La Orquesta de la Comunidad de Madrid en su sección de cuerda, liderada desde un podio situado hoy en la posición habitual del concertino, por Liza Ferschtman, a la sazón directora y violín solista, ofrecieron a la postre un espléndido programa en el ciclo de dicha orquesta en el Auditorio.
Un programa donde se concitaba a priori, el interés por nuevos nombres y obras de datación reciente, con la brillantez del repertorio para orquesta de cuerda.
De entrada la Música nocturna de Mathilde Wantenaar fue una partitura que gestionó con oficio una persistente tensión armónica cromática, e hizo honor a su “nocturnal” apelativo en una, también perenne, progresión e imitación inserta en una equilibrada estructura formal.
El Concertino para violín y orquesta de cuerdas en sol menor de Mieczysław Weinberg mostró con savoir-faire, las cualidades del concierto solista, lidiado entre el sobresaliente violín en manos de Ferschtman, y el tutti.
Un sonido aquilatado para una obra que lució un notable despliegue técnico. Temática más asertiva enraizada en ritmos y modulaciones de aquella fructífera escuela del este de composición, que arrancara, entre otros, con el compositor romántico-nacionalista, asiduo de los escenarios sinfónicos, que, en simetría, cerraba hoy el programa.
Empleo brillante de articulaciones, con detalles remarcables como aquel progresivo diminuendo de la orquesta que llevó a un breve solo cadencial del violín, episodio lírico y Finale. Lucimiento y música inserta en una tradición brillante.
La más reciente partitura del concierto, Noche de invierno, para violín y orquesta de cuerdas de Raminta Šerkšnytė remitió a un Schubert sublime “viajando” sobre esta misma estación, enredado con gusto y maneras en una atmosférica orquestación.
La pieza de repertorio de la noche fue un destacado y bien definido Souvenir de Florencia de Piotr Illich Tchaikovsky que, por momentos, pareció ensombrecer todo lo anterior, con la sólida maestría despegada (el elenco de cuerda para esta pieza: 8/8/8/6/3).
Mención obligada a los tersos solos de violín y violonchelo, en perfecto empaque mutuo en el Adagio cantabile e con moto.
A modo de Scherzo el Allegretto moderato de una ligereza y brillantez con tempi exigentes (— Chapeau!). Aplausos espontáneos como ya ocurriera antes tras el inicial Allegro con spirito (que, por cierto, el público probablemente interpretó finalizaba por todo lo alto la más íntima y breve obra anterior, que quedó en discreto silencio…).
Para finalizar un Allegro vivace con todas las características y ese extrovertido alarde “italianizante” que permitió un característico remate (accelerando) en punta.
Una obra espléndida para un concierto que había tendido puentes, con oportuna simetría, entre mundos y estéticas, con un final de aspiración, sin lugar a dudas, ya sinfónica, pese a su uniforme elenco de cuerda.
Luis Mazorra Incera
Orquesta de la Comunidad de Madrid.
Liza Ferschtman, directora y violín solista.
Obras de Šerkšnytė, Tchaikovsky, Wantenaar y Weinberg.
ORCAM. Auditorio Nacional de Música. Madrid.
Foto: Liza Ferschtman / © Marco Borggreve