Vibrante intervención la de la Rundfunk Sinfonieorchester Berlin junto a su director titular, Vladimir Jurowski, y con el joven pianista canadiense Jan Lisiecki como solista, en el ciclo de Ibermúsica en Madrid.
La formación alemana celebra estos días el primer centenario de su fundación, que tuvo lugar en octubre de 1923, a lo que se une el de otra efeméride: la de los 150 años del nacimiento de S. Rachmaninoff. Todo se vuelve aún más encomiable al contar con un maestro como Jurowski, que conoce a la perfección tanto a su orquesta como al repertorio propuesto para este evento: El Scherzo Fantástico Op. 25, de J. Suk, el Concierto para piano Núm. 2 en sol menor, Op. 16, de S. Prokófiev y la Sinfonía Núm. 3, en la menor, Op. 44, de S. Rachmaninoff.
Ya desde los primeros compases del Scherzo Fantástico de J. Suk quedó patente el gran entendimiento entre maestro y orquesta. La exquisita exposición de los motivos temáticos de la primera sección de la obra por las maderas y cuerdas, sobre todo en el terso y cantabile tema de los violonchelos, dieron impulso a esta vitalista obra llena de colorido, cuya lectura diáfana, sutil en todas las intervenciones de las distintas familias orquestales, lírica y a la vez pasional, sirvieron de perfecta apertura a esta festiva jornada.
El Concierto para piano Núm. 2 de Prokófiev fue, sin duda, uno de los platos fuertes de la velada. La total complicidad entre los tres agentes musicales encargados de su interpretación fue la clave para exhibir, con absoluta maestría, excelencia e inspiración artística, las riquezas y aportaciones del genio ruso al género concertante implícitas en esta novedosa y difícil obra. Lisiecki navegó con suma exquisitez por el Andantino, en fluidas oleadas dinámicas sonoras, activadas en sus interlocuciones con la orquesta, pasando con naturalidad al rítmico Allegretto y a la posterior cadencia pianística. Fue en ésta donde el solista mostró sus verdaderas dotes virtuosísticas, conduciendo, con pulso seguro, la curva ascendente en tensión musical y dificultad técnica de su parte por medio de un uso inteligente del pedal, para no enturbiar los vertiginosos y extremos pasajes finales que, si bien resultaron efectivos en toda la cadencia, perdió, sin embargo, algo de peso sonoro ante la colosal entrada de la orquesta en le sección final del movimiento.
El Scherzo-Vivace discurrió fluido, preciso en su vertiente rítmica, bien articulado en la parte orquestal y ágil y dinámico en el piano, al igual que en el Intermezzo: Allegro moderato, cristalino en las progresiones de manos cruzadas y arabescos del piano, y con adecuado empuje rítmico y gracilidad en sus diálogos con maderas y cuerdas.
La obra concluyó con un brillante Allegro tempestuoso, claramente expuesto por Jurowski a la hora de cohesionar los distintos episodios contrastantes que lo forman. De nuevo, Lisiecki abordó con resolución la segunda cadencia del concierto, generando el impulso adecuado para conectar de nuevo con la orquesta en su última sección y llegar, de forma trepidante, al asertivo final. Solista, maestro y formación fueron aplaudidos con auténtico fervor por un público totalmente entregado.
Con toda la plantilla de la Rundfunk Sinfonieorchester Berlin desplegada sobre el escenario, dio comienzo el Lento-Allegro moderato-Allegro de la Sinfonía Núm. 3 de Rachmaninoff. Obra de gran calado romántico por sus amplias y desarrolladas melodías, contrastes de carácter y tempi -con ecos de Tchaikovski- y ampulosa orquestación -de tinte straussiano-, de claro perfil formal y factura rapsódica, la obra exhibió un magnífico acoplamiento entre todas las secciones instrumentales.
El Lento se inicia con un unísono de clarinete solo, trompa y violonchelo, estos últimos también a solo y con sordina, a partir del que se despliega el Allegro moderato, con la fluidez de tempo e inspiración melódica tan propias de Rachmaninoff, como ocurre en el tema principal recurrente expuesto por los chelos sobre el que se construye todo el movimiento. Vitalista, dramático o impetuoso, en manos de Jurowski todo parece fluir sin esfuerzo y con coherencia expositiva.
La trompa solista, acompañada del arpa, y seguida del solo de violín, iniciaron el Adagio non troppo: Allegro Vivace, para crear una atmósfera irreal de color oriental, acentuada por las intervenciones de los solistas de madera en ricas y variadas texturas, expuestas con gran sensibilidad, precisión rítmica y nitidez por maestro y formación.
El Allegro final, en todas sus variantes, fue abordado con brío y empuje rítmico, sobre todo en el fugato, verdadero alarde de consistencia orquestal. El motivo melódico de las cuerdas logró hacia el final del movimiento su punto climático, con un amplio fraseo cargado de sugerente sensualidad. Jurowski acometió el panel rítmico conclusivo, cerrando la obra con vigor y contundencia.
La orquesta berlinesa destaca por poseer una cuerda corpórea y, a la vez, cantábile; metales poderosos y bien ponderados con el resto de familias instrumentales; una percusión precisa en articulación, así como grácil y marcadamente incisiva cuando lo requiere la partitura; solistas de máximo nivel en sus intervenciones por su versatilidad, calidad sonora y musicalidad; y un director titular que es el verdadero centro de gravedad de todo lo que acontece en escena. Parco en gestos, pero determinante en sus indicaciones, Jurowski impulsa el discurso musical con clarividente naturalidad, pareciendo, a veces, abrazar a la propia orquesta para moldear con elocuencia toda la energía sonora proveniente de su interacción con ésta.
Ante la cascada de aplausos por la brillante versión de la sinfonía, Jurowski brindó una muy expresiva y enérgica interpretación de la orquestación del Preludio en do sostenido menor, Op. 3, Núm. 2, de piano, de Rachmaninoff, clausurando con brillantez esta velada de excelsa celebración.
Juan Manuel Ruiz
Jan Lisiecki, Rundfunk Sinfonieorchester Berlin / Vladimir Jurowski.
Obras de J. Suk, S. Prokófiev y S. Rachmaninoff.
Ibermúsica. Auditorio Nacional, Madrid.
Foto © Peter Meisel