El arranque de este FIAS 2024 (Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid) está siendo realmente asombroso. Ritmo pudo asistir a 3 de sus primeros conciertos en una edición que mantiene su frenética actividad y su desbordante calidad.
Tras 8 años de trabajo para quitarse el sombrero, Pepe Mompeán, con la ayuda de su inestimable equipo, ha sabido construir el festival más interesante de los existentes en España, convirtiendo en habitual algo que es realmente extraordinario y único. Su duración abarca los 34 días, durante los cuales se podrá disfrutar de 36 conciertos, con 31 estrenos y 6 encargos del propio festival. Su renovada inclusión de la letra i en su denominación no fue banal: cuenta con 11 conciertos con artistas o formaciones procedentes de 9 países diferentes: Alemania, Argentina, Canadá, China, Francia, Italia, Noruega, Portugal y Reino Unido. Su ampliación del concepto de lo sacro es asimismo muy interesante y actual. Podremos comprobar que el misticismo humano es capaz de trascender en ámbitos y géneros musicales tan lejanos aparentemente entre sí, pero que dan sentido completo a la integridad espiritual humana como la música antigua (una nutrida, numerosa y selección de grupos y músicos de primer orden) el flamenco, el flamenco-jazz, la música electrónica, los cantautores más vanguardistas, compositores e intérpretes de música contemporánea y el folk, aunarán fuerzas y conformarán el panorama cultural tan fascinante como se ha convertido este festival en la actualidad.
La primera cita de las que así les contaré corresponde al grupo de polifonía Cantoría, grupo emergente en los últimos años especializado en la interpretación de la Polifonía del Renacimiento ibérico, que comenzó como cuarteto vocal y que ha ido aumentando su orgánico con el paso del tiempo, además de ir aumentando asimismo su madurez interpretativa. El concierto que nos ocupa se desarrolló el día 17 de febrero en la Basílica Pontificia de San Miguel, sede principal del festival para sus conciertos de música antigua, que este año celebrará nueve citas, gracias en gran parte al gran interés de su Rector, Juan García-Morato, gran melómano, muy activo y entusiasta.
Bajo el título de Oficio de Tinieblas, el programa confeccionado por Cantoría para la ocasión, recreaba en un concierto ofrecido a un público actual, poco o nada habituado a este importantísimo rito ibérico, la ceremonia de la ceremonia litúrgica del Día de Viernes Santo, denominado ‘oficio de tinieblas’ fundamentalmente porque durante el transcurso de la celebración, que era presidida por un tenebrario (o candelabro litúrgico) de 15 velas, que representaban a 11 de los 12 Apóstoles (con la excepción de Judas), a las tres Marías y al propio Jesucristo (la vela central y única vela cuya luz siempre permanecía encendida), los cirios se iban apagando uno tras otro para quedarse el templo casi completamente a oscuras tras el canto de los salmos. Al final, solamente quedaba encendido el cirio principal, que recordaba la muerte del Redentor y que era ocultado en la sacristía para rememorar la oscuridad que cubrió la tierra tras su muerte, según las Sagradas Escrituras. Gracias al gran trabajo de reconstrucción litúrgica del padre Jordi-Agustí Piqué, Cantoría transformó el concierto un verdadero y sobrecogedor oficio de tinieblas con la interpretación magistral de algunas de las piezas de la música fascinante de Tomás Luis de Victoria (1548-1611).
Curiosamente la música del único autor, exceptuando la música del canto llano, de todo el concierto que no era Tomás Luis de Victoria, inició esta simpar celebración, con el apesadumbrado y fascinante motete a 5 voces de Jean Richafort (1480-1547) Hierusalem luge, afamada composición en su época que fue publicada hasta en 6 ocasiones por distintos editores en el ámbito franco-flamenco, y revisada y adaptada por nuestro amado Antonio de Cabezón (1510-1566), entre otros.
