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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Fischer en el atril y Goerner al piano dieron una gran noche - por José M. Morate Moyano

Valladolid - 22/01/2022

2º Concierto de abono Enero-Junio de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León en su sede en el 1º de sus dos pases, con el regreso de Thierry Fischer (Zambia, 1957), flautista nacionalizado suizo y actual Director Titular de las Sinfónicas de los Estados de Sâo Paulo (Brasil) y Utah (USA, donde la próxima Temporada será nombrado Director Emérito tras sus años de servicio), que nos visitó en el pasado año con una magnífica versión de la "Sinfonía con órgano" de Saint-Saëns, ganándose el derecho a volver, esta vez con la colaboración de Nelson Goerner (Buenos Aires, 1969), pianista residente en Ginebra, 1ª vez con la OSCyL.

Juntos abordaron el Concierto nº 2, para piano y orquesta, en Fa m., op. 21 (1829), escrito por F. Chopin antes que el 1º pero publicado después, de ahí su numeración cambiada, y que él mismo estrenó con tan sólo 30 años. Casi todo sabido de él, su dedicatoria a la Condesa Potecka, musa y mecenas en París, y que el íntimo 2º movimiento fue inspirado por la joven soprano polaca Konstancja Gladkowska. También sobre su valoración, discutida por si la orquestación es así o asá, si sólo piano más o menos dulce; lo cierto es que hoy se le reconoce como incluso avanzado a su época, diferente a los que Beethoven propuso, más en "línea brillante" para lucimiento del piano solista, que como desarrollo de una historia. Así lo entendió el tándem Fischer-Goerner.

Ya en la presentación de los dos temas orquestales del Maestoso, la OSCyL sonó robusta pero contrastada, sin perder el carácter romántico del Concierto; el piano entró brillante tras el 2º tema lírico que traspasa el oboe a los violines, con sonido cristalino que tomó el protagonismo sin abandonarlo hasta el fin. Fischer lo respetó siempre en todo, dejándolo tocar y permitiendo su escucha, con la colaboración de una orquesta ganada por la musicalidad que ambos imprimieron, que sonó fuerte cuando iba sola y piano en servicio del solista en sus deliciosos rubatos y justas dinámicas; el Larghetto fue hermoso, cuerda y piano nada almibarados, con sonido puro, sonoros silencios, preciosista el fraseo, con vientos dúctiles y final pianísimo para atacar el Allegro vivace, rondó con dos temas, limpio y encantador el 1º y una "kujawiak", mazurca polaca, el 2º, hecho por Goerne de modo festivo y jovial, cincelando cada frase, manteniendo el compás siempre Fischer y rematando con un "moto perpetuo" precedido por el curioso solo de trompa, que lleva al triunfal Fa M. de cierre.

Una versión estupenda que cautivó a un Auditorio que no regateó aplausos y salidas, obligando a Goerne a regalar un Chopin exquisito, donde no faltó ni un detalle de lo que atesora el compositor, cuando es tan bien interpretado como lo entiende este pianista, que triunfó plenamente en su presentación, despedido entre ovaciones.

La Sinfonía nº 2 en Mi m., op. 27 (1936-7) de Rajmáninov completaba el programa y permitió confirmar todo lo que se vio de Thierry Fischer el invierno pasado y en la  parte anterior: un Director que domina su oficio, claro, con autoridad, que no crispa nunca el sonido ni pierde su posición, con naturalidad, dejando tocar al músico  dentro de una versión pensada y seguida con concentración y gusto por todos y manteniendo tensión en lo que la partitura va contando. Con unas herramientas así y el conocimiento del estlio tradicional sinfónico ruso, los 4 amplios movimientos (se interpretó íntegra, salvo la repetición en el Largo) resultaron leves y atractivos.

Su ambiente es plácido, fruto de su composición en Dresde, donde el autor se desplazó para liberarse de la presión que sentía en su país por sus tareas como Director. Así la llevó el Maestro, alternando conflicto y serenidad en el doble 1er. movimiento, con lucimiento para corno y flautas-cuerdas; bien las trompas en el rápido Scherzo y precisión y empaste en todos los metales en ese tema gregoriano de difuntos que tanto revoloteaba por la cabeza de Rajmáninov, aquí expuesto con energía y tensión. El muy romántico Adagio en La M., incluso llevado al pop por su belleza, permitió lucimiento de todos: violines emulados por el canto de clarinete y oboes; el corno, la concertino y de nuevo el clarinete plenos de emotividad, redondeando lo expuesto en el Largo inicial y con un largo silencio final impuesto por Fischer y respetado por la Sala, cautivada por la elegancia y expresividad con que toda la orquesta cantó, con excelencia para la cuerda.

El vivace final fue, no sólo resumió todos los temas expuestos hasta el momento, en una especie de forma cíclica similar a la que proponía Franck, sino de todas las virtudes interpretativas lucidas hasta entonces, para un final rotundo y redondo que hizo vibrar al Auditorio que estalló en repetidas ovaciones a Director y  orquesta, traducidas en salidas y saludos repetidos. Gran noche.

José M. Morate Moyano

 

Nelson Goerner, pianista.

Sinfónica de Castilla y León / Thierry Fischer.

Obras de Chopin y Rajmáninov.

Sala Sinfónica "Jesús López Cobos" del CCMD de Valladolid.

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