Según la RAE ‘extravagante’ es “algo que se hace o dice fuera del orden o común modo de obrar”. Y es que Fabio Biondi con su Europa Galante en plena forma ha vuelto por sus antiguos derroteros de la enorme imaginación y atención al detalle, aquéllos que muchos tildaron peyorativamente de extravagantes en su primera grabación, en 1991, de las Cuatro Estaciones de Antonio Vivaldi para Opus 111, y que hoy es considerada como auténtica referencia. Pero es que esa extravagancia del director italiano nos encanta, máxime en esta música tan llena de contrastes y sentido dramático, como bien indica el título del programa Teatro in Musica.
Comenzó el concierto con dos sonatas de Darío Castello, compositor contemporáneo de Monteverdi en Venecia, para dos violines, viola y bajo continuo, en donde el conjunto italiano ya exhibió sus virtudes: vitalidad, pulcritud, precisión, virtuosismo y gran complicidad. Fueron especialmente reseñables las perfectas imitaciones entre los dos violines y la viola, así como la asombrosa velocidad de arco de todos los instrumentistas, incluido el contrabajo. La segunda de estas piezas, la Sonata XVI fue la perfecta Obertura de la obra monteverdiana que vendría a continuación, ya que en su segundo movimiento posee ese magnífico estilo concitato o de batalla tan presente en la pieza que vendría a continuación.
El afamado tenor británico Ian Bostridge salió a escena con la difícil tarea de interpretar los tres roles de Il combattimento di Tancredi e Clorinda de Claudio Monteverdi. Bostridge, versátil músico que interpreta obras desde el seicento italiano hasta las últimas vanguardias, es conocido por el público español sobre todo como intérprete de lied o de música del siglo XX. Su interpretación del personaje de Testo, el narrador, verdadero protagonista de la pieza, fue siempre enérgico, directo y muy expresivo, pronunciando realmente bien el italiano, sin que notáramos atisbo alguno de la pronunciación inglesa de éste, algo muy de agradecer, máxime cuando siempre son recitativos lo que se canta. Los cambios de registro para los otros roles no fueron demasiado notorios. El público hubiera agradecido que otro tenor interpretara a Tancredi y que una soprano hiciera lo propio con Clori. Los cambios de afecto fueron muy notorios en pasajes como la muerte de Clori. En la otra obra monteverdiana, Tempro la cetra, madrigal del Séptimo libro de Madrigales, el tenor no llegó a encontrar la forma óptima de hacer llegar la musicalidad italiana a la audiencia, haciendo notoria, aquí sí, su condición británica.
La soberbia elegía para la muerte de la Reina Mary, compuesta por Henry Purcell en 1694, y que Britten adaptó siglos después, fue el momento en que Ian Bostridge demostró por completo su magnífica calidad. Con un nervioso deambular muy natural fue desgranando el funesto texto con una naturalidad y musicalidad admirables. Además exhibió su fantástico timbre y técnica en todo su esplendor.
Europa Galante demostró una vitalidad y frescura digna de sus comienzos. Los fabulosos músicos reunidos por Fabio Biondi conforman un grupo de cámara de lujo. En Il Combattimento di tancredi e Clorinda, el propio autor, Monteverdi, escribe explícitamente indicaciones al grupo instrumental, como ‘Motto del cavallo’-Movimiento del caballo-en un ritornello, o ‘Qui si lascia l’arco, e si strappano le corde con duoi diti’-Aquí se deja el arco y se rasgan las cuerdas con dos dedos-, considerada una de las primeras indicación de pizzicato en la historia de la música. Estas extravagancias fueron solamente las primeras entre muchas otras, como una variedad formal superlativa de los distintos ritornellos, como el cambio radical de articulación entre ellos,-unas veces legato, otras staccatissimo, otras pizzicato-, las improvisaciones virtuosísticas sobre las sencillas melodías del violín primero, los glissandos del bajo continuo, acordes disminuidos muy evidentes en momentos de mucha tensión dramática… Todos estos elementos dieron un colorido fantástico a la pieza, dotándola de una riqueza formidable.
El Capriccio stravagante a quattro de Carlo Farina, uno de los primeros virtuosos del violín, es una imaginativa obra que tiene unos recursos sorprendentes muy inusuales, como que el violín imite a perros ladrando o a gatos luchando. Hay muchos otros recursos efectistas, como el col legno o tocar las cuerdas con la madera del arco, falsas relaciones, disonancias y acordes extraños, cromatismos, o el final de la obra en el que la tesitura agudísima del primer violín crea un desenlace totalmente inesperado. Todo ello se entremezcla con bellas y alegres danzas. Los múltiples y cortos fragmentos permitieron el lucimiento de todos los músicos del conjunto italiano.
El formidable bajo continuo fue una de las constantes de la velada. El contrabajista Patxi Montero fue la base sólida, afinada, precisa y virtuosa de la sección grave. Además él fue el encargado de ser el continuista de la cuerda frotada, realizando una formidable labor, siempre pendiente del solista vocal. Giancomo Pinardi fue el contrapunto perfecto de Montero, creando una sólida sección que dio mucha estabilidad armónica, con una perfecta afinación, y rítmica, con un tempo siempre estable.
Marta Grazolino, al arpa y Giancacomo Pinardi, a la tiorba fueron dos instrumentistas de auténtico lujo. Muchas veces se encargaron en solitario del bajo continuo en los fragmentos más sutiles del programa aportando su apabullante maestría acompañando al solista, y dotando de una gran variedad de colores a la música según el cambiante afecto de ésta.
La clavecinista y organista Marta Grazolino no desmereció en absoluto de sus colegas de continuo, y dotó de mucha vitalidad y riqueza a los enérgicos tuttis del conjunto. Cabría destacar la pequeña cadencia, muy original, que realizó al órgano en una de las múltiples partes de Fiori musicali de Frescobaldi, poco detallado en el programa de mano.
Pocas veces se puede escuchar en vivo a un viola tan espléndido como Ernest Braucher, dotado de un volumen sonoro considerable, de un sonido bellísimo y de una articulación tan precisa y viva como el de sus compañeros violinistas. El segundo violín, Andrea Rognoni fue el contrapunto perfecto al director de Palermo. Mantuvo siempre la misma articulación del primero e hizo siempre distinguibles sus temas en los numerosos fugatos del recital.
Fabio Biondi fue el fantástico artista a que nos tiene acostumbrados. Con una aparente sencillez y tranquilidad es capaz de crear toda la fantasía musical antes narrada. Su poderoso sonido al violín no impide que existan los más opuestos contrastes, creando unos sutiles pianissimos y creando unos constantes cambios de afecto en todo el grupo. Sin apenas dirigir, Biondi sabe crear un tempo preciso, que a veces no es exacto en las cadencias finales, pero que permite que la música fluya y emocione al oyente.
Simón Andueza
Ian Bostridge, tenor. Europa Galante, Andrea Rognoni, violín Ernest Braucher, viola, Alessandro Andriani, violonchelo, Marta Grazolino, arpa, Giangiacomo Pinardi, tiorba, Patxi Montero, contrabajo y viola da gamba, Paola Poncet, órgano y clave, Fabio Biondi, violín y dirección. Obras de Claudio Monteverdi, Darío Castello, Carlo Farina, Henry Purcell y Girolamo Frescobaldi.
Miércoles 20 de marzo de 2019, 19:30 horas.
Ciclo Universo Barroco del CNDM.
Auditorio Nacional de Música, Madrid, Sala de Cámara.