De la mano de Schubert y del ciclo Otoño barroco, conocíamos la voz prometedora de Francisco Fernández Rueda, joven tenor sevillano, quien sin embargo ya ha tenido la oportunidad de cantar a las órdenes de Savall, Christi, Onofri, Biondi o Sardelli, y que se enfrentaba por primera vez a este bellísimo ciclo de La bella molinera. Lo hacía, además, acompañado de un gigante del fortepiano: Arthur Schoonderwoerd, quien lleva toda su vida dedicado no sólo a la interpretación del instrumento, sino a la enseñanza e investigación de su trayectoria. Eso, y el recoleto espacio Turina con la tarde de invierno, incitaban al recogimiento, al disfrute de una verdadera soirée romántica.
Con la voz todavía fría entonó una de las canciones más populares del cuaderno, la primera (Das Wandern), donde un registro todavía ahuecado, sin completar, se movía con cuidado por la media voz, acentuando mucho el vibrato, a la vez que una impostación no muy marcada traslucía el hermoso color de su voz. Todo fue en un “crescendo”, musical y vocal, hasta alcanzar Halt! (“¡Alto!”), en el que al coincidir con los “ardientes rayos de sol” su voz se alzaba en plenitud, y ya no cesaría hasta el final del recital. En este punto hemos de valorar lo que tantas veces pedimos -y otras tantas callamos- de contar con títulos mediante los que ir siguiendo el texto, y que en el género lied y en Schubert en particular es de valor incalculable.
Sentimos cómo Fernández Rueda se había metido en la delicada piel del enamorado que enamoró a Schubert a partir de los poemas de Müller, que quiso ser arroyo, dolor de amor o ansia de una muerte como descanso. A su lado, Schoonderwoerd correspondía a la intensidad de su canto con un instrumento de rabiosa contemporaneidad con la obra y que aportaba una tímbrica iridiscente a sus cuerdas, moviéndose habitualmente por la zona media y baja del teclado, tejiendo un cálido tapiz en el que envolver, presentar o despedirse de cada canción. De verdad que inolvidable.
Carlos Tarín
Francisco Fernández Rueda, tenor; Arthur Schoonderwoerd, fortepiano.
La bella molinera, de Schubert.
Teatro Turina, Sevilla.