Fazil Say fue solista del Concierto para piano en Sol M., de Maurice Ravel, un pianista al que ya tuvimos en citas anteriores como la ofrecida con la Orquesta Sinfónica de Galicia, incluyendo el estreno de Yürü Kösk (La mansión andante), de su propia firma, dirigida por Can Okan, una aproximación a experiencias orientalistas procedentes del folklore turco con recreaciones atmosféricas cercanas al jazz. Obra homenaje a Kamal Atatürk, fundador de la Turquía moderna. Yürüyen Kösk Op. 72, sería una rapsodia para piano que formaba parte de una serie de trabajos compuestos inicialmente para quinteto de cuerdas. Idea que pudimos apreciar en la pieza para el bis elegida.
Fazil Say viene avalado por una larga trayectoria de colaboración con primeras orquestas, a las que se añaden sus colaboraciones con agrupaciones camerísticas, como la que mantuvo la violinista Patricia Kopatchinskaia, Maxim Venguerov o el Cuarteto Minetti y María Crebassa. En el espacio de la composición, recibió encargos del Salzburger Festspiele, el WDR, el Festspiele Mecklenburg-Vorpommern, la Fundación Louis Vuitton, o la Orpheus Chamber O. Fue artista en residencia de la Konzerhaus Dortmund; el Konzerthaus Berlin; Alte Oper Frankfurt, la Wiener Konzerhaus; Schleswig- Holstein Music o el Bodenseefestival y más recientemente, de la Tonhalle-Orchestra Zurich. Amplia es su discografía repartida entre los sellos Teldec Classics; Naïve; Grammophon Classics, recibiendo premios como el BOTO KLASSIC o el Grammophon Classical Music Award.
Maurice Ravel compuso dos conciertos para piano, uno de especial querencia, el dedicado para la mano izquierda (1929/30), en atención al pianista Paul Wittgenstein, hermano del ilustre pensador Ludwig, autor del Tratatus logicus.philosoficus (1921), familia que mantendría cotidianamente, relación con personalidades de la vida intelectual de la Viena de aquellos años. Paul había perdido el brazo derecho en la Primera Guerra Mundial y la obsesión por mantener una vida activa con el instrumento, hizo posible que este compositor se decidiese por abordar la composición de esa obra, que con evidencia, sobrepasa los imaginables condicionantes de sus limitaciones, consiguiendo una curiosa aceptación en las salas de concierto. Todo un encargo que redundará en otros de aquel momento, como fueron Parergon zur Symphonya domestica Op. 73, de Richard Strauss; Panathenäunzug Op. 74, del mismo autor mientras que Sergei Prokofiev, respondería con el Cuarto concierto para piano en Si b.
Este Concierto para piano y orquesta en Sol M. (1929/31), queda como su penúltima obra y tiene afinidades con su apreciado Gabriel Fauré, obra repartida en tres tiempos, en una dedicatoria a Marguerite Long (1874/1966), quien comenzaría su carrera en la Salle Pleyel-Wolff, tras recibir un Primer premio, como alumna de Marmontel. También en Les Concerts Lamoureux, logrará un gran éxito, consiguiendo una plaza de profesora en el Conservatorio (1906). Se apreció en ella su cuidado en los aspectos de la digitación y las condiciones esenciales de una ejecución afiligranada á la française, midiendo sin reparo el respeto al autor de cada obra y que la propia intérprete sabría ayudar a descubrir sus aspectos esenciales. Amiga de Debussy, con el que trabajó durante años, pronto descubrió la obra de Ravel, estrenando una obra tan personal como Le tombeau de Couperin, y en sus actividades docentes, defendería el legado de ambos compositores, a los que añadirá Gabriel Fauré, en la École Nationale de Musique. Abrirá su propia escuela en 1941: Marguerite Long- Jacques Thibaud, fundando un año después el prestigioso concurso que llevaría su nombre, teniendo alumnos como Samson François; Yvonne Lefebre; Lucette Descaves; Jean Doyen; Jacques Février o Nicole Henriot.
