Tenemos mucha suerte en nuestro país con poder contar con Neopercusión como grupo de absoluta referencia en cuanto a la interpretación de la música contemporánea, y más en concreto del apasionante y fundamental en ella universo de la percusión, puesto que en nuestro entorno habitual podemos asistir a un evento de la mayor excelencia interpretativa de una música raramente interpretada y de una dificultad y exigencia máximas.
Y es que debemos retroceder al año 1971 para encontrar un evento similar en cuanto a la música que disfrutamos, así como al grupo de percusión presente en él. En aquella ocasión, un 7 de julio en el XX Festival Internacional de Música y Dcuanza de Granada, sonó un cruce de obra Xenakis-Marco con todo el espectacular y necesario aparataje instrumental que estas obras demandan y que excepcionalmente pueden disfrutarse en vivo. Los intérpretes fueron los míticos Les Percussions de Strasbourg, de quienes Neopercusión recoge felizmente el testigo en cuanto a concepto interpretativo y a calidad musical.
En una Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música que su quedó claramente pequeña para las ricas sonoridades conseguidas y exigidas por las tres partituras, dada la generosa acústica que esta posee y al número tan grande de instrumentos empleados, así como de su resonancia y el sector superior de la estancia presentaba de un modo rebosante a los instrumentos de percusión de tímbrica grave que sonarían en Pléïades (Peaux), de Iannis Xenakis (1922-2001). Compuesta a petición de Les Percussions de Strasbourg en 1978 y descrita por el propio Xenakis como un tejido polirrítmico basado en la idea de repertición contra transformación, superposiciones y variaciones rítmicas regidas por un azar estocástico, constituye una de las cumbres percusivas del compositor. Las repeticiones de los sonoros timbales, bongós y tambores, que se asemejaban a danzas tribales de una vivacidad y exactitud rítmica asombrosas nos descubrieron a seis extraordinarios solistas de percusión en perfecta sincronía con unas escuetas pero muy eficaces indicaciones del director de Neopercusión, el admirable y apasionado Juanjo Guillem. El compás cuaternario interno tan estable durante toda la pieza alojó toda suerte de fórmulas rítmicas virtuosas de transcripción aparentemente imposible.
Terminada la primera pieza a modo de formidable preludio, el resto del concierto transcurrió en el escenario en sí de la sala, completamente atestado de toda suerte de instrumentos de percusión, muchos de los cuales necesitarían de una interesante introducción explicativa por parte de los intérpretes para que el asombrado público los conociera. La obra que cerró la primera parte fue Necronómicon, de Tomás Marco (1942). La obra, creada en 1971 para el anteriormente citado conjunto francés de percusión, está escrita en cuatro partes. En la primera se usan instrumentos de metal, en la segunda la familia de madera, en la tercera instrumentos de parche y en la cuarta, todas esas familias reunidas. La pieza se estructura en un tiempo perfectamente regulado que da gran libertad al intérprete, lo que hace que cada interpretación de ella sea verdaderamente única.
Los miembros de Neopercusión, más los tres músicos pertenecientes a la Orquesta Nacional de España, nos brindaron una fabulosa demostración de las capacidades tímbricas, expresivas y de los innumerables instrumentos empleados, demostrando en todo momento una complicidad formidable y un sentido de pertenencia a un mismo grupo de cámara disciplinado que en nada empañó sus innegables cualidades solísticas.
La segunda parte del concierto nos ofreció en su totalidad la obra Chant après chant, de Jean Barraqué (1928-1973). La obra es realmente una parte de una obra inacabada mucho mayor, Fuego (el Descenso) , que iba a constar de trece obras, basadas en la novela La Muerte de Virgilio de Hermann Broch (1886-1951), que fascinó a Barraqué. La vital, tempestuosa y compleja obra de es reflejo de una vida de excesos y de un temperamento tormentoso que contribuyeron a la prematura muerte del compositor francés.
La obra tuvo felizmente como músicos invitados a la soprano Margarita Rodríguez y al pianista Jesús Campo que se añadieron a los seis percusionistas presentes y a su exuberante jungla de instrumentos. Tengo la gran suerte de poseer una lista de estos, proporcionada muy amablemente por los propios músicos, que dan una idea de su inabarcable cantidad. Y son, someramente: 2 juegos de crótalos, juego de campanas de tubo, juegos cromáticos de campanas de vaca, 5 cencerros, 2 triángulos, 12 platillos turcos suspendidos, 2 stricks, 2 platillos chinos, plato de lado, 4 tam-tam (agudo, medio, bajo, muy bajo), 11 gongs tailandeses, 2 tambores vascos, dinero despachado, 3 taroles, 6 toms, 2 congas, 2 bongos, 2 timbales criollos, 3 tablas (afiladas, medias y bajas), tambor de marco, caisse bruto, cajero de caja bruto, 4 címpetus, 2 llaves con 2 pedales, 6 bloques de templos, 9 mokoubyos, 5 claves, 3 maracas, cabacca, güero, 3 xylorimbas, 3 vibráfonos, marimba, 2 glockenspiels con martillo… que nos dejan completamente exhaustos tan solo con retenerlos mentalmente. Imaginen por un momento su capacidad sonora en una sala como la que nos encontramos el otro día. Pueden comprender la valentía de los solistas de instrumentos no percusivos de la velada, especialmente el de la soprano.
Margarita Rodríguez mostró en todo momento una valentía asombrosa al realizar una interpretación espléndida de su parte como integrante de un complejísimo entramado sonoro, del que salió siempre victoriosa, añadiendo toda una suerte de matices e intenciones interpretativas que se añadieron a sus formidables dotes técnicas. Su bonito timbre de regular registro en la extrema tesitura ideada por Barraqué puede hacer una idea al lector de la calidad mostrada por la soprano y de su fascinante concentración para ordenar y comprender y hacer entender a la audiencia la aparentemente caótica escritura del autor francés. Una verdadera suerte contar con ella como la solista para tan compleja labor.
El otro músico invitado a la pieza, el pianista Jesús Campo, mantuvo el excelente nivel musical de todos los intérpretes, añadiendo además una muy destacada labor de dirección de todo el ensamble, cuando las labores en la percusión de Juanjo Guillem le impedían hacerlo. La transparente pulsación en el teclado de Campo se mostró audaz, cómplice y en absoluta sincronía con Neopercusión.
En definitiva, un concierto de muy alto nivel que difícilmente volveremos a disfrutar, con unos intérpretes de excelencia interpretativa y con un compromiso intachable para con la música contemporánea. El público asistente mostró su acalorada respuesta ante tan satisfactorio espectáculo.
Simón Andueza
Los números suenan. El encuentro entre artes y ciencia.
Margarita Rodríguez, soprano, Jesús Campo, piano.
Neopercusión. Juanjo Guillem, dirección artística.
Focus Festival. Ciclo Satélites.
Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música, Madrid.
11 de junio de 2024, 19:30 h.