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Crítica / Estimulante fusión de ADDA-Simfònica con el Orfeón Donostiarra - por José Antonio Cantón

Alicante - 07/12/2024

Contar con la actuación del Orfeón Donostiarra supone siempre un plus de calidad para todo programa que tenga la alta pretensión artística como la que ha ofrecido el cuarto concierto de la presente temporada de la orquesta ADDA-Simfònica Alicante en el que se han interpretado dos obras de máximo interés tanto por calidad musical, en el caso de la firmada por Maurice Ravel, Segunda Suite de Daphnis et Chloé, y como objeto distinguido de atracción popular la escrita por Carl Orff, Carmina Burana, en las que la intervención coral determina un factor esencial de su razón de ser musical. En este sentido, Josep Vicent ha elegido a la formación coral de mayor prestigio de España y una de las de más alto reconocimiento internacional, dándole la oportunidad de ser considerada formación en residencia de la temporada sinfónica del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA) con su prevista actuación en el inicio de la primavera del próximo año con la espectacular cantata Alexander Nevski de Sergei Prokofiev que, con toda seguridad marcará, como ha ocurrido en el caso que nos ocupa, un hito en la programación del ADDA.

Ya desde el asombroso crescendo del primer cuadro de la obra de Maurice Ravel se pudo percibir cómo el maestro Josep Vicent había predispuesto a ADDA-Simfònica a que demostrara su calidad artística y capacidad técnica en una de las obras de mayor virtuosismo orquestal escritas al principio de la segunda década del siglo XX, que puede considerarse como todo un caleidoscopio tímbrico de las mejores dotes del compositor vasco-francés, considerado como uno de los genios de la historia de la música en la instrumentación moderna. Con la intención de mostrar tal dimensión estética, el director indicó la calidez y luminosidad sonoras que requiere Lever du jour (Amanecer) llevando a que la sección de madera y el sonido del arpa se estiraran imitando el fluir del agua de un arroyo, el canto de los pájaros y el despertar de la flora hasta llegar a la imaginada fusión de Daphnis y Chloé en el estallido que reflejaba un refulgente abrazo. Entrando en un camerístico nivel expresivo, Pantomime significó un remanso dinámico de la orquesta dejando lugar al suplicante solo de flauta que sirvió para el lucimiento de Jordi López, titular con este instrumento de la orquesta alicantina. Finalmente en la Danse générale que cierra esta suite, se pudo escuchar todo el esplendor sonoro y pureza musical a los que puede llegar esta formación que funciona como si se tratara de un grupo de cámara expandido por los encadenados tics y resortes automatizados entre sus componentes y por la precisión de respuesta ante las indicaciones de su fundador y director titular. 

Con el gozo que supuso escuchar al mejor Ravel como preámbulo del concierto, Josep Vicent se dispuso a construir la más famosa obra del compositor muniqués Carl Orff: la cantata profana Carmina Burana. Abordando sucintamente el tratamiento dado a la obra, es de remarcar la tensión con la que introdujo su pórtico, Fortuna imperatrix mundi, presentando así su particular carácter general de tonalidad directa y su desarrollado persistente de ritmo ostinato, que le daban a la ejecución un empuje determinante que absorbía totalmente la atención del auditorio dada la grandiosidad de su efecto. Tanto el coro como la orquesta presentaban una incontenible sensación de movimiento hacia adelante desde el preciso control rítmico y dinamismo sonoro que ejercía el director.

La primera de las tres partes que le siguen, A la primavera, fue expuesta con aire de expectación ante la extática expresividad que emanaba de la orquesta, que contrastaba con la melodía ascendente del coro, para acentuar seguidamente la folclórica variedad rítmica de la escena En el prado, que era expuesta con un lánguido sentido lúdico que quedaba excelentemente encadenado al pasaje Chume, chum, geselle min, alcanzando un sentido de canción arcaica de corte medieval.

En la segunda parte, In taberna, tanto el sopranista valenciano Rafael Quirant como el barítono serbio Milán Perišić mostraron su buena escuela canora sirviendo como estímulo previo de la homogeneidad dramática de la cuerda masculina del orfeón, que personificaba el amor por la bebida de la clientela del lúdico lugar, dejando una sensación del temulento estado colectivo que llevaba a imaginar el cargado ambiente de tal recinto báquico. Un perceptible estilo sinfónico dio el director al inicio del tercer episodio titulado Corte de amor en el que se pudo percibir la delicada capacidad lírica de la soprano hispano-cubana Sabrina Gárdez en el episodio Stetit puella que cantó con sumo gusto, haciendo gala de una precisa colocación y apreciable emisión de voz.

Como si acentuara el carácter cíclico de la cantata, Josep Vicent dinamizó la conducción de nuevo de Fortuna imperatrix mundi, que cierra la obra, con enorme vitalidad física y determinante sentido dramático, que llevaron al público a irrumpir en una cerrada ovación que marcaba la dimensión del éxito alcanzado por la mágica fusión del orfeón, solistas, director y orquesta en esta esperada cita sinfónica que servía como inicio de una gira por Madrid, Zaragoza y Barcelona, la primera de las programadas por la orquesta en la presente temporada y segunda con el Orfeón Donostiarra si tenemos en cuenta la exitosa del pasado año con la Novena de Beethoven, lo que da una idea del especial feeling logrado entre ambas formaciones, que lleva al aficionado a desear que pueda mantenerse y crecer en futuras colaboraciones.                    

José Antonio Cantón

 

ADDA-Simfònica Alicante

Orfeón Donostiarra

Solistas: Sabrina Gárdez (soprano), Rafael Quirant (sopranista) y Milan Perišić (barítono)

Director: Josep Vicent

Obras de Carl Orff y Maurice Ravel.

Sala sinfónica del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA) /1-XII-2024

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