El Teatro de la Zarzuela celebró un multitudinario concierto de año nuevo, según la máxima que indicara al paso su director musical en la presentación de una primera propina con sentida dedicatoria…: que ésta (¡cómo no…!) “es una manera de celebrar el año haciendo nuestra música… en Viena hacen la suya, nosotros, la nuestra…” (sic). O si quieren, en aliteración más jacarandosa (parafraseando a Les Luthiers): que este concierto de año nuevo… “no viene de Viena”. Ni falta que le hace. Eso sí, título y subtítulo sobre el papel, eran un tanto desahogados: “Tanto que celebrar / Festejando el porvenir”.
Álvaro Albiach al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid con el Coro titular del Teatro y los solistas: Ángeles Blancas, soprano, y Alejandro Roy, tenor, fueron los protagonistas elegidos sobre las tablas del escenario.
El almibarado intermedio de La venta de los gatos de José Serrano hizo de interesante obertura del florilegio musical, comprometida en sus momentos más frágiles, que abundaban en la partitura (como tal intermedio que era…), antes de un resolutivo final.
Comparsa española: ¡Te quiero!, popular jota de El trust de los tenorios del propio Serrano, mostró un Alejandro Roy sobrado de voz con gesto gallardo y el desplante jotero que la pieza precisa.
Se siguió una canción más enjundiosa, Sierras de Granada, de La tempranica de Gerónimo Giménez, en la voz, poderosa, también, y algo sombría, de Ángeles Blancas, en una pieza compleja, con multitud de cambios de atmósfera, dinámicas y tempi flexibles, que permitió cierto lucimiento expresivo así como el despliegue de un notorio registro grave. Si me apuran, un tanto "verista”por momentos, afecto que se añadía a esta recurrente partitura del género en concierto, con una comprometida dicción.
El brillante coro y alborada: Despierta, niña, de La tempestad de Ruperto Chapí, bien resuelto, sirvió de oportuno remate de este primer cuadro de presentación de todos aquellos protagonistas.
La primera “recuperación” (sic) de la tarde fue el atildado Nocturno, de Las enredaderas de Magda Serra y Miracle: serenidad y belleza melódica de principio a fin.
La asturianada: En el camino de Mieres, de Xuanón de Federico Moreno Torroba, volvió a servir, de igual manera, al pujante vigor canoro de Alejandro Roy, con el coro en un relativo segundo plano.
La canción veneciana: Pensando en el que la quiere, de El carro del sol de Serrano, de vuelta con Ángeles Blancas, dejo entrever mayor tersura en su voz.
El dúo Amor, mi raza sabe conquistar, de la Leyenda del beso de Reveriano Soutullo y Juan Vert, trajo a ambos solistas al proscenio, en una suerte de ejercicio de carácter un tanto descontextuado.
Una descontextuación, endémica de todos estos dúos, y de los concertantes en general, incluidos a la sazón en antologías de este porte. Ya puestos, también de las romanzas, no lo niego… pero ahí es menos obvio… ”canta” menos… (y no vamos a volver aquí sobre el conflictivo tema de la oportunidad de las antologías de antaño, que… eso sí que es otra historia…).
El célebre e inspirado preludio de El caserío de Jesús Guridi volvió a relanzar el concierto (un preludio de intermedio, pues, y aquel intermedio, de preludio…).
La segunda recuperación, con coro, fue Miserere / Por el alma de nuestro soberano, de La reina Amazona de María Rodrigo. Una obra que juega con cierto estilismo y un relativo sabor pintoresco.
La incombustible canción húngara del repertorio del género chico: Canta, mendigo errante, de una intensa y memorable Alma de Dios de Serrano, fue repuesta con aquel donaire por Alejandro Roy y el coro.
La petenera: Tres horas antes del día, de La marchenera de Moreno Torroba de nuevo con Ángeles Blancas y final del coro con sus agudos.
Y, ya para el coro, un estimulante y bien versado Pasacalle: Todos los que aquí estamos, de De Madrid a París de Federico Chueca y Joaquín Valverde.
La jota: Aragón la más famosa de La Dolores de todo un Tomás Bretón fue un momento destacado de esta velada. Emocionante en esa combinación de orquestación brillante y sus coplas de jota. El perfecto desplante maño y jotero, con la poderosa voz del tenor Alejandro Roy (especialmente en su entusiasta primera intervención, más en tesitura) hizo el resto.
Me llaman la presumida de Francisco Alonso, copó las dos últimas propuestas. Primero el chotis y pasacalle: ¡Alto el carro, señores!, por Ángeles Blancas con la colaboración de los miembros del Coro Titular del Teatro de la Zarzuela que se citan en el faldón. Y, finalmente, el Dúo de Gracia y Pepe: Hace tiempo que he leído con ambos solistas.
Dos propinas, la primera de ellas, un villancico valenciano arreglado para tenor, coro y orquesta, fue presentada cabalmente por el director, como ya dije, y dedicada expresamente, aplauso unánime incluido, a los afectados por la DANA.
Luis Mazorra Incera
Ángeles Blancas, soprano; Alejandro Roy, tenor.
Solistas del Coro del Teatro en ¡Alto el carro, señores!: Sonia Martínez, Elvira Padrino, Juan Carlos Coronel, Houari López Aldana y David Villegas.
Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro Titular del Teatro de la Zarzuela (Antonio Fauró). Dirección musical, Álvaro Albiach.
Obras de Alonso, Bretón, Chapí, Chueca, Giménez, Guridi, Moreno Torroba, Rodrigo (María), Serra y Miracle, Serrano, Soutullo, Valverde y Vert.
Teatro de la Zarzuela. Madrid.
Foto © Gemma Escribano