La orquesta ADDA-Simfònica Alicante, en su deseo de demostrar la calidad en de los músicos que la integran en cada actuación, se ha presentado con un programa de alto virtuosismo que ha permitido percibir también el grado de vinculación que sus componentes tienen con el director titular, Josep Vicent, que se ha mostrado brillante en su conducción sacando el máximo partido de dos partituras tan complicadas e intrincadas en lo técnico como portadoras de un seductor valor estético, características que elevaban al máximo las expectativas del público sobre la satisfacción que iba a suponer su escucha.
El Concierto para piano en Fa de George Gershwin abrió la velada con la excelente colaboración de la pianista Yeol Eum Son, que ya dejó una magnífica impresión cuando actuó en el ADDA con la London Symphony Orchestra bajo la dirección de Sir Antonio Pappano en otoño de 2023. Su alta capacitación al teclado se ha visto distinguida por el sentido dado el primer allegro empleando un rápido y palpitante ritmo de foxtrot que venía muy bien marcado desde el pódium, que hacía recordar las mejores melodías de Broadway siendo correspondido con enorme soltura por la percusión a la que secundó el fagot, anunciando el tema principal, para aparecer a continuación la pianista surcoreana exponiendo el motivo siguiente con gran capacidad de articulación.
En el movimiento central empezaron a destacar los clarinetes junto a la asordinada trompeta de Alfonso Cantó, que hacía pensar al oyente en el más significativo estilo blues, desarrollando un aire de improvisación meditativa que generaba una atmósfera sonora de nocturnal poética. El movimiento concluyó con una sentida cadencia de la pianista expuesta con serena introspección. La agitación se adueñó de la orquesta en el último tiempo siguiendo la precisa medida desarrollada por Josep Vicent en un protagonismo compartido con la solista, que denotaba un vigoroso empuje en todo momento, impulsiva actitud que desencadenó la primera ovación de la noche. Yeol Eum Son, siguiendo con el compositor brooklynita, ofreció la preciosa versión que firmó el admirado pianista norteamericano Earl Wild del aria Summertime de la ópera Porgy and Bess, la obra maestra de Gershwin, desarrollando con un tono delicado su precioso canto excelentemente fraseado. Ponía así punto final a una actuación que confirmaba la excelente sensación que dejó en el público alicantino con los sinfónicos londinense ya mencionada al inicio de este párrafo.
Ante la más que demostrada identificación del maestro Josep Vicent con el sinfonismo de Dmitri Shostakovich, el hecho de estar programada su Octava Sinfonía en Do menor, Op. 65 generaba máxima expectación en los aficionados. Predispuesto con alta concentración, el director se dispuso a afrontar la profundidad que requiere esta magna obra que refleja una atmósfera de lucha y guerra, de pérdida vital y mínima esperanza, de ahí que la sucesión temática de su desarrollo general exprese la sensación de un continuado dolor y destructivo aniquilamiento. Pensemos que fue compuesta en plena Segunda Guerra Mundial.
Tales valores los transmitió desde el primer momento del extenso Adagio-Allegro non troppo que abre la sinfonía, generando una tensa carga emocional que afectaba a los músicos y al auditorio, cerrando así una respuesta recíproca de acción musical y escucha, generando inusitada tensión en sus diferentes clímax como el producido al culminar la acelerada secuencia iniciada por la trompa y el xilófono que el director indicó con gran violencia, y terminar con la clamorosa sonoridad de los vientos sobre sordos retumbos de la percusión, que llevaba a la orquesta a los límites de sus posibilidades dinámicas, poniendo a prueba ese excelente tiempo de reverberación de la sala sinfónica del ADDA sin producirse saturación acústica en momento alguno. No se puede dejar de mencionar la extraordinaria interpretación de Ángela González con el corno inglés del extenso solo a modo de melopea que protagonizó en el inicio de la parte final de este tiempo, todo un ejemplo de la concentrada inspiración musical que caracteriza el enorme potencial creativo de Shostakovich.
El director acentuó con cierta ironía el audaz ritmo con el que se inicia el Allegretto, especialmente en el motivo subsiguiente, en el que el pícolo llegaba a un sarcástico fraseo antes de repetirlo en la coda después de haber sido expresado por la orquesta, que ponía de manifiesto toda la refinada instrumentación que propone el autor en este segundo movimiento. El tercero lo planteó con intenso aire de tocata en el que la sección de cuerda funcionaba con un sobrecogedor sentido rítmico que llevó a uno de los instantes más explosivos de la espectacular sección de percusión de la orquesta alicantina en el que el tambor llegaba a encadenar con el tiempo Largo dispuesto en el cuarto lugar de la sinfonía. Después de su espectacular inicio por parte de los metales, Josep Vicent entró en el carácter fúnebre de este movimiento llevando a la orquesta a una emocionante levedad de su dinámica que volvía a atrapar al auditorio en una entristecida atmósfera acentuada por, entre otros, el estremecedor efecto frullato en los instrumentos de madera antes del reconfortante acorde perfecto mayor con el que concluía este movimiento sirviendo de enlace para entrar en el Allegretto que cierra la obra.
Con éste la orquesta llegó a ofrecer la culminación de su capacidad expresiva: desde sus contrapuntísticos pasajes iniciales a cargo de las diferentes secciones instrumentales en la que todas funcionaron en perfecta sincronía camerística, hasta la parte central del movimiento en la que la percusión ayudada por el viento metal se impuso con máxima contundencia dinámica. A partir de ese instante, el director entraba en una especie de extático trance que no acabaría hasta, después de un contrastante apunte solístico de la resolutiva concertino Ayako Tanaka, terminando la obra con un acentuado desvanecimiento de prolongada duración, manteniendo en su final la quietud de gesto que justificaba el clamoroso silencio final asumido con especial dramatismo.
La tensión acumulada en el público fue compensada antes de terminar la velada con una exquisita interpretación de la famosa Pavana para una infanta difunta de Maurice Ravel, que significó todo un refrendo del elogio de color orquestal que con destacado esplendor resultó ser esta cita de ADDASimfònica, llegándose a superar todas las expectativas en este sentido.
José Antonio Cantón
ADDA-Simfònica Alicante
Solista: Yeol Eum Son (piano)
Director: Josep Vicent
Obras de George Gershwin y Dmitri Shostakovich
Auditorio de la diputación de Alicante (ADDA). 31-I-2025