Con la Sala 400 del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía llena hasta la bandera y un clima de estimulante expectación, Emmanuel Pahud afrontó su concierto a solo en la temporada del Centro Nacional de Difusión Musical.
Pahud no precisa presentación y la prueba más palpable de ello fue la sensación que ofrecía aquella espléndida grada, repleta de todo tipo de públicos, del melómano de la zona, tradicional o especializado, al estudiantil, y este último a todos los niveles, incluidos los superiores y más exigentes de la propia flauta que cubre el Real Conservatorio Superior, vecino, practicamente puerta con puerta, de estos muros de Museo. Todo un acontecimiento, pues, en lunes festivo y Madrid en clima castizo de San Isidro.
Y, sí, Pahud afrontó la ocasión como un verdadero tour de force individual. Un repertorio exigente, en todos los órdenes, el físico también, alternando sin descanso alguno, las obras más actuales, sendos estrenos incluidos, con piezas de Georg Ph. Telemann.
Por cierto, un apellido, el de este ilustre sajón del barroco, Tele-mann, al que, sobre todo en este inhabitual contexto de vanguardias varias que nos ocupa hoy, se le podría sacar punta, a vueltas con la modernidad mediática que nos invade.
Proverbial la capacidad de Pahud para levantar, técnica y estéticamente, semejante propuesta bipolar de forma convincente y atractiva. Una propuesta a la que añadiera una propina ad hoc.
Así, casi sin dejar reposar el caluroso y amplio aplauso inicial del público, no eludió, de primeras, la provocación de un Tōru Takemitsu en su Voice, o la dificultad intrínseca por técnica y poética de Luciano Berio, en la que fuera la primera entrega de su célebre secuencia de… Secuencias… dedicada a la flauta.
Y así, con varios Telemann de por medio que parecían luchar por dar contenido polifónico a la flauta, con mayor éxito musical, por cierto, que aquéllos que han buscado este quimérico objetivo por medios físicos más inmediatos y artificiosos, llegó el primer estreno de la tarde: Sortilegio, de Jesús Torres. Una obra ambiciosa abordada con decisión, que aunó modernidad, lógica y discurso con una solidez estética y técnica, y un final especialmente logrado y rotundo.
Jörg Widmann con su Petite suite (in memoriam Aurèle Nicolet) aportó una visión más aparente, gustosa y ecléctica, no exenta de brillantez. Alexandre Desplat con Airlines, también sobre andas de estreno, pero esta vez sólo en nuestro suelo, tradujo una nueva versión de contemporaneidad coherente y formal pese a su relativa agresividad y compromiso estético.
Sin embargo, Edgar Varèse con su célebre Density 21.5, fue otra historia. Una obra puente entre los lenguajes (mal llamados) contemporáneos y los (¿aún peor llamados, quizás?) impresionistas o post-impresionistas. Un puente personal, convincente y… valiente, entices y ahora, bien escogido para esta privilegiada posición final.
Un broche a la actuación que ya sólo iba a ser matizada por la música del mismísimo Pierre Boulez, eso sí, en propina: Mémoriale.
Una cita con la flauta ciertamente señalada, en el ciclo "contemporáneo" del CNDM: Series 20/21. Un ciclo que asume con atinadas producciones como ésta, creativas y de eficaz impacto en la órbita pedagógica correspondiente, las riendas del extinto CDMC, Centro para la Difusión de la Música Contemporánea, histórica unidad de producción del INAEM que tuve el honor de coordinar en una de sus varias etapas… tiempo ha…
Luis Mazorra Incera
Emmanuel Pahud, flauta.
Obras de Berio, Boulez, Desplat, Takemitsu, Telemann, Torres, Widmann y Varèse.
CNDM-SERIES 20/21. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid.
Foto © Rafa Martín