Es verdad que desde hace muchos años la ROSS procura que sus conciertos iniciales sean diferentes, ya sea porque salgan del Teatro, por escenarios de ensueño -como el Alcázar de noche-, o tocando en la calle, pasando por lo que se quiera, con tal de ofrecer un aspecto menos formal de lo que se le supone, tocando una música atractiva y, a ser posible, conocida del público no melófilo. Pero el “arranque” de esta temporada pandémica justificaba aún más este deseo de gustar, y se presentaba en un Start Festival engarzado por tres conciertos reunidos en torno a este y que iniciaba Ángeles Blancas, gran conocedora de la música española de Falla, y en especial de su Amor brujo y Siete Canciones Populares, dejando en el público un excelente sabor de boca.
Los Beatles son ya unos “clásicos” por derecho propio, así que sus fascinantes melodías han servido como “estándares” para músicos de casi todos los estilos posibles. Hace unos años un fan colgó en internet 1.000 discos de artistas absolutamente dispares sobre su música, una colección que el beatlemáno daba comienzo con versiones de Rick Wakeman, el mítico organista del grupo de rock progresivo Yes, al que seguían unos Beatles agregorianados, luego reggae y el larguísimo etcétera que se puede imaginar.
Naturalmente esta compilación también comprendía unos Beatles barrocos, que ya ideara Peter Breiner en su Beatles Go Baroque, proyecto que llevaría al disco Naxos en dos volúmenes (1993). Fue lo que hizo la ROSS en directo, y en el primero incluiría 4 Concerti Grossi al estilo de Haendel, Vivaldi, Bach y Corelli, y en donde cada canción suponía un movimiento, aunque aquí sólo oímos los 3 primeros conciertos para no extender la duración del programa, ya que previamente los Escarabajos, grupo sevillano que fundó Enrique Sánchez (recuerden el juego de palabras Beatles/Beetles con el que jugaron los de Liverpool), cantaron esas canciones en el mismo orden en que las dispuso Breiner, pudiendo así el público disfrutar del “original” primero seguido de su “travestimento” barroco.
Los Escarabajos suponen, seguramente, la manera más fidedigna que podamos encontrar hoy día de oír en directo la música del famoso cuarteto. Llamó la atención la cercanía de las voces de “Paul” y “John”, no sólo en la búsqueda de aquellos timbres insólitos, sino también persiguiendo la afinidad entre sí; o los múltiples y coloristas arreglos de George Martin (o el propio cuarteto) a través de dos sintetizadores. E incluso haciendo que el batería cantase el Yellow Submarine (como Ringo) o que “Paul” tocase un bajo violín Höfner con la zurda. Sólo la sonorización nos pareció que alejaba las voces y los instrumentos se confundían.
Ambos conciertos, Blancas y Beatles, fueron dirigidos por la mano maestra, sabia y equilibrada del maestro Juan Luis Pérez. El concierto Beatle fue el único que consiguió un “lleno”, entendiendo por tal las 800 localidades que se han habilitado en principio para ser ocupadas de las 1800 que tiene el Teatro. El público, al final, en pie.
Si hay una obra “clásica” de la que cualquier persona puede tararear algunas de sus melodías sin ser ni lejanamente aficionado es el conjunto de las Cuatro estaciones de Vivaldi. La última propuesta de este miniciclo fue presentarlas alternándose con las Cuatro estaciones porteñas de Astor Piazzolla, el compositor argentino que llevó las posibilidades del tango más lejos, hasta los límites mismos de la disonancia, aunque a la vez por su ascendencia directa italiana, le permitía acercar ambas visiones estacionales de manera “nativa”, que se dice ahora.
En este caso la ROSS estuvo dirigida por su concertino, Éric Crambes, del que alguna vez hemos señalado su intención de parecernos un director paralelo al invitado, anticipándose o remarcando pasajes; pero aquí vimos que no era afán de protagonismo, sino que alberga alma de director tanto como de grandísimo violinista. Reubicó las violas donde los chelos seguramente porque aquellas tienen momentos protagonistas en los efectos vivaldianos, como “el perro que ladra mientras el pastor duerme”, haciendo que la viola solista no sólo emitiese el conocido ladrido, sino que lo hiciera de forma “rota”, sin un sonido redondo y agradable, buscando la onomatopeya (aunque se oyó tanto que podría haber despertado al amo).
Y mil y un detalle más, y con ello además enlazaba con las estaciones contemporáneas de Piazzolla, ricas también en similares efectos. Además, manejó a la perfección las luces y sombras del tramado barroco, es decir, los efectos de eco, esenciales para sentir cercana la pintura sonora que emana del descriptivismo de los cuatro sonetos motrices.
Como violinista no sólo brilló en los aspectos virtuosísticos apabullantes de los cuatro conciertos, sino que nos sorprendió por la cantidad de matices que extrajo a su instrumento, su juego con el tempo (metronómico cuando procedía, fantasioso cuando tocaba) o la precisión con que condujo a la ROSS sin apenas mirar hacia atrás (muestra de su empatía con la misma), también digno de admiración.
Carlos Tarín
Ángeles Blancas, los Escarabajos y Éric Crambes. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla / Juan Luis Pérez, Éric Crambes.
Obras de Falla, Beatles/Breiner, Vivaldi y Piazzolla.
Teatro de la Maestranza, Sevilla.
Foto: Juan Luis Pérez dirigiendo a la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla / © Guillermo Mendo