Polifemo ha encontrado un oasis otra iglesia en el centro de Madrid, la Iglesia Evangélica Alemana. En plena Castellana, entre la vorágine y el ruido, la pequeña capilla es un centro de paz que nos acoge. Se inicia allí un nuevo ciclo, «Soledades», con una programación de diez conciertos que a lo largo de 2018 y 2019 podremos disfrutar en la intimidad de la Iglesia de la Paz, que así se llama el bello templo.
El primero de ellos lo ofreció el violinista Alejandro Bustamante, con un programa elegido para la ocasión, El violín espiritual, en el que interpretó obras a solo de compositores contemporáneos para terminar con una Partita de J. S. Bach.
En la primera parte del concierto eligió una selección de piezas de su recién publicado disco CONTEMPORARY SPANISH VIOLIN, grabado recientemente con el sello IBS Classical, una apuesta generosa para dar a conocer el repertorio compuesto para violín solo de grandes compositores españoles de varias generaciones, desde Rodolfo Halffter, Joan Guinjoan, Antón García Abril y Carmelo Bernaola hasta otros como Jesús Torres, Salvador Brotons, José Zárate y María José Arenas.
Dice Alejandro Bustamante en el programa de mano que “en este concierto escucharemos cinco obras para violín solo que desde diferentes puntos de inspiración reflejan el lado místico y espiritual del ser humano a través de la música”; y a continuación nos fue explicando pormenorizadamente en qué consiste cada obra y las técnicas que iba a usar para su interpretación, en un interesante y motivador alarde pedagógico en su discurso.
Comenzó con Maktub I de la joven compositora María José Arenas, inspirada en un texto de Paulo Coelho que habla de la fortaleza ante la adversidad en el camino de los individuos, “una declaración de intenciones en el aprendizaje de la vida”, dice la autora. Pasión y temperamento en esta pieza con que Alejandro Bustamante abrió el concierto, descubriéndonos el mágico sonido de su violín quasi parlante.
Una vez abierta la puerta, el violinista nos introdujo en la espiritualidad de Salvador Brotons a través de su pieza Et in terra pax , título que proviene del Gloria de la misa. Comienza la pieza con un ruido de batalla «Furioso», en el que se puede oír la violencia del mundo en que vivimos. Sigue la desolación, el lamento por la consecuencia de las guerras en un tempo «Lento», y poco a poco nos conduce a la búsqueda de un mundo mejor en un final «Calmo» en que el violín (con sordina) asciende desde el registro más grave hacia los armónicos más agudos, como una luz que se pierde en el infinito.
En contraste con la pieza anterior, Bustamante interpretó Canto Nº 2 de José Zárate. Resalta el lirismo del autor: una pieza sin duda para ser cantada, meditativa, con espacios para el silencio. Precisa la fuerza declamatoria del intérprete (dice Zárate), y naturalmente la tiene el violinista, capaz de cambiar de registro emocional sin moverse de su sitio.
Terminó esta primera parte con Tensió de Joan Guinjoan, una obra que parece deambular en espiral por los cuartos de tono y microtonos, con arrebatos súbitos. Música muy enfadada, discurso “regañón” sin concesiones amables. Tirantez que parece emanar de la tensión de las cuerdas del violín. Difícil y magnífica esta pieza que nos ofreció Alejandro Bustamante demostrando su maestría y madurez como intérprete y músico.
Durante el breve descanso pudimos admirar la belleza arquitectónica de la Iglesia de la Paz, construida en 1909, un proyecto promovido por el Emperador Guillermo II. Se asemeja intencionadamente a la capilla del castillo de una corte medieval. (A resaltar los mosaicos de estilo neorromántico.)
Escuchar a J. S. Bach en una iglesia alemana adquiere su pleno sentido, pero si además es la Partita en re menor BWV 1004 parece magia. En el púlpito una leyenda: “Ich bin das Brot des Lebens”, y de pronto aparece el violinista en la penumbra del atrio. Después de haber escuchado la música de los