La presente temporada de La Filarmónica en Madrid tuvo un exitoso arranque con la actuación de MusicAeterna bajo la batuta de su líder Teodor Currentzis, contando, además, con la participación añadida de la violonchelista italiana Miriam Drandi. Las obras que formaron parte del programa fueron la Obertura de La forza del destino, de Giuseppe Verdi, las Variaciones rococó para violonchelo y orquesta, Op. 33, de P. I. Tchaikovsky, y la Sinfonía Núm. 5 en re menor, Op. 47, de D. Shostakovich.
Desde la entrada contundente de la sección de metales en el inicio de la Obertura verdiana, quedó patente que la velada estaría marcada por el enérgico influjo que Currentzis ejerce tanto sobre su formación rusa como en el público. La pieza cobró vitalidad a través de los recreados fraseos melódicos, con destacados solos de oboe y clarinete, las acertadas transiciones de sus bloques temáticos, el empuje rítmico y una cuerda vertiginosa en los pasajes rápidos. El maestro griego dio dramatismo e impulso a su vibrante interpretación de la pieza.
Las Variaciones rococó mostraron la faceta más dúctil y concertante de los protagonistas del concierto. Miriam Drandi exhibió un elegante fraseo y articulación en la exposición del tema principal, buena proyección sonora, graves corpóreos y finura en los matices, aunque a veces resultó algo imprecisa en el registro agudo del violonchelo. El balance con la formación se mantuvo equilibrado a lo largo de casi toda la obra, si bien en la última variación quedó un poco apagada por el peso de la orquesta. Drandi resaltó en su acometida de la Cadenza de la variación V, así como por su total fusión con maestro y formación, desplegando una versión exquisita en matices y en el fraseo.
Aplaudida con entusiasmo por el público, Drandi brindó como bis -en homenaje a su desaparecido maestro Antonio Meneses- la Grāmata čellam para violonchelo solo del compositor letón Pēteris Vasks, en una formidable versión donde la solista italiana mostró múltiples recursos expresivos y técnicas extendidas de su instrumento, incluyendo el canto vocal en la última sección de esta difícil e intensa pieza. Admirable en su impecable intervención, y por incluir una pieza contemporánea de alta calidad artística -recibida con sumo interés-, su actuación recibió calurosos aplausos de toda la audiencia.
Si la energía desplegada por Currentzis y su MusicAeterna en la primera parte del concierto fue del todo admirable, en la Sinfonía Núm. 5 de D. Shostakovich llegó a su máximo poder expresivo. El ataque incisivo de los primeros compases en los arcos, con los violines y violas tocando de pié durante toda la sinfonía, situaron al público de forma instantánea en la atmósfera dramática inherente a esta partitura. La cuerda de MusicAeterna, junto a las maderas, son, ambas, las secciones más destacadas de esta singular formación rusa. La perfecta cohesión de los arcos fue el elemento aglutinante de toda la sinfonía, dirigiendo las tensiones y transiciones a los puntos climáticos, rematados con gran impacto por la percusión y los metales. Currentzis navega con absoluta naturalidad por estas páginas, haciéndolas suyas, imprimiendo energía y, a la vez, reflexión desoladora a los distintos pasajes que lo requieren, en un discurso sonoro de profundo sentido expresivo.
De reminiscencias mahlerianas, el Allegretto dio impulso rítmico y contraste adecuado a la sinfonía mediante asertivos ataques de los arcos con máxima presión sobre el mástil, así como por la exposición nítidamente articulada de sus motivos temáticos, no exentos de la ironía que el compositor ruso imprime en muchas de sus obras.
El centro de gravedad dramático de esta versión fue, sin duda, el Largo. De nuevo, las cuerdas, en las oleadas de los violines y violonchelos, se significaron como el sustrato más profundo y continuo sobre el que se desplegó la poética sonora de la sinfonía, especialmente en este movimiento. Currentzis cuidó cada matiz y respiración haciendo que el mínimo detalle formase una cadena enlazada en el devenir temporal del movimiento lento. La curva de tensión evolucionó con intensidad desde el pianissimo más sutil hasta el fortissimo más enérgico, siempre poniendo en relieve la intención dramática, sin efectismos vacuos.
El Allegro non troppo final remató con poderío a la sinfonía. Los cambios de tempo y carácter entre sus bloques estructurales fueron expuestos con vigor y elocuencia por el maestro griego. Destacaron el solo de trompa, previo al final, y el convincente tenuto planteado por Currentzis en la coda como vehículo de contención y resolución de la energía vertida a lo largo de toda la obra. Su visión no cerró del todo el discurso, dejando cierto interrogante y margen de interpretación al espectador para completar el plano subjetivo que exhala de esta paradigmática creación sinfónica. Alejada de la superficial traducción conclusiva y complaciente adjudicada a las especiales circunstancias que rodearon a la génesis de esta obra, su final -en esta versión- nos sugiere un destino aún por determinar.
Como propinas de la flamante actuación, maestro y formación obsequiaron al público con dos obras también de referencia: una interpretación contundente de la Danza de los caballeros, del Ballet Romeo y Julieta de S. Prokofiev, y una concentrada y honda versión del, nada menos, Adagietto de la Sinfonía Núm. 5 de G. Mahler, referente fundamental en la concepción sinfónica de Shostakovich.
Sólo un director -nada ortodoxo en gestos y maneras aunque efectivo en resultados- y una formación de tan marcadas personalidades son capaces de abordar un concierto con bises tan singulares y magníficamente ejecutados, demostrando que el fin último que une a todos los agentes implicados es el de hacer la mejor música con la máxima entrega, poder comunicativo y calidad interpretativa posibles.
Juan Manuel Ruiz
Miriam Drandi, cello
MusicAeterna / Teodor Currentzis.
Obras de G. Verdi, P. I. Tchaikovsky y D. Shostakovich.
La Filarmónica, Auditorio Nacional de Música, Madrid.