No es Bohuslav Martinů un compositor habitual en las programaciones de nuestras orquestas. Y es una lástima, pues su música es un dechado de inventiva que lo mismo recrea los ritmos y melodías populares checos que juega con las venerables formas del pasado, sin olvidar su reivindicación de la emoción más pura.
De esto último precisamente hay mucho en la Rhapsody-concerto para viola y orquesta, que la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC), bajo la batuta de Cristian Macelaru, interpretó el pasado 11 de noviembre.
Compuesta en 1952, es una partitura de carácter otoñal, toda ella llevada por un sentimiento melancólico que la cálida voz de la viola hace aún más evidente. La encargada de defender la parte solista fue la joven Sara Ferrández, quien supo recalcar ese aire introspectivo que la obra requiere, en contraste con el tono más dramático que intentó imponer Macelaru.
El romanticismo otoñal de Martinů contrastó de manera brutal con el carácter más especulativo de la obra que abrió el programa: Tesselle, de Octavi Rumbau (n. 1980). Encargo de Barcelona Creació Sonora, un proyecto nacido durante la pandemia que ha permitido financiar composiciones de 34 creadores de la ciudad, es una partitura que, según su autor, parte de “estructuras rítmicas microscópicas organizadas en canon que, proliferan a lo largo del tiempo como una masa amorfa en constante proceso de contracción y dilatación”.
La base es la escala, expuesta tal cual una y otra vez con los pertinentes cambios de color y registro, de lo más grave hasta el extremo agudo, y arropada por una serie de recursos (microtonalidad, pulsación a base de células rítmico-melódicas repetidas, clusters, glissandi, efectos de boca en flautas…) que a estas alturas no pueden ser más académicos. Hay momentos tímbricamente sugerentes, pero incluso estos se extienden tanto que acaban volviéndose reiterativos. La versión de Macelaru fue analítica y profesional.
El programa concluyó con una Sinfonía n. 3 “Renana” de Schumann que Macelaru atacó a un tempo vertiginoso, de forma rauda e implacable. Fue una versión musculosa, afilada, llena de energía y vigor, pero que se quedaba en la superficie en lo que a expresión se refiere. Su mayor atractivo fue ver cómo la OBC respondía con pulcritud a la inquieta batuta, aunque su sección de metal no sonara esta vez tan limpia como en otros conciertos de esta misma temporada.
Juan Carlos Moreno
Sara Ferrández, viola.
Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya / Cristian Macelaru. Obras de Rumbau, Martinů y Schumann.
L’Auditori, Barcelona.
Foto © May Zircus