Enrico Onofri, director de batuta distendida estuvo de nuevo frente a la Real Filharmonía de Galicia para un par de conciertos muy de su preferencia, dedicado a compositores barrocos de larga estela por las cortes europeas desde D. Scarlatti a L. Boccherini, Gaetano Brunetti, muy asentados en la corte española y un portugués que para la mayoría de aficionados será un compositor a descubrir Pietro Giorgio Avondano, con la Sinfonía en Re M., para cuerdas y b.c. Onofri, acogido con entusiasmo desde sus comienzos tuvo excelentes relaciones con Jordi Savall, que sabrá mantener con agrupaciones como el Concentus Wien, el Ensemble Mosaiques, Il Giardino Armonico, Il Divino Sospiro- residente del Centro Cultural de Belém, en Lisboa-, la O. de la Ópera de Lyon, la O.C. de Basile o la O. Barroca de Sevilla, entre tantas otras, llevando a cabo modélicos registros para productoras como Teldec, DECCA, Naïve, Deutsche Armonia Mundi/Sony o Winter & Winter. Ejerció la docencia en el Conservatorio Bellini, de Palermo y en la Juilliard School neoyorquina. Para el caso y con respecto a este compromiso, bastará con recordar sus labores con formaciones como la Filarmonica Toscanini de Parma, la Haydn Philharmonie, la Münchener Kammerorchester o la National d´Auvergne: como comentaba para RITMO: Yo pongo la idea, es decir, el diseño, el pincel, y luego el tubo de todos los colores se saca de la orquesta.
Entre tanto ilustre venerado por la historia, un hueco para Pietro Giorgio Avondano (1714/82), músico al servicio de la corte de Joâo V, compartiendo oficios con Domenico Scarlatti y portugués de adopción con ascendencia genovesa. Fue primo violino de la Real Camara del citado monarca y llegó a ostentar un grado de relevancia como miembro de la Assambleia das Naçoes Estrangeiras, haciéndose respetar, además de sus obras para distintos géneros, por sus trabajos operísticos como Zenobia, Berenice e Didone, Il filosofo di Campaña- libreto de Goldoni-, al que recurrirá también para Il mondo della Luna. De su ingenio resolutivo, la Sinfonía en Re M. para dos oboes y b.c., un ejercicio de sonoridades de un rococó reconocible por sus recursos de época
Luigi Boccherini, venerado por derechos reconocidos, apuntó dos obra de dominio común, la inmarcesible Musica Notturna nelle strade di Madrid, en Do M- nº 6 Op. 30-, música arrebatadora desde los primeros compases y que nos invita a un paseo por el Madrid dieciochesco. Partimos para mayor gozo, de uno de los universales quintetos, delicia para intérpretes y entusiastas aficionados, que admiran profundamente la capacidad de asimilación del compositor de Lucca, en su impregnación de los modismos hispanos hasta los detalles más precisos y estilísticos. Este celebérrimo quinteto, loa y gloria por su esencialismo, se integra dentro del grupo del Op. 6, obras del año 1780, arrastrando ese título ilustrativo de precisas pinceladas y que dio origen a otros posibles tratamientos, obra en vistosos tiempos descriptivos y que junto al nº 6 del Opus 11, L´Ucceliera, será su única incursión en tales estilos. Un breve primer tiempo Le campane Ave Maria delle Parrochie, deja escuchar un tintineo de campanas para ceder a Il tamburo dei Soldati y el Minuetto dei ciechi (minueto de los ciegos), en imitación del rasgueado de guitarras. El Largo assai (Rosario), meditación y quietud, prepara el pasacalles Los Manolos, populista y jaranero- de nuevo sones de guitarra-, para culminar en excelso con la sublime Ritirata, en forma de variaciones, que utilizará de nuevo en el Cuarteto con piano nº 12, Op. 57, nº 6 y en el Quinteto de guitarra G. 453.
Boccherini a más pedir, con la Sinfonía en Re b m. La casa del Diavolo Op. 12, nº 4, obra de su viaje a Viena, en donde Gluck, será persona clave en la realización de obras como esta, mientras aborda una serie de tríos. El Andante sostenuto-Allegro assai, en tonalidad sombría ubica en el espacio escénico tomando una idea de una sonata para violín de los años parisinos, siempre remitiéndonos a ese mundo escénico por su dimensión dramática, motivado por los contrastes dinámicos. El Andantino con moto, de connotaciones métricas precisas, acentuaba la variedad de los acentos sincopados con la idea puesta en un futuro prerromántico. El Andante sostenuto-Allegro, repetición clavada del primer tiempo, con perceptibles pasajes patéticos, apunta a una chacona proveniente del ballet del admirado C. W. Gluck de Don Juan o el Convidado de piedra, destinado al Burgtheater de Viena, en el otoño de 1761. También los contrastes dinámicos jugaban un interés primordial en el desarrollo del tiempo.
La biografía de Boccherini se cruza con la de Gaetano Brunetti, del que se tomaba la Sinfonía nº 22, en Sol m (para dos oboes, fagot, 2 trompas y cuerdas). Abundante fue también la aportación de obras camerísticas suyas, en especial por sus cuartetos. En lo particular estamos ante un músico hábil orquestador de sinfonías y que agudizó sus dominios en los años que estuvo en España, en la corte de Carlos IV, interpretando obras propias en la vida musical palaciega, dinamizando y modernizando las músicas de la época, aspecto que reconocerán notables mecenas como los Duques de Alba y los de Benavente-Osuna, merced a la versatilidad de su talento de renovaciones estilísticas. Brunetti (1744/98), se hará apreciar dentro de su contexto histórico gracias al mecenazgo del Antiguo Régimen, convirtiéndose por necesidad en un personaje que sortee a la par su independencia con esos débitos casi irrenunciables. Un artista nacido en Fano (Italia) y que en 1760, habrá noticias suyas cuando pretenda ingresar en la Capilla Real, plaza que no logrará hasta siete años después, mientras espera el momento ejerciendo como maestro de violín del Príncipe de Asturias, de quien no se separará hasta el final de sus días. Con el ascenso al trono de Carlos IV, sin duda el Borbón, el más filarmónico de la historia y también violinista, situación reverdecerá laureles como figura poderosa en el ámbito privado de la Corte, supervisando la organización musical y laboral, además del uso de la práctica totalidad de la abundante producción camerística.
Domenico Scarlatti, santo y seña, abría velada con la Sinfonía en Do M., para cuerdas y b.c., compositor asociado al clave y detalladamente estudiado por Ralph Kirpatrick, heredero de su legado en la historia de la música. Músico divinizado entre las cortes de Lisboa y Madrid, y en lo relativo a nuestro país, apenas hubo actividad en los géneros de obras para danza, orquestales o teatrales populares que no se hayan impregnado dentro del microcosmos creado por el maestro, ampliando ese mundo de sonatas que alargará su figura. Kirpatrick, celoso de su admiración, insistirá en que ningún compositor español, incluso Manuel de Falla, ha expresado la esencia de su tierra nativa de manera tan completa en lo esencial como lo hizo este foráneo de adopción, consiguiendo captar el repique de castañuelas, el rasgueo de guitarras y el toque de los tambores destemplados, el quejido agudo y amargo de los gitanos, la avasalladora alegría de las orquestinas de pueblo y sobre todo, la vibrante tensión de la danza española. Todo ello no expresado en una música programática impresionista de texturas deshilvanadas, sino que Scarlatti lo asimiló y destiló en todo rigor aprendido de los maestros de su tiempo, que también tendrán su reflujo en obras como esta breve Sinfonía en Do M., para cuerdas y bajo continuo.
Ramón García Balado
Real Filharmonía de Galicia / Enrico Onofri
Obras de D.Scarlatti, P.Giorgio Avondano, G.Brunetti y L. Boccherini
Teatro Principal, Ourense
Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela