hasta que llegó el desgarrador “Dass doch gemalt all deine Reize wären”, que concluyó con un telúrico “Christ soll’ein jede” cantado e interpretado de forma magistral, con una emoción y entrega apabullantes.
Y llegó la guinda del pastel, “Los seis monólogos de Jedermann” de Frank Martin con textos de Hugo von Hoffmansthal que escuchamos el año pasado al espléndido joven barítono André Schuen. Se trata de obras profundamente dramáticas, cuya línea de canto es muy cercana al denominado sprechgesang, que requieren sean recitados de forma muy musical, sin obviar la fuerza desgarradora de su texto.
Boesch supo, merced a sus extraordinarias dotes dramáticas, sumergirnos en la tragedia de la vacuidad de la existencia de un hombre que lo ha tenido todo y se enfrenta a la muerte a la espera del juicio de Dios. Boesch vivió hasta la extenuación cada uno de los monólogos con una entrega sin fisuras que mereció el reconocimiento del público en una sala con el público cercenado por las medidas de seguridad derivadas de la pandemia que sufrimos.
Como propina nos ofreció el Wandrers Nachlied (II) de Liszt con texto de Goethe.
El pianista Justus Zayen acompañó espléndidamente al barítono. Una velada de excelente música y emocionante por lo que suponía de vuelta a la “relativa” normalidad.
Francisco Villalba
Florian Boesch, Justus Zeyen
Ciclo de Lied, Teatro de la Zarzuela, Madrid (Centro Nacional de Difusión Musical)
Foto © Andreas Weiss