El estreno en España de una obra encargo de, nada menos que, la propia Orquesta y Coro Nacionales de España, sí, pero también, simultáneamente, de las siguientes entidades musicales internacionales: BBC Radio 3, Orchestre Philharmonique de Radio France, Taiwan Philharmonic (National Symphonic Orchestra), Royal Stockholm Philharmonic Orchestra y NDR Radiophilharmonie Hannover, no deja de ser un acontecimiento singular.
Me refiero en concreto a la Danza macabra firmada por Jörg Widmann, hoy a la sazón, director y clarinete, el absoluto protagonista de este concierto de temporada de la Orquesta Nacional de España.
Y así se mostró, desdoblado ya de inicio, con un arreglo del Quinteto para clarinete en si bemol mayor de Carl Maria von Weber.
Una obra brillante en el peculiar estilo ecléctico de este autor, Weber. Un estilo que encuentra su personalidad estilística en la yuxtaposición, a veces inmediata, de pasajes dramáticos, ligeros, densos o virtuosos.
Y sí, Widmann, en este doble rol que hoy protagonizaría, precisamente en esta obra de Weber demuestra su versatilidad y virtual dominio del instrumento. Una manifestación a la que, con sus cambios y artificios, la página se presta.
Un sonido solista contenido frente a una orquesta que demuestra, ya desde los primeros compases en que asume su rol, relativa autonomía, compenetración y ajuste.
Nos queda la duda de si, en su contexto original con cuarteto de cuerda (en vez de con orquesta de cuerda, aunque ésta sea de cámara), esta relativa contención dinámica solista no presentaría otro equilibrio más natural y, en consecuencia, un resultado más destacado.
Demostradas pericia técnica, musicalidad y gusto instrumentales, su Danza macabra mostraba otras facetas de Widmann: las compositivas y directoriales.
Una obra de estreno, la citada Danza macabra, que explotó la tensión de los armónicos alejados, aquí en paralelismos especialmente incisivos y tesituras extremas.
Tras el descanso, su visión de la Séptima sinfonía de Beethoven apostó de principio a fin por una versión vigorosa en lo rítmico y en lo dinámico, con detalles (no todos igual de efectivos) de, también, alguna puntual flexibilidad en el mantenimiento del pulso que otras lecturas más tradicionales.
La tendencia a los saltos en el podio como complemento al gesto (o como parte de él), tendencia que se había mostrado, más esporádicamente, en la Danza macabra (incluso, sobre las tablas del escenario, ya en aquel Quinteto de Weber inicial), aquí tenían más sentido.
Saltos sobre el podio, que, si bien tienen que ver con la pujanza rítmica e intención catártica de la pieza… se escuchan irremediablemente a la caída… y, por su sonora insistencia… los hubiera eliminado, y buscaría otra forma eficaz de comunicación, insonora y menos invasiva, con la orquesta.
El Vivace poderoso del primer movimiento, se centró en los puntuales contrastes dinámicos y, ante todo, en la incontenible energía desplegada. Una energía con vibrante manifestación tímbrica del viento.
De inmediato, el célebre Allegretto mantuvo ese mismo vigor y gusto por el contraste, en los momentos en que la partitura se inclinaba en esa dirección.
Como en el arranque del Presto, cuajado de anticipaciones en el gesto directorial. Incluso los tríos, salvando sus finales sutiles tendentes a una progresiva desaparición dinámica con modulación… y… vuelta a empezar.
Velocidades muy exigentes y articulación sin tregua, con circunstanciales cambios de tempi. Aspectos combinados que dieron una imagen física de conjunto que, en su justa medida, eso sí, conviene a esta apoteosis sinfónica de lo danzable.
Luis Mazorra Incera
Orquesta Nacional de España / Jörg Widmann, director y clarinete solista.
Obras de Beethoven, Weber y Widmann.
OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.