Tras el gran éxito obtenido la temporada pasada, nos visitó de nuevo el gran trompetista Pacho Flores, en el séptimo concierto de abono de la presente temporada de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria junto al director canario David González, y como suele ser habitual, con dos piezas para solista y orquesta compuestas pensando en sus excepcionales dotes, que Flores estrenó y pasea por el mundo.
Salseando de Roberto Sierra mantiene la estructura tradicional del concierto con solista en tres movimientos rápido-lento-rápido y está inspirada en los trompetistas de la era dorada de la salsa en los movimientos extremos, mientras el lento central es su versión personal de un bolero de los años 50-60 del pasado siglo.
Historias de Flores y Tangos de Daniel Freiberg, argentino afincado en Nueva York, en dos movimientos, incorpora sonoridades y ritmos de la música tradicional hispanoamericana como el huapango mejicano, el joropo venezolano y la chacarera en el primer movimiento o el tango y la milonga argentinos en el segundo. En ambos Flores, utiliza distintos tipos de trompeta fabricadas siguiendo sus indicaciones, todas con cuatro pistones en lugar de los tres habituales, lo que amplía el registro grave de estos instrumentos una octava y les otorga una sonoridad excepcionalmente brillante en toda su tesitura.
Son obras muy agradecidas para el solista, en las que lo más interesante es el amplio despliegue virtuosístico de la trompeta, con amplias cadencias para el solista, en el primer y tercer movimiento en el caso de Sierra, y en el segundo en Freiberg, pero con una parte orquestal escasamente imaginativa. En Sierra, cuerdas y maderas son irrelevantes, centrándose la atención en los metales y la omnipresente percusión y en el Freiberg el sonido general de la orquesta está más presente, pero todo suena muy trillado.
El foco está en Pacho Flores, que en este sentido no defrauda. Sus enormes facultades y su desparpajo acaban convirtiendo el concierto en un show, que incluyen diálogos con el público y alcanzan su cenit en la ya habitual interrupción de la cadencia del concierto, en este caso el de Freiberg, para entablar una conversación con el auditorio que incluye citas del Concierto para trompeta de Haydn o de la Pequeña Serenata de Mozart que el oyente debe completar tarareando o entonar el Cumpleaños Feliz en celebración del aniversario del director.
Es innegable que Flores añade un soplo de aire nuevo al ambiente formal de los conciertos sinfónicos y que atrae a ellos a un público no habitual, pero al igual que comenté el pasado año, echo de menos encargos a compositores actuales de mayor relevancia, que doten a sus obras de una enjundia musical que estas piezas no tienen. Algo similar a lo que en su momento hizo Rostropovich con el cello. Director y orquesta se implicaron con ganas en la propuesta del solista.
La segunda parte estuvo dedicada a la Quinta Sinfonía de Prokofiev. Lamentablemente David González no logró una versión coherente. El primer movimiento sonó deslavazado y amazacotado en las texturas, de crescendos atronadores que no se justificaban por la progresión anterior. En el segundo movimiento, que correspondería al tradicional Scherzo, el excelente nivel de los músicos de la orquesta permitió su lucimiento en los innumerables pasajes a solo, con texturas algo más diáfanas. El tercer movimiento Adagio, centro espiritual de la pieza, no obtuvo el clima desolado que requiere. Las sucesivas apariciones del tema principal sonaron reiterativas por la imposibilidad de la batuta de dotar a cada una de su individualidad, con una sonoridad general abigarrada y confusa de la que resultaba complicado entresacar los diferentes temas. Algo que se agravó aún más en el Allegro final, tal vez la parte más débil de la pieza, donde el progresivo incremento de la tensión que culmina en la épica coda final brilló por su ausencia.
Juan Francisco Román Rodríguez
Pacho Flores, trompeta.
Orquesta Filarmónica de Gran Canaria/David González.
Obras de Sierra, Freiberg y Prokofiev.
Auditorio Alfredo Kraus. Las Palmas de Gran Canaria.