Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Enrico Onofri: recuperación de postergados - por Ramón García Balado

Lugo / Santiago de Compostela - 22/05/2024

Visita de Enrico Onofri de nuevo con nosotros,  siempre con la actitud entusiasta para un programa que venía a su medida, anunciando en programa obras de A. Sacchini, J.M. Kraus, F. Paër y L. v. Beethoven, Onofri es un talentoso maestro que probó la dirección con formaciones como La Toscanini (Parma); Münchener Kammerochester; National d´Auvergne; Haydn Philharmonie; Ac. Montis Regalis; siempre atendiendo a criterios musicalmente informados. Tuvo primeras experiencias con J. Savall, en la Capella Reial, como concertino,  para seguir con Concentus  Musicus Wien; Ensemble Mosaiques e Il Giardino Armonico, comenzando largas giras mientras probaba como director residente en la Wiener Kammerorchester, el Festival de Lucerna, el Maggio Musicale Fiorentino, además abordar producciones operísticas en un intercambio de proyectos. Sus registros recibieron premios como Grammophon Award; Grand Prix des Discophiles; Fondazione  Cini (Venecia); Diapason D´ Or o Choc de la Musique, Ejerce la docencia en el Conservatorio A. Scarlatti de Palermo.

Onofri, en libertad de ingenio por el programa elegido y en especial por obras que nacidas del espacio escénico. Obras que, sin demerito, parecía postergadas a un insalvable olvido por una sufrida competencia entre grandes maestros, sin que ellos dejasen de serlo. Una primera parte que por lo seguido, resulto perfectamente acorde con las pretensiones de secundar a esa Sinfonía en Si b M. Op. 60, beethoveniana sometida al peso de la precedente Heroica y la Quinta por antonomasia

Antonio Sacchini- Ciaccona en Do m-, florentino supo seguir los dictados de las docencias en el Cons. San Onofre (Napoli), siendo un apreciado compositor de óperas de género serio: Allesandro nell´Indie (libreto de Metastasio); Olimpiade; L´Isola d´Amore, preparando su traslado a Venecia como director y probar después en Londres, con títulos como Didone abandonata (Metastasio, como garante), o Tamerlano, para el Haymarket, de la capital. Célebre había sido su disputa con Piccinini, por Chimene, en la Guillard Opéra, en 1784, un músico afecto a las formas clásicas en sus propuestas más convencionales.  La Ciaccona, en Do m., típica danza universalizada tuvo en su visión una adecuación a ese patrón asimilado por irresistibles influencias y que escuchamos tras la página de Paër.

Josef Martin Kraus- Sinfonía en Do m.-, alemán destinado a ejercer su carrera en Estocolmo y atento a esas corrientes clasicistas que determinarán a toda una generación, marcado por sus estudios en Maguncia, con los jesuitas en las aulas del abad Vogler, probando de cierto en otras materias ajenas a la música. Hacia 1778, se decidirá por ese traslado a Suecia que resultará definitivo, acaparando obligaciones directoriales en la Orquesta de la Ópera Real de la Corte, oficio que redundará en una carrera con seguras perspectivas y que le permitían giras por Europa, conociendo a maestros como Franz J.Haydn; Christoph Willibald Gluck o Albrechtsberger. La música instrumental será uno de sus grandes recursos y para muestra la obra que se nos ofrece, impregnada de los modismos que anuncian nuevos estilismos. Onofri apuró a gusto los perfiles de cada tiempo de manera impulsiva y acentuada, aspecto que en similar tensión, desarrollaría en la Sinfonía beethoveniana.

El espíritu del Sturm & Drang, se mantuvo presente y en conjunto, suponía un punto a seguir con respecto a una visita anterior, en la que dentro de esos planteamientos historicistas le seguimos entre obras de D. Scarlatti, G. Brunetti o L.Boccherini. El citado Ferninand Paër, compositor parmesano con una  obertura, en concreto de su ópera Leonora, músico que siguió la escuela del napolitano Gaspare Ghiace quien orientó su futuro en óperas como Orphée et Euridice (en francés), destinada a Parma. Maestro de capilla, fue afortunado en este espacio del género lírico, con óperas como Le Astuzie amorose; I Pretendenti burlati, poco antes de ser invitado a Viena acompañado de la cantante Riccardi- su mujer-, para trabajos como esta Leonore ossia l´amore conjugale, a partir del conocido texto de Bouilly, merito que le facilitará su incorporación a la corte napoleónica, desde la ocupación en Varsovia hasta su vuelta parisina, como sucesor de la Capilla Imperial. No fue ajeno a las notorias influencias de las músicas de su tiempo, desde Cimarosa a Guglielmo o Cherubini y Mozart. Su breve aportación fue un sencillo preludio introductorio para este concierto de obras en recperación.

Beethoven y la Sinfonía nº 4 M. Op. 60, obra del período vienés y destinada al Palacio del Príncipe Lobkowitz, uno de sus habituales mecenas, con estreno en 1806, antes de su presentación púbica poco después en el Hofftheater, en donde fue bien acogida. El conde Oppersdorf, apreciado melómano y mecenas ilustrado, fue uno de sus mayores defensores, para esta obra que culminaba un período de buenas noticias tras la recepción de los exigentes Cuartetos Razumovsky y el estreno del Concierto para violín Op. 61, quedando en medio, la noticia incierta de sus devaneos amorosos con la condesa Therese von Brunsvik. Cappelletto no negará el reconocimiento de la obra, aceptando que era una composición alegre y luminosa, ajena a la marcha fúnebre de la Heroica, para esta obra encuadrable entre la segunda repetición de Fidelio y un viaje a Hungría, precisamente para encontrarse con su apreciado conde von Brusnvi.

El Adagio inicial, una deuda con el viejo Haydn, resultó ese  tiempo inusualmente largo dentro del sinfonismo beethoveniano, concediendo protagonismo a lo instrumentos de viento y una recreación misteriosa de las cuerdas propiciando el encanto sonoro de los clarinetes y con la vista puesta en el realce por el batir de timbales mientras tímidamente asoman detalles, para un tutti ofrecido en forma de cantábile gracias al clarinete  y  resto de maderas y trompas sobre un acompañamiento orquestal que abocó a un pianissimi al que siguió un fortissimo,  que nos llevó al Allegro vivace, Si b M., en forma de doble scherzo acompañado por dos tríos, tiempo tenso en fortissimo a partir de los primeros violines, clarinetes y fagotes, sobre un acorde perfecto de Si b. y una vuelta al scherzo. Un pocco meno allegro, resurgía en las maderas y trompas con respuesta en primeros violines, hacia la entrada de fagotes, segundos violines y violas, en una pronunciada acentuación. Onofri, en su empeño, subió grados en el Allegro ma non troppo final, expresando  una ligereza apacible que derivó en un vértigo que desdice el planteamiento de las sinuosidades de los violines, entre arabescos instrumentales que facilitan el enérgico final en tutti, en su cascada de acordes desde el primer tema enunciado, preparando otras figuraciones coloristas de oboe y arpegios de violines culminados en una detallada reexposición y la correspondiente coda vivaz y entusiasta, propiciada por un breve desarrollo entre frases omnipresentes que arrastran al resto de la orquesta sin concesión alguna.

Ramón García Balado

 

Real Filharmonía de Galicia / Enrico Onofri

Obras de Ferninand Paër A. Sacchini, J.Martin Kraus y L. v. Beethoven

Círculo das Artes, Lugo

Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela

83
Anterior Crítica / Nelson Goerner, músico y pianista integral - por José M. Morate Moyano
Siguiente Crítica / Metástasis - por Luis Mazorra Incera