Realmente fascinante fue el concierto ofrecido por el Coro Nacional de España y su director, Miguel Ángel García Cañamero, encuadrado en el Ciclo Satélites que organiza la Orquesta y Coro Nacionales de España con sus propios músicos alrededor de su temporada sinfónica, y que nos trasladó de inmediato a lo más profundo y auténtico de la cultura norteamericana del siglo pasado y a su folklore más popular y espectacular.
El Coro Nacional de España hizo presencia en el escenario irremediablemente con una formación reducida con un total de veinticuatro integrantes, seis por cada cuerda, que fue escrupulosamente seleccionada por su director, y que contó seguramente con las voces más jóvenes, vitales y en forma de la formación coral, lo que permitió que la velada resultara llena de vitalidad, conjunción, expresividad y amor por un trabajo tan formidable y loable como es la música vocal de cámara.
Comenzó nuestro viaje a tierras americanas con la interpretación de dos motetes sacros de Aaron Copland, neoyorkino de origen ruso-judío, quien, mientras estudiaba en París en 1921 con la nunca bien ponderada Nadia Boulanger, compuso una serie de piezas eclesiásticas que muestran todo el refinamiento de la maestría europea combinada con la tradición norteamericana. Así, su primera obra, Help us, O Lord, de aparente sencillez por su homofonía y pureza melódica, pero de extendida armonía, nos introdujo en un místico ambiente mediante una interpretación que nos mostró a un coro de absoluto equilibrio sonoro entre sus empastadas y afinadas cuerdas, a la par que estuvieron en completa sintonía con el preciso y delicado tempo impuesto por su director titular. Sing ye praises to our King, segundo de los motetes, fue el revulsivo de todo lo anterior, todo un derroche de vitalidad mediante staccatti precisos de las cuerdas que acompañaban las bellas melodías de unas inspiradas y modélicas sopranos.
En 1950, el mismo Copland realiza una colección de composiciones bajo el título de Old American Songs basadas en el folklore americano con la inclusión de una deliciosa y elaborada parte para piano, de las que disfrutamos cinco, y que sirvieron para que comprobáramos los distintos recursos que tanto las secciones femeninas y masculinas pueden desplegar. Así, en Long time ago, destacó especialmente la unión exhibida entre las voces de tenores y sopranos al desempeñar sus motivos melódicos con unos unísonos fabulosos. The Boatman’s dance, pieza destinada en exclusiva a la sección masculina, contó con el barítono Enrique Ramos como solista, quien con una potente, directa e irónica interpretación comenzó a llevarnos al mundo de la esclavitud afroamericana con este minstrel song, que muestra la celebración astuta y obscena de los barqueros del río Ohio, afluente del Missisipi, fabulosamente recreada por la viril sección de hombres del coro.
Como contraste a esta desmesurada testosterona, la sección femenina nos enseñó cuán sutil, delicada y ensoñadora puede ser su interpretación de una pieza tan hermosa como At the river, tradicional himno cristiano del compositor de góspel Robert Lowry y que pone música a uno de los fragmentos más poéticos del Apocalipsis refiriéndose a la cristalina y pura agua de un manantial como un símil de la Salvación que nos espera en Dios, que mediante un delicadísimo y pulcro sonido de las sopranos primeras se nos transmitió a la perfección. Cerró esta selección de piezas la divertida I Bought me a cat, canción infantil no carente de doble sentido, que muestra toda una serie de onomatopeyas de distintos animales, como el gato, el pato, la oca, la gallina, el cerdo, la vaca o el caballo, fabulosamente declamadas y destacadas por los cantantes, y que hicieron las delicias y arrancaron multitud de risas entre un público realmente divertido.
Si bien las obras anteriormente comentadas ya habían situado a los asistentes en medio del universo americano, seguramente fueron los momentos venideros los más emotivos, auténticos y desgarradores que pudimos disfrutar. El tenor Ariel Hernández, completamente solo y a capella, nos regalo una modélica interpretación de Swing low, sweet chariot, afamada plegaria desgarradora de los esclavos afroamericanos que tan solo desean volver a cas después de todo el dolor sufrido durante una jornada. Con todas las luces apagadas de la sala y con tan solo un foco iluminando al solista, Hernández cautivó a todos los presentes con la magia de quien realmente siente internamente lo que supone esta música. Su desnudo canto fue toda una dicha de estilo, emoción e introspección, mediante un canto natural e imbuido del peculiar estilo de esta peculiar música, acariciando tiernamente cada nota con un bello timbre vocal.
Sin solución de continuidad, la sobrecogida audiencia disfrutó de la primera de las piezas de Moses George Hogan, uno de los maestros más reputados en la elaboración del querido género góspel, Hear my prayer, en un ambiente todavía de penumbra. Esta plegaria de búsqueda del consuelo divino en el ambiente tan trágico de los esclavos norteamericanos, resultó realmente conmovedora a través de su sencillez sublime. La afinación, empaste, la perfección de los unísonos y la belleza de la emisión vocal exhibida durante su ejecución, permitieron que el momento tan especial que Ariel Hernández había comenzado, continuara emocionando en cada rincón de la sala de cámara.
Las tres composiciones de Moses George Hogan con los que le concierto prosiguió fueron el contraste perfecto para que todo el público congregado siguiera con el deleite mediante el ritmo y la diversión, ya que toda la espectacularidad de los cánticos góspel estuvieron contenidos en ellas. En I’m gonna sing ‘til the spirir moves in my heart la cuerda de tenores comenzó a bailar en sus alegres melodías mientras que el resto de la agrupación le acompañaba con efectistas acordes, y Joshua fit the battle of Jericoh fue el final perfecto de este bloque que conectó de inmediato con un entretenidísimo público que ya movía sus piernas y brazos en las butacas. Muy destacable fue, además, la vitalidad, conexión y energía denotada por muchos de los miembros del Coro Nacional, quienes con miradas cómplices e improvisados movimientos de baile impulsaron aún más la energía y el entretenimiento. Las espectaculares intervenciones solistas de las sopranos Rebeca Cardiel y Paloma Friedhoff fueron la antesala perfecta de un clímax rematado por uno de esos acordes de jazz que tanto gustan a las masas.
El pianista Jesús Campo puso la serenidad necesaria a esta apasionada situación mediante la interpretación de una fantasía sobre temas de la archiconocida música del musical Leonard Bernstein West Side Story, arreglada por Felton Rapley. Sonaron melodías como I feel pretty, America o Maria, masculladas por una buena parte de los encantados espectadores.
Precisamente de Leonard Bernstein fue la obra interpretada a continuación, sus Chichester Psalms, obra sacra influenciada por todo lo anteriormente escuchado, el musical, los espirituales, la música de la tradición americana, y aderezada con la tradición judía de Bernstein a través de las melodías y los textos en hebreo. El contratenor Christian Borrelli ejerció como solista en unas melodías que suelen ser interpretadas por niños solistas, y así lo recogió Borrelli a través de un etéreo y aniñado timbre que se deslizaba por las melodías perfectas para una banda sonora de película que ideó Bernstein en Adonai ro-i, lo ehsar. En este fragmento destacaron los fabulosos contracantos femeninos de la melodía del contratenor, especialmente los ejercidos por las sopranos, en perfecta unión y sincronía. El movimiento que concluye estos salmos, Adonai, Adonai, o gauah libi, nos mostró unas secciones masculinas con un empaste y afinación envidiables, con una dulzura y delicadeza en los tenores y con una rotundidad y nobleza por parte de los bajos. Asimismo reseñable fue la pronunciación de la vocal “a” en la melodía final a unísono, algo que denota el arduo trabajo de García Cañamero en detalles de vital importancia que muchos directores pasan por alto, y que dio como resultado una melodía de total conciliación y homogeneidad.
Miguel Ángel García Cañamero, creador de este espectacular y entretenido espectáculo, se mostró como un director siempre atento a cada frase y motivo de concierto, con un gesto preciso, estable y claro que permitió que la música fluyera con toda la naturalidad que este repertorio necesita, manteniendo a la vez un tempo estricto, pero a la vez flexible con afectivos rubatos. Su expresividad estuvo presente en los distintos caracteres de las obras, permitiendo el contraste necesario entre ellas. Además de la excelencia musical demostrada, García Cañamero manifestó sus magníficas dotes como comunicador y maestro de ceremonias, al introducir y explicar de un modo muy ameno, pero a la vez docto, para el público cada bloque de obras, explicando su significado y propósito, a la vez que ilustró las biografías apasionantes de los compositores y su contexto.
La formidable velada concluyó con una pieza del inigualable George Gershwin, Fascinating Rhythm, canción festiva y alegre que puso en movimiento y verdadera complicidad a los miembros del Coro Nacional de España, algo que contagió al público que sintió como un suspiro la duración de más de una hora del recital. El precioso acorde final de la pieza, con un espectacular, pleno y bello agudo de las sopranos, desató la cálida ovación de un público que no solamente disfrutó de unas músicas formidables, sino que se imbuyó absolutamente de la emoción y magia de estos intérpretes. Ojalá que pueda volver a repetirse tan sensacional evento.
Simón Andueza
Coro Nacional de España.
Miguel Ángel García Cañamero, director.
Christian Borrelli, contratenor, Ariel Hernández Roque, tenor, Enrique Ramos, barítono, Rebeca Cardiel, soprano, Paloma Friedhoff, soprano. Jesús Campo, piano.
Obras de Aaron Copland, Moses George Hogan, Leonard Bernstein y George Gershwin.
Ciclo Satélites 21. Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música, Madrid.
25 de mayo de 2021, 19:30 h.
Foto © Simón Andueza