Como esta es una reseña conjunta de tres conciertos resumiré brevemente mis impresiones de éste y de las otras dos excelentes citas. Cantoría ha madurado en estos años mucho, muchísimo, tanto en interpretación musical como en expresión del texto. Lo que vivimos en la espiritual velada del pasado 17 de febrero me emocionó de tal manera que mis experimentados oídos para con esta música se rindieron completamente ante el espectáculo que nos ofreció el conjunto español, y es más, mi espiritualidad hispana que necesitaba vívidamente una interpretación acorde que hiciera justicia a nuestro descomunal patrimonio musical de esta época y estilo, encontraron finalmente una justa recreación de su sentido y expresividad. Debemos estar muy agradecidos a todos los investigadores y grupos extranjeros que supieron poner la mira en nuestra inmejorable música renacentista, pero ésta debe ser interpretada por nuestros propios conjuntos. La música sacra en latín no es ni debe ser una mera sucesión de bellísimas armonías y melodías inexpresivas con vocales y consonantes muy alejadas de nuestra esencia lingüística. Nuestra música clama a gritos para ser puesta en su justo valor una interpretación propia de calidad que revele su conjunto monumental de afectos, armonías y sentido espiritual y poético de sus maravillosos textos, que además buscan ser un vehículo de nuestra religiosidad más profunda. Pongamos un ejemplo. Así como no hay mejor intérprete que un nativo del ámbito germano para interpretar Ein deutsches Requiem de Johannes Brahms (1833-1897), sucede lo mismo con la música de nuestro amado Tomás Luis de Victoria o de cualquier otro compositor español de su época y estilo musical.
Así, las interpretaciones que ofrecieron Cantoría en el templo madrileño fueron de una verdad reveladora y de una naturalidad y expresividad que, junto a la enorme calidad de sus interpretaciones, pusieron rumbo a la interpretación que esta música llevaba años buscando. La afinación cristalina, con el sustento del órgano impecable de Joan Seguí, fue una constante de la noche, algo que en nuestros grupos profesionales más prestigiosos de otros ámbitos parece un tesoro de imposible consecución. Los acertados y expresivos, sí expresivos cantos llanos interpretados por sus miembros fueron otro de los puntos a destacar. Quien crea que el canto denominado gregoriano es un mantra que no debe ser interpretado con intención expresiva es quer no sabe muy bien lo que su texto encierra. Todos y cada uno de los tenores y barítonos que cantaron sus líneas fueron muy acertados e hicieron justicia a sus palabras, cada uno según su estilo y personalidad. No puedo destacar a uno entre los otros.
En cuanto a la polifonía propiamente dicha, nos hallamos ante una interpretación guiada, por parte de Jorge Losana, fundador y tenor del grupo, que siempre buscó la forma de cada frase, como bien hemos aprendido de los pioneros de esta interpretación, pero dando la justa libertad orgánica a la totalidad del conjunto, sin férreas ni dictatoriales direcciones opresoras que impidieran el diálogo de verdadera música de cámara que gracias a la impresión moderna en una partitura puede obtener el grupo, más allá de la práctica historicista que busca la interpretación de la vuelta a la práctica del facistol, algo que ´´únicamente la imposibilidad de poder llevar toda la música a cada intérprete es su verdadera y limitadora verdad.
No podemos ni debemos destacar a ningún cantante de entre los demás, puesto que lo acontecido en el concierto fue un loable trabajo de conjunto, de voces individuales que en perfecta consonancia y con unas características comunes completamente apropiadas para la época y estilo, supieron unirse en verdadera unidad interpretativa. Sí debemos de mencionar a cada miembro de cantoría, como es de justicia. Las sopranos fueron Inés Alonso y Rita Morais, los altos, Lior Leibovici y Vincent Chomienne, los tenores, Jorge Losana y Martí Doñate, y los bajos, Víctor Cruz y Lluis Arratia.
Debemos mencionar la teatralidad del concierto, aquí convertida en verdadero motivo de oración religiosa dada su misma naturaleza y acaeciendo en el templo católico en donde se desarrolló la actuación. EL apagado de las velas del tenebrario, una a una con un respeto máximo por `parte de Jorge Losana fue un poético ejercicio de reflexión que pone en contexto toda la interpretación musical de la velada. SA esto debemos añadir el momento de adoración de la santa cruz, que fue asimismo de un cariño y respeto máximo en su ceremoniosa y reflexionadora acción. El momento qen que todo el grupo va dando la vuelta hacia la cruz y la iglesia se queda iluminada con el único resplandor de la luz que simboliza a Cristo fue francamente mágico. Y, por último el estruendoso sonido que evoca el terremoto que sucedió a la muerte de Jesús fue asimismo de formidable espiritualidad y reflexión.