Tres tiempos comenzando por el Allegrement, protagonizado por la flauta piccolo con su tema de entrada en su ritmo alegre de danza rústica que se desarrollaría con animación, entre sonidos en pizzicato de violines y violas, entre trémolos de chelos y un redoble de tambor persistente. Asomaba el piano entre arpegios vacilantes entre tonalidades mayores de Sol M. a Fa sost. M., efecto de bitonalidad de pulso agresivo para pasar a un crescendo entre glissandi del teclado. Será este mismo quien recrearía un aire de perfiles jazzísticos que en lo posible, recordarán al Concierto para la mano izquierda, un extenso pasaje que permitirá las entradas de instrumentos de viento con el resto de la orquesta. El Adagio assai, quizás más clásico, se atuvo al modelo mozartiano del Quinteto para clarinete, una ambientación medianamente ambigua por sus ritmos, curiosas armonías y disonancias entre diversas coloraciones. El piano disputaba con la flauta, el oboe y el clarinete, litigando con las trompas y el corno inglés. El Presto permitió al piano imponer su primacía sostenida por tres temas separados por su desenvoltura, enfrentados a la flauta piccolo, el trombón, sobre una idea de inspiración folklórica, hacia una marcia propuesta por trompas y trompetas, que recuperaba el piano en el desarrollo que trajo una conclusión contundente sobre cuatro ásperos acordes. Merecía mención la portentosa orquestación, que ayudaba a la tensión dramática. Para el solista, lo más apreciado fueron los tiempos primero y tercero. Pianista especialmente apreciado y que resultó un protagonista genuino, para el programa preparar la continuación con los aspectos autobiográficos de maestro por excelencia de los poemas sinfónicos.
Richard Strauss- Eine Alpensinfonie Op. 64 (Sinfonía Alpina)-, fue obra para confirmación del planteamiento de González-Monjas, a la vista del orgánico elegido, que añadiría la colaboración de miembros de la Joven de la OSG, aliciente que motivaría el reconocimiento agradecido de abonados y aficionados. Composición estrenada en la Filarmónica de Berlín por la Hofkappele Dresden, dirigida por el autor, en una dedicatoria al conde Nikolaus von Seebach y la propia orquesta. Obra de considerable recursos orquestales, como gustaba plantear en el género de sus poemas sinfónicos, en especial en estas composiciones tardías, en la que las obras escénicas recibían una atención preferente. El compositor en un apacible retiro en los Alpes bávaros, no pudo resistirse a la influencia de sus paisajismos. El resultado fueron los distintos tiempos, decididamente expresivos.
Nacht (Noche), una contemplación ante la naturaleza expresada por las cuerdas divididas sobre matices pianissimo para enfrentarse a tubas y trombones con un tema solemne, una especie de leit motiv luminoso con la llegada de la aurora. Sonnenaufgang (Salida del Sol), un fortíssimo de la orquesta que encumbraría un tumultuoso paisaje. Der Anstieg (El ascenso), despliegue sobre distintas variantes sonoras, para pasar a Eintriit in den Wald (Entrada en el bosque), arrullo de cantos de pájaros con ligeros toque de trompetas. Wanderung neben dem Bache (Paseo cerca del arrollo), al que siguieron Am Wasserfall (En la cascada); Erscheinung (Aparición); Auf blumingen wiesen (En las praderas en flor) y Auf der Alm (En los pastos), momento evocador por el tratamiento de glissandi de arpa y toques de campanas con la trompa. Durch Dickchit und Gestürpp auf Irrweggen (Errando a través del bosque); Auf em Gletscher (Sobre el glaciar); Gefahrvolle Augenlicke (Momentos llenos de peligro); Auf dem Gipfel (En la cumbre) y Vision, ascensión de ensalzamiento en el que los instrumentos de viento en registro sobreagudo, recargaron los más acerados resultados. Para seguir comba a la serie de pasajes coloristas: Nehel steigen auf (Ascensión entre la niebla); Die Sonne verfinstert sich allmählich (El sol se ensombrece poco a poco). Elegia; Stille von dem Sturm (Calma antes de la tormenta), con la cuerda expresando una extensa melodía; Gewitter und Sturm (Tormenta y tempestad), entre llovizna trepidante por el rugido instrumental, como detalle punzante; Abstieg (Descenso); Sonnenuntergang (Puesta de Sol) y Ausklang, Nacht (Paz, noche), un espacio conclusivo que se mostraba en pianissimo hasta apagarse cándidamente. Paisajismos autobiográficos en clara despedida al devocionario wagneriano y un ideario de su grandeza suntuosa en lo relativo a su paleta orquestal, que nos arrastra hasta en sus detalles de sensualismo tímbrico plagado de planteamientos armónicos.
Ramón García Balado
Fazil Say, piano
Orquesta Sinfónica de Galicia / R. González-Monjas
Obras de Maurice Ravel y Richard Strauss
Palacio de la Ópera, A Coruña