Felizmente podemos afirmar con rotundidad que actualmente la interpretación de la música con criterios históricos ha pasado a ser una realidad, aunque continua siendo minoritaria, que permite que los principales escenarios atestigüen este hecho que comenzó hace unos cuarenta años con unos pioneros que eran señalados como personas con criterios absolutamente idealistas y erróneos.
Este feliz hecho ha permitido que uno de los ciclos privados más prestigiosos y con mas soleras de nuestro país, Ibermúsica, considere normal y apropiado programar una velada monográfica dedicada a Wolfang Amadeus Mozart que incluye dos de sus obras más conocidas y queridas, la Sinfonía 40 y su Réquiem.
Debemos señalar, además, que la orquesta y coro que nos ocupa es uno de los conjuntos europeos históricamente informados más singulares del planeta. Fue creado en 1990 Maasaki Suzuki en un país con unas tradiciones interpretativas totalmente alejadas de este movimiento, Japón. Desde entonces sus formidables interpretaciones y su compromiso inigualable con esta forma de concebir la música los ha llevado a ser una agrupación puntero en el panorama mundial así como les ha permitido llegar a convertirse en su descubridor y salvaguarda en el mundo oriental.
La orquesta de Bach Collegium Japan apareció en el escenario con un formato reducido, con 6-6-43-2 en la cuerda, y los vientos necesarios para interpretar su sinfonía. Se director fue en esta primera mitad Masato Suzuki, hijo del fundador del conjunto, quien está destinado a dar relevo generacional a la creación de su padre.
La sinfonía número 40 en sol menor, K 550 que ocupó esta primera parte del concierto, y más concretamente su primer movimiento, es la obra instrumental más célebre de cuantas ideara el genio de Salzburgo, y nos encontramos con una sinfonía ágil, enérgica y que mostró cómo puede llegar a sonar una sinfonía del Clasicismo en un conjunto historicista al público que presenció su interpretación, no acostumbrado seguramente a ello. La sonoridad global es menos rotunda que la conseguida por las orquestas que emplean instrumentos modernos tanto por la utilización de cuerdas de tripa en las cuerdas como por la construcción intrínseca de los instrumentos de viento, más artesanal y humilde. Ello permite tempos más ágiles y un sonido más cálido y expresivo, distinto a las espectaculares orquestas sinfónicas habituales que son habituales del ciclo. La entrega y pasión de Masato Suzuki fueron patentes en su interpretación, que permitió disfrutara de esta obra tan querida. La orquesta evidenció las limitaciones técnicas de sus instrumentos en un ejercicio de disfrute interpretativo.
Tras el descanso, el concierto cambió radicalmente de parámetros, tanto por la pieza interpretada y sus intérpretes, como por el director y su resultado global. El podio recibió al fundador de Bach Collegium Japan, Maasaki Suzuki, y el escenario acogió a los miembros del coro del conjunto japonés, constando éste de cinco cantantes por cuerda, algo realmente alejado de las interpretaciones al uso de esta obra.
De inmediato, con los primeros gestos del maestro nipón, quedó patente por qué Suzuki ha sido capaz de crear en tierras tan lejanas a su tradición, un conjunto tan sólido, personal y de tanta calidad musical. El respeto, disciplina y entrega mostrada desde este instante hasta la finalización del Requiem fueron una constante, tanto por instrumentistas y coristas, como por los solistas vocales. La musicalidad y sapiencia del maestro japonés dan como resultado una interpretación llena de musicalidad, seriedad y expresividad. El gesto de Maasaki Suzuki es el apropiado a cada momento. El entusiasmo y vitalidad mostrados por su sucesor se han superado, asimilándolos y convirtiéndose en parte de una interpretación honda, sabia y personal. La inconfundible partitura mozartiana resultó un conjunto bien ensamblado, lleno de caracteres individuales y con un fraseo musical impecable, siempre comandado por el significado del texto.
El coro fue realmente el conjunto destacado del concierto. Su parca cantidad de componentes evidenció que esta partitura admite esta y otras interpretaciones, siempre y cuando se haga con la calidad, respeto y compromiso mostrados en la ocasión. Tuvimos la suerte de encontrarnos con una versión intimista y llena de verdad, a la vez que el encomiable trabajo de conjunto estuvo presente en cada movimiento. Debemos destacar el gran trabajo de articulación y equilibrio sonoro entre todas las voces, dando como resultado una versión compacta, respetuosa y de logro colectivo. Esta humildad de intenciones y de efectivos dieron como resultado una transparencia absoluta en los pasajes fugados y una capacidad máxima para efectuar pasajes ágiles, comandada por la mano realmente veloz de Suzuki en algunos momentos, como en el pasaje final del Lux aeterna, de una fuerza y espectacularidad máxima que hacían olvidar las grandiosas y atronadoras versiones multitudinarias.
En cuanto al cuarteto vocal solista, destacaron sobremanera las voces femeninas. La soprano Carolyn Sampson, que no necesita presentación, se mantiene en una forma vocal formidable. Mostrando un fraseo exquisito y una profusa pureza tímbrica, acompañadas de una madurez musical encomiable. La mezzosoprano Marianne Beate Kielland estuvo a nivel pare a la de su compañera, mientras que las voces masculinas fueron unas leales compañeras en los números de conjuntos, profusamente interpretados por Suzuki realzando la labor de música de cámara entre cuatro voces que olvidan sus voces individuales.
La gema musical, Ave verum Corpus, que cerró el concierto, fue dirigido por Masato Suzuki ante la atenta mirada de su progenitor, momento realmente cálido y afectuoso, que es toda una declaración de intenciones.
El público aplaudió fervorosamente a los intérpretes con una especial atención al podio bicefálico, peculiaridad de una noche plagada de las extraordinarias composiciones de Wolfgang Amadeus Mozart.
Simón Andueza
Carolyn Sampson, soprano, Marianne Beate Kielland, mezzosoprano, Shimon Yoshida, tenor, Dominik Wörner, barítono.
Bach Collegium Japan, Masaaki Suzuki y Masato Suzuki, directores.
Obras de Wolfang Amadeus Mozart (1756-1791)
Ciclo Ibermúsica, Serie Arriaga.
Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Música, Madrid. 22 de enero de 2025, 19:30 h.
Foto © Rafa Martín / Ibermúsica