Corren tiempos difíciles para “lo de los coros”… El canto coral ha sido una de las disciplinas más castigadas durante esta pandemia que no parece cesar y que se ha llevado por delante el trabajo de multitud de agrupaciones, tanto del ámbito profesional como de un cada vez más cualificado entorno amateur, y que conforman un tejido musical de base imprescindible para la sociedad y los que participan de él en alguna de sus etapas.
La maldición de los hasta ahora desconocidos aerosoles, la dificultad para cantar junto a alguien pero no tan juntos y la imposición de las mascarillas comienzan a ser tónica habitual en todos los conciertos dentro del ámbito de la música culta. Mejor así que nada.
Es por todo ello que cualquier evento musical, y más si la parte vocal es la protagonista, está marcado por una épica desoladora pero que da aliento a la esperanza, como sucedió con el regreso del Coro de la Comunidad de Madrid a su ciclo de polifonía del Auditorio Nacional a los mandos de Josep Vila y tras la reciente incorporación de su subdirector Krastin Nastev.
El coro, que tuvo que dividirse para cumplir la normativa de aforo en el escenario y mantener la distancia entre sus cantores, presentó un programa ecléctico con el que era complicado hilvanar un discurso musical, pero que sacó el brillo poliédrico a una agrupación que parece comenzar a remontar el vuelo tras un periodo de cierto hastío y falta de norte.
Aún con las dificultades que la lejanía de los cantores supone para el ensamblaje y el empaste de las voces y con un enorme esfuerzo por sobreponerse a las dificultades geográficas, el coro fue ganando en empaque y redondez a medida que avanzaba el concierto y, aunque algunas piezas, como Reger o Rossini, habrían ganado en textura con un mayor número de efectivos, hubo momentos en los que se volvió a escuchar el añorado sonido del Coro de la Comunidad.
Josep Vila brilló, como suele acostumbrar, con una dirección intachable. Precisa, atenta, de bellísimo gesto sin perder la precisión y en constante contacto con el sonido.
Bajo sus mandos y con el trabajo previo de Krastin Nastev, el Coro de la Comunidad demostró que en cuanto se normalice el entorno de trabajo, y seguramente antes, volverá a ser una de las más preciadas referencias sonoras, como se puso de manifiesto en las dos piezas a voces iguales que ofrecieron las secciones femenina y masculina al completo.
Las mujeres del coro saludaron a la primavera con la música de Debussy y un sonido redondo y lleno en las sopranos y preciso y medido en la cuerda grave. Los hombres, por su parte, fueron desenmarañando la Balada de Little Musgrave y Lady Barnard de Britten con todas sus idiosincrasias, y en la que los tenores marcaron la referencia de la cualidad y calidad sonora a las que el coro debería apuntar.
En definitiva, un regreso esperanzador y que deja al público con ganas de más música en castellano después de que la Galatea cervantina del propio Josep Vila y un arreglo coral de Manuel Massotti de Al Paño Fino que se ofreció como bis fueran las piezas mejor recibidas por el público y más aplaudidas.
Daniel de la Puente
I Ciclo de Polifonía.
Coro de la Comunidad de Madrid, Josep Vila, director, Krastin Nastev, subdirector, Karina Azizova, piano.
Sala de Cámara del Auditorio Nacional, 29 de noviembre de 2020.
Obras de Esenvalds, Montsalvatge, Reger, Rossini, Fauré, Briten, Vila, Debussy, Augustinas y Bartok.