Quiso Forés-Veses que la sesión siguiese un recorrido que ligase obras y autores y de ahí, el programa en cartel sin dudas ni resquicios, comenzando por esa obertura del Don Giovanni, mozartiano, estrenada en Praga, y luego en Viena, en dos versiones distintas, que suscitarán disputas sobre la primacía de la ópera. Para el Mozart-Ausgabe, existe en rigor una sola edición que pueda apreciarse como absoluta, y que es la de Praga, ejecutada con éxito el 29 de octubre de 1787. Es además la única edición que se puede establecer con certeza. En efecto, la denominada edición vienesa, según fuentes disponibles, no se puede considerar unívoca: tiene un mayor carácter de variabilidad, de experimento, de no definitivo. En carta dirigida a Gottfried von Jacquin, Mozart confesará: Desde Praga tenemos el relato de la puesta en escena de Don Giovanni, probablemente crea Vd., que en este momento mi ópera ha sido ya representada; pues se equivocaría aunque fuera por poco. Si aquí todo va despacio se debe al hecho de que los intérpretes (por pereza), no quieren ensayar sus partes los días en que hay ópera… días después, reconocerá que el Don Giovanni, tendrá la acogida más entusiasta, en su cuarta representación. Cierto que, por conocida, resultó un detalle para ponernos en materia.
Bohuslav Martinu en una pieza de puro entretenimiento, La Bagarre, de 1927, destinada a un espectáculo como lo había sido Half time, de parecidos tintes. Un autor cuya música respira un profundo vitalismo rítmico y hasta un sincero entusiasmo de optimismo, que deja al margen las sombras. Naturalidad y ausencia de retórica, destacando en preferencia el sentido del color orquestal de este creador nacido en Bohemia en 1890 y que en sus años de estudio padecería rechazo en los centros docentes por su actitud personal, antes de trasladarse a París para estudiar con Albert Roussel. La imposibilidad de volver a su tierra en los años del nazismo, le obligaron a exiliarse en los Estados Unidos, aunque en la vuelta a su tierra, recibirá la invitación para recuperar el grado de compositor nacional de Praga, cargo que, en definitiva, desechará. Un descubrimiento del que disfrutamos por sus audacias.
En su actitud como compositor, admitirá el interés por la tradición eslava, aproximándose a los impresionistas, aparecen en no menor medida Brian Large, Igor Stravinski, y en el conjunto de su considerable producción, se observa precisamente la mentada ausencia de un espíritu trágico, en beneficio de lo lúdico en una posible acercamiento a los modismos dieciochescos. Melodías ondulantes, gratas y entrelazadas entre sí, participará en esencia de unas raíces populares, similares a las que compartirán Dvorak, Smetana, Alois Hába o Janacek.
Antonin Dvorak con la Sinfonía nº 7, en Re m., Op. 70, una de sus obras más profundas y resultado de un compromiso con la Real Sociedad Filarmónica de Londres, de la que había sido nombrado socio de honor, y sobre la que pesaba la influencia brahmsianas. Las propias raíces estarán impregnadas por influencias alemanas y será dedicada a Hans von Bülow, quien sabría defenderla desde el podio. El Allegro maestoso, estuvo marcado por su gravedad desde el comienzo, gracias a chelos y contrabajos, que liberaban una gran energía gracias a una tonada procedente de la obertura de Husitska, dando entrada a una nueva melodía de simplicidad poética entre flautas y clarinetes, y con reminiscencias brahmsianas, similares a la cantinela del violonchelo en el Andante de su Segundo concierto para piano. El desarrollo dará argumentos a un ejercicio variado y contrastado.
El Poco adagio, autentica página maestra, destacó por la inspiración de ideas y que se manifiesta como un coral tratado por las maderas en movimiento ascendente hacia los violines para ceder a flautas y oboes, en un claro lirismo, destacando el protagonismo de las trompas, en un crescendo de pinceladas wagnerianas. Tiempo en el que Forés-Veses, logró un singular magnetismo, resuelto con precisión en el Scherzo- Vivace, decidido por esas raíces eslavas, con ritmo marcado pero relativamente pausado, superponiendo dos temas distintos, uno con fagot y otro con violín y así nos condujo al Allegro final, de actitud rapsódica de acentos pronunciados que destacados en un fortissimo, de la cuerda, con una sensibilidad alla zíngara, para el final, que manifestaba un portentoso y embriagador ritmo de marcha. Detalle previo en una atención solidaria, la coparticipación con la interpretación del himno de Ucrania.
Ramón García Balado
Real Filharmonía de Galicia / Roberto Forés-Veses.
Obras de W.A. Mozart, B.Martinu y A. Dvorak.
Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela
Foto © Xaime Cortizo