Entre la Sinfonía en Do M. (1855) escrita a sus 17 años por Bizet, que no tuvo interés en su estreno hasta que, descubierta en la Biblioteca del Conservatorio de París, se hizo 80 años después, y el Concierto para Flauta y Orquesta de Ibert (1933), transcurrieron 78 años de la mejor época musical francesa en el tránsito del S. XIX al XX; si además se incluye la orquestación (1911) Cinco Piezas para niños: Mi madre, la oca, de Ravel, la panorámica del período parisino se completa del todo. ¿Y en qué manos puso la OSCyL este repertorio, que abría su Abono de Invierno con idénticas estrictas medidas sanitarias del anterior? Pues en las mejores posibles hoy día, si se quiere degustar todo cuanto supone tan peculiar estilo: las de Michel Plasson quien, a sus 87 años, felizmente conserva memoria y facultades para “tocarla” desde su atril de manera extraordinaria; si sumamos el respeto que sus 30 años en la Capitolio de Toulouse, sus 7 en Dresde y su estancia en la Nacional de China provoca, la OSCyL supo dar lo mejor de sí misma en concentración, entrega y solvencia técnica, para una 1ª sesión (de las 4 en que sonará el programa) inolvidable para todos.
Item más, Clara Andrada, flautista salmantina 15 años ya principal en la Sinfónica de Radio Francfort y en la de Cámara Europa, hizo una versión soberbia del Concierto de Ibert. Su mecánica respiratoria admirable y firme y unida a su técnica labial y digital, le permite un sonido continuo y homogéneo de grato color, amplio volumen, capaz de matizar y colorear cada nota, probado tanto en el exigente virtuosismo de los Allegros (qué buenos su breve cadencia y solo en el final) como en la musicalidad vertida en Andante central íntimo y bello, con concertino diestra y metales sonando como “cuivres” auténticos. Clara siempre supo captar la atención del oyente y satisfacerla plenamente; un gusto ver la satisfacción de su 1er. maestro desde su silla orquestal. El público obligó salidas y saludos, correspondido por lClara, aquí como en casa, con pieza a solo que confirmó todas sus virtudes y habilidades.
La Suite de Ravel inició programa; los 5 fragmentos de cada uno de los cuentos, exigen mucha finura y poder de descripción. Notable la energía de Plasson para cambiar dinámica en Pulgarcito y su ritmo en Emperatriz de las Pagodas, bien mantenido en xilófono y celesta y exigido a las flautas, dando ese sabor oriental raveliano, así como los contrastes y colores en la valse de Diálogos de la Bella y la Bestia.
La Sinfonía juvenil de Bizet, inspirada en audición de la de Gounod de igual tonalidad, tuvo ese pulso y empuje que Plasson supo imponer desde la figura inicial de 3 notas, sin ceder en los allegros (gozosa la giga escocesa del Trío y el lirismo a lo Mendelssohn del Scherzo y vibrante vivace final). La famosa cantilena del Andante- Adagio tuvo en S. Gimeno y su oboe intérprete adecuado, así como la prestación de toda la OSCyL en todo cuanto pidió el Maestro, que quiso despedirse añadiendo Adagietto de La Arlesiana del mismo Bizet, para una cuerda que estuvo fantástica todo el concierto, unida, firme, dúctil y brillante sonido. Todo un espectáculo de calidad y elegancia.
José M. Morate Moyano
Clara Andrada, Sinfónica de Castilla y León. Michel Plasson.
Obras de M. Ravel, J. Ibert y G. Bizet.
Sala sinfónica “Jesús López Cobos” del CCMD de Valladolid.