En definitiva, una noche que recordaremos por mucho tiempo y que debemos agradecer encarecidamente a Cantoría y a su director, Jorge Losana, por su consecución- Por último, me gusteará hacer un llamamiento a los programadores de nuestros festivales y ciclos, para que comiencen a priogramar en sus conciertos a nuestros profesionales más que experimentados, cualificados y con la precisa y verdadera interpretación de esta música. Debe ser este el momento en que por fin nuestros grupos, perfectamente preparados, recuperen el terreno que debemos ocupar, como ya lo han hecho sus colegas de otros repertorios (me refiero especialmente al repertorio de los siglos XVII y XVIII).
La abarrotada iglesia, completamente puesta en pie y con un verdadero sentimiento de plenitud y agradecimiento por lo presenciado, ovacionó vívidamente a todos los intérpretes.
Al día siguiente del concierto narrado, La Violondrina rescató la música de Sebastián Raval (1550-1604) en el Real Monasterio de la Encarnación con un programa titulado Qual Fenice. La figura del compositor al que se le dedicó este concierto monográfico del que muy poca gente conoce detalles de su interesante e intricada vida es pareja al conocimiento de su original y bella música, de la que tuvimos el privilegio de presenciar el estreno en tiempos modernos del programa del concierto en su totalidad. María Alejandra Saturno, fundadora y directora de La Violondrina, grupo de reciente creación, del cual asistimos felizmente a su primer concierto en esta ocasión, es asimismo una tenaz investigadora que supo reunir todas estas partituras de muy interesante música, y que por suerte ya han sido grabadas en un disco este pasado verano en un registro de muy pronta publicación.
Sebastián Raval, de origen noble, nació en la región de Murcia y llegó a luchar en los Tercios de Flandes, en donde fue herido de gravedad, por lo que tuvo que seguir su vida alejado del campo de batalla, lo que nos permitió disfrutar de su creativa labor como músico en Italia, lugar donde desarrolló toda su trayectoria artística, cuestión que nos permite comprender porqué todas sus piezas están en italiano, y el porqué de su clara influencia italiana tanto en la forma de su música como en el original orgánico de sus piezas, a veces expresamente documentado en los manuscritos. Así pues, felizmente disfrutamos de una velada de un recién nacido pero muy preparado y experimentado consort de violas, La Violondrina, quienes fueron el sustento armónico y melódico de la mezzosoprano Victoria Cassano en una antología de la obra de Raval, y que nos permitió conocer asimismo su interesante obra instrumental para este conjunto de vihuelas de arco.
Victoria Cassano, cantante de gran versatilidad tanto como cantante de distintas formaciones camerísticas, como solista destacada de otros muchas punteros grupos europeos, pero también muy destacada por su versatilidad en el registro vocal -puede perfectamente adecuarse a los más habituales registros femeninos del canto, tanto agudos como graves- fue la solista de este auténtico recital lleno de poesía italiana de difícil cohesión argumental, puesto que los textos de las canzonette de Raval muchas veces no narran una historia completa, algo que no fue obstáculo para que su discurso y su prosodia de la lengua italiana fueran absolutamente naturales, de gran fraseo y línea melódica, acompañados de una seguridad muy palpable de las novedosas partituras que interpretó. Su bello timbre y plena voz muy dúctil supo cohesionarse con naturalidad al conjunto instrumental, que siempre fue un atento compañero tanto armónico como de complicidad sonora. Debemos destacar, además la absoluta transparencia del italiano, que hizo innecesaria la lectura de los textos en su lenguaje original del concierto, gentilmente ofrecidos por el festival a través de su página web, así con su traducción al castellano.
La Violondrina no pudo tener mejor debut que el ofrecido en el madrileño Monasterio de la Encarnación. Encabezados por la viola da gamba soprano de María Alejandra Saturno, quien mostró un virtuoso desempeño de tan complejo instrumento, al mostrar siempre una hermosa, dulce y luminosa sonoridad del instrumento, incluso en su registro más agudo. Su labor como directora estuvo siempre a favor de una interpretación de una verdadera ‘música de cámara’ que permitiera el trabajo conjunto de todos los instrumentistas avezados allí congregados, como Xurxo Varela como tañedor de la viola da gamba tenor, y María Barajas y Sara Ruiz, ambas un verdadero valor óptimo como intérpretes de la viola da gamba bajo. Completó la formación el organista Jorge López Escribano, cuya labor como integrante aglutinador y cohesionador del consort de violas fue una constante durante la totalidad de la tarde, exceptuando la última pieza del programa, Viderunt te aque Deus per organum, originalísima obra que mantiene un inédito diálogo entre el órgano, instrumento que aquí es autónomo y que funcionó como primer coro de una obra policoral, en donde l resto de voces, aquí el conjunto de violas da gamba, respondía y dialogaba con él. Tuvimos el privilegio de escuchar además, esta pieza interpretada desde el órgano del propio monasterio, instrumento histórico de bella sonoridad, y que curiosamente se encontraba en una afinación poco habitual, exactamente a 410 Hz, algo que obligó a afinar todo el conjunto instrumental en esa frecuencia, algo que demuestra que no existe una afinación obligatoria para una determinada época de la historia de la música, sino que ésta es la que debe adaptarse a los instrumentos disponibles en cada lugar de interpretación, que en muchos de los casos era, como aquí, el órgano.
La abarrotada iglesia del histórico monasterio aplaudió apasionada a todos los intérpretes, algo que demuestra el compromiso inequívoco que el público asistente al Festival Internacional de Arte Sacro ha obtenido con éste, al tratarse de una inédita velada de desconocida calidad, tanto en lo meramente musical, como en el resultado final de un grupo de reciente creación. La formidable calidad de ambas, fue aplaudida con fervor hasta la consecución de una agradecida propina por parte de los intérpretes de una de la pieza que da nombre al programa, Qual fenice morend’in fuoco.
Como tercer concierto recogido en estas líneas, nos ocuparemos del que ofreció La Spagna, grupo madrileño de inquietas miras, por la variedad de programas que acomete, que dirige su fundador, el violagambista y violonchelista Alejandro Marías.
Para la ocasión, se nos ofreció un programa que podría considerarse como la quintaesencia de la época en la que se compuso la música que pudimos degustar, puesto que bajo el título Lamenti di Donna se interpretaron una selección de algunos de los lamentos musicales más arrebatadores de todo el siglo XVII, época que anhelaba en las artes la plasmación de los afectos humanos por encima de todas las cosas, algo que recogen de manera extrema estas fabulosas piezas musicales. Los desgarradores textos de estas obras, permiten al compositor todo tipo de creatividad máxima, creaciones que rompen cualquier molde estético rígido anteriormente desarrollado y que son la perfecta vía de creación y experimentación de la contemporaneidad musical del siglo diecisiete.
Para poder ofrecer un concierto que alcance notables cotas interpretativas, estas creaciones requieren de un solista vocal realmente extraordinario, tanto técnica, como expresivamente, algo que atezadamente han encontrado los intérpretes de La Spagna en Jiaju Yin, la fantástica soprano de sorprendente procedencia, dada su alejada pertenencia al universo mediterráneo de las piezas a interpretar. De nacionalidad china, Jiayu Jin estudió en el Conservatorio Giuseppe Verdi de Milán, donde pudo imbuirse de las pasiones y tormentos de esta música que sitúa al intérprete en situaciones de verdaderos sentimientos al límite de la cordura.
La soprano estuvo arropada de un conjunto instrumental que no se quedó atrás en cuanto a términos de virtuosismo, expresividad y excelencia musical. La Spagna contó con la incursión de un flautista de pico en su primera pieza, la sonata en re menor para flauta dulce y bajo continuo de Giacomo Carissimi (1605-1674), intachablemente ejecutada por el solista, pero donde realmente el conjunto madrileño demostró su esplendorosa actuación fue en las labores que el bajo continuo desarrolla como vehículo motor de las capacidades expresivas de la solista vocal, y es que la base fundamental de la creación de estas novedosas piezas del seicento italiano fue precisamente la fundamental labor del continuo como nueva base cimental de la seconda prattica, ejemplificada a la perfección en estos lamenti.
Fijémosnos primeramente en las virtudes de Jiaju Yin. La soprano, indiscutible faro musical del concierto, asombró de inmediato a la audiencia congregada en la iglesia madrileña con la interpretación del primer lamento de Carissimi, Ah, memoria, mediante una extrema expresividad de un texto completamente natural en la declamación de la prosodia italiana, acompañado de un impecable estilo, a lo que hay que sumar un poderoso instrumento que a través der un bello timbre y con un vibrato sutil encarnó de un modo orgánico toda la teatralidad, que es mucha, muchísima de estas formidables creaciones.
Así, cualquiera de los autores interpretados de estas piezas vocales en esta ocasión, que además de Giacomo Carissimi, fueron nada más y nada menos que Claudio Monteverdi (1567-1607), Bellerofonte Castaldi (1581-1649) y Barbara Strozzi (1619-1677), supo plasmasr verdaderas gemas artísticas que son un derroche de exuberancias musicales, que no amedrentaron a Yin, siempre segura, firme y apesadumbrada, dueña de unos afectos que súbitamente conmueven el alma de cualquier persona que se deje impactar por ellos. El agudo conscientemente buscado por estos autores, quedó demostrado como el hogar natural de la intérprete china. Qué facilidad y con cuánta naturalidad alcanzó Jiayu Jin este anhelado registro.
Los mil y un recursos extremos de estos autores fueron controlados a su antojo por la solista vocal, en un ejercicio de virtuosismo formidable, que volvió a situar al FIAS como un festival de envidiable nivel artístico.
Las piezas instrumentales que permitieron el descanso necesario entre los agotadores lamentos, permitieron el lucimiento de los excelentes instrumentistas que conformaron La Spagna. Debemos hacer mención especial de Susanna passegiata, creación de Bartolomé de Selma y Salaverde (1595-1638), compositor conquense de fantásticas creaciones como la que pudimos escuchar en la velada, en donde Alejandro Marías como protagonista solista de ésta mostró un virtuosismo fabuloso en el desempeño de las velocísimas disminuzioni que Selma y Salaverde compone sobre un bajo continuo que debe estar muy atento al solista, cosa que fue una verdadera delicia en manos de los compañeros de Marías, a saber, Sara Águeda, en el arpa doppia, Sabina Colonna en el lirone, Jorge López Escribano en el clave y el órgano y Ramiro Morales en el archilaúd. Todos ellos tuvieron su especial momento durante el concierto para demostrar su valía en las restantes piezas instrumentales del programa.
Consecuentemente el público ovacionó enfervorecidamente a todos los intérpretes, quienes se despidieron orgullosos con un encomiable esfuerzo realizado.
Estos tres conciertos no son más que la punta del iceberg de un festival que no acaba más que comenzar. Los afortunados asistentes al FIAS que se acerquen a la multitud de lugares e interesantes citas restantes, serán muy afortunados. Yo, por mi parte, seguiré dando cuenta de algunos más, felizmente.
Simón Andueza
XXXIV Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid
Oficio de Tinieblas. Cantoría, Jorge Losana, tenor y dirección. 17 de febrero de 2024. Basílica Pontificia de San Miguel, 19:30 horas.
Qual Fenice. Victoria Cassano, mezzosoprano. La Violondrina, María Alejandra Saturno, viola da gamba y dirección. 18 de febrero de 2024. Real Monasterio de la Encarnación, 19:00 horas.
Lamenti di Donna. Jiayu Jin, soprano. La Spagna, Alejandro Marías, viola da gamba y dirección. 19 de febrero. Basílica Pontificia de San Miguel, 19:30 horas.
Foto: La Spagna & Alejandro Marías, viola da gamba y dirección.