Lleno absoluto para este sexto programa del Abono de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León en su sede vallisoletana. Y es que el repertorio propuesto y el tirón generado por la Directora Asociada Elim Chan en sus presencias anteriores, llevó a ello en las dos sesiones consecutivas. Estuvo acompañada por el cellista Ivan Skanavi (Moscú 1996, Premio Emanuel Feuermann'22, Profesor visitante en la London Performing Academy of Music) y su Matteo Goffriller (c. 1720), en éste su debú aquí con el Concierto para cello y orquesta en Si m. op. 104 (1894-95) de Dvorák, que abría el programa, cerrado con La consagración de la Primavera (1913) de Stravinski, ambas por sexta vez para la OSCyL.
El Concierto, último de lo compuesto por Dvorák en su estancia en USA, reúne ecos americanos con recuerdos bohemios de su juventud, cuando se enamoró de Josefina Cesmácová sin ser correspondido, y casarse con su hermana menor Anna, sin que olvidara su primer sentimiento. No sabemos si la versión ofrecida, fue dictada por Chan absolutamente (poco probable) o porque el cello de Skanavi, poderoso en graves y cantarín de la zona media a la aguda, no se hizo presente del todo frente a la OSCyL reducida (40 cuerdas), sonando con mimo para el solista; el caso es que resultó justa de pasión. El planteamiento fue excelente, desde que clarinetes y trompa sola plantearon los dos iniciales temas orquestales del Allegro, triste el primero y tierno el segundo, y su recepción por el solista, que los reelaboró con el mismo acierto sobre trémolos de violines y violas muy cuidados. Los diálogos solista-orquesta buscaron con Chan el mejor equilibrio, con amplias dinámicas y expresividad y buena prestación de las flautas.
El Adagio lo llevó "a la mano" para lograr esa mezcla de lirismo y dolor que conlleva y donde el cello pasa de acompañado a acompañante; fue justamente en esa labor donde le faltó más presencia de sonido y pasión. Dvorák incluye aquí un segundo tema para él, tomado de su lied, op. 82/1 "Déjame solo en Paz", favorito de su Josefina, resuelto por Ivan Skanavi con técnica irreprochable; las maderas estuvieron más que solventes en sus distintas asociaciones hasta el tranquilo final, como el timbalero en toda su parte, cuidadoso y atento como soporte rítmico del conjunto. Justamente, un enérgico ritmo moderado de marcha impuso Chan para el alegre y bailable Finale, hasta que el cello recupera el triste lied ahora en tono mayor con los violines, y llegar a la breve y movida coda de la orquesta, que creció admirablemente, tras el dúo concertino-solista que vuelve al Si m. de la tonalidad del Concierto. Aún con el hándicap aludido, la versión musical fue buena y muy aplaudida por el público, en particular para Ivan Skanavi que, obligado a ello, mostró a solo toda su perfección técnica y musical en Calypso, obra de aroma ruso contemporáneo, compuesta por un amigo suyo, según comentó antes.
La consagración es siempre un reto para intérpretes y Director, por cuanto mantiene de nuevo en la Historia de la Música. En Valladolid hemos tenido suerte porque Petrenko, Inbal y González-Monjas, hicieron de élla primorosas versiones. Ahora hay que sumar, distinta y canónica, con el mismo nivel de excelencia, la de Elim Chan, que parece gozar de gran connivencia con Stravinski, pues ya hizo deslumbrante también su Pájaro de fuego. Tuvimos la sensación de que parte del origen de esta Consagración, que el mismo autor reconoce en el subtítulo: Cuadros de la Rusia pagana, es decir, antigua pero no salvaje, donde una doncella Elegida debe bailar hasta morir, en el advenimiento de la Primavera para congraciarse con sus dioses, previo su rapto y sacrificio último.
Chan y su extraordinaria técnica de brazo, dieron a sus músicos toda la claridad, concentración y detalle, para abordar sin tacha toda la polirrítmia, dinámicas, matices y silencios que la partitura contiene, dándole la plasticidad que como ballet requiere. Todo un perfecto estudio de la velocidad que cada número tiene en las dos partes de la obra, incluyendo aquéllas que varían también internamente. Los enlaces fueron fluidos, los volúmenes apropiados, sin violencia cuando sonoros, y nobles. Los variados solistas y el tutti se produjeron exactos, sometidos a la idea y autoridad de Chan, desde el corno inicial, lento y expresivo, avisando de que algo misterioso e importante se iba a producir; magnífico el cuarteto de flautas en las Rondas primaverales; soberbio enlace orquestal Lento-Prestísimo cerrando la Parte I; afinados el dúo de trompetas y los oboes en Círculos místicos de las adolescentes; de nuevo el corno en su Evocación de los ancestros; una cuerda precisa, de sonido neto, con casi unísonos pizzicati de cada familia y en conjunto. En fin, toda una lección de Dirección y ejecución conforme al programa escrito, que entusiasmó a un Auditorio que premió individual, por secciones y colectivamente a toda la OSCyL y a su Directora, repetidamente, con fervor entusiasta y merecido.
José M. Morate Moyano
Iván Skanavi, violonchelo
Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCyL) / Elim Chan
Obras de A. Dvorák e I. Stravinski
Sala Sinfónica "J. López Cobos" en el CCMD de Valladolid