La energía desplegada por la Orquesta Nacional de España con Anja Bihlmaier al frente en la Obertura de «Las bodas de Fígaro», arrancó un concierto extraordinario de dicha institución que a priori tenía en portada a Christoph Eschenbach, quien se había visto obligado a cancelar por enfermedad.
Con excelente entrada de público, presumió, ya de inicio con esta célebre Obertura, de un extrovertido dinamismo mantenido con pulso firme y perfilados gestos técnicos de engastada continuidad sinfónica.
Una extroversión que se trasladó así, naturalmente, al incombustible Concierto para violín en mi menor de Félix Mendelssohn, la siguiente etapa de un programa popular, ciertamente "de repertorio" en todos sus apartados. Un Concierto que contó con Daniel Lozakovich en exigente y lucido papel, al que correspondió con apropiada brillantez, ajuste y, sobre todo, flexibilidad. Un Concierto que alterna sus solo y tutti con exquisita melodía acompañada, sobre la que Mendelssohn dispone las inverosímiles bellezas y diabluras que despliega el violín de esta obra, no menos incombustible que la Obertura que le precediera.
Una concepción más rítmica desde el podio, contra otra más flexible, abiertamente melódica y de carácter del solista, la diferente amplitud de paletas dinámicas de ambos que se manifestaban por separado, tuvieron momentos desiguales, especialmente en sus dos movimientos extremos, más comprometidos de concertación.
Como propina a solo de este magnífico violinista, el Adagio inicial de la Primera sonata de Bach en una versión con sensibilidad y sentido, libre ya del corsé concertante, y con aquella sublime fragilidad que exige la nobleza poética de estos pentagramas.
La Sinfonía 41, «Júpiter», remató este programa como así cumple con el catálogo de sinfonías del de Salzburgo. Una Sinfonía vertida con las cualidades apuntadas junto con el detalle de una específica y trabajada articulación aquí, lógicamente, con mayor abanico de recursos que en la Obertura inicial.
De especial interés por su relativa novedad, convicción y franqueza, un ágil y articulado Andante cantabile, no podría decirse que un "tiempo lento de sinfonía", más que "haydniano" en este sentido. Tras él, los más agitados Allegretto non troppo y, sobre todo, un resuelto Allegro molto vivace.
Claridad en el concreto desenvolvimiento orquestal de los gestos melódicos (motivos, temas, sujetos y contrasujetos de fuga al final...), tempo, reflejos y coherencia en aquel tono general de extroversión, manifestado de inicio y bien recompensado por el público.
Luis Mazorra Incera
Daniel Lozakovich, violín. Orquesta Nacional de España / Anja Bihlmaier.
Obras de Bach, Mozart y Mendelssohn.
OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.
Foto: La directora Anja Bihlmaier en el Auditorio Nacional.