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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica - Firma, proyección y estereofonía (OCNE)

Madrid - 02/12/2019

No es ningún secreto que cada director, y Christoph Eschenbach no va a ser precisamente una excepción, gusta de imprimir una factura personal, su firma, a la interpretación de las obras que elige y dirige, más aún en los repertorios más trillados que son precisamente aquéllos que más lo necesitan. Hoy, en esta tarde de viernes de temporada de la Orquesta Nacional de España, el citado director alemán dispuso dos obras de desigual recorrido por nuestros atriles aunque parejo atractivo y singularidad: un Haydn sinfónico de madurez, la Sinfonía que hace el número 104, en re mayor, no tan visitada como justificaría su sustancia musical, y un Shostakóvich de libro, la recurrente sinfonía Quinta en re menor… ¡Y mira que escribió quince, el susodicho! ¿Algo tendrá el agua cuando la bendicen…? Por cierto, el final mayorizado del último movimiento de ésta, hace que el concierto, visto como una obra en su conjunto, partiera y nos dejara… en la misma tonalidad: en re mayor.

Obras trascendentales del repertorio de sus respectivos catálogos sinfónicos por diferentes razones. Al margen de la relación tonal indicada, Shostakóvich es, de hecho, de los pocos autores del siglo XX y XXI que permite cualquier comparación en programa, por trascendental que está sea.

La Sinfonía 104 de Franz Joseph Haydn mostró, como ocurre a menudo con obras erróneamente calificadas de teloneras en contextos sinfónicos modernos, su dificultad, y, más aún, con la exigencia detalle de articulación conjunta con que se presentó en esta ocasión. Un compromiso bajo las condiciones que rodean, hoy en día, la preparación de un concierto sinfónico. Una plantilla de cuerda dimensionada a cuatro contrabajos pero reducida en una unidad justamente en esta sección grave, esto es, con tres contrabajos… seis violonchelos, etc. Una decisión no sólo técnica, sino estética; acertada pero exigente por el plus de transparencia que supone.

La Quinta sinfonía de Dmitri Shostakóvich, se presentó con una cuerda dimensionada a unos poderosos y envidiables ocho contrabajos, con las violas dispuestas a la izquierda proyectando de cara a platea, tras los violines primeros, y los dos grupos de violines, entonces, enfrentados “en un imaginado estéreo”, a ambos lados del podio, y presumió así de, al menos, tres rasgos reseñables: la sutil belleza de unos destacados “segundos temas” líricos, el acomodo ya reseñado de las violas que benefició la proyección de su sonoridad en platea a la que Shostakóvich, a la sazón, da especial protagonismo, y el tempo ya en la coda final, relativamente majestuoso y ralentizado para lo que suele ser habitual en esta posición postrera. Versión, pues, más tendente a la tradición romántica de un Tchaikovsky, por citar un ejemplo al paso, que al escarnio tímbrico y rítmico de otros modelos contemporáneos.

Luis Mazorra Incera  

Orquesta Nacional de España / Christoph Eschenbach.
Obras de Haydn y Shostakóvich.
OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.

Foto © Rafa Martín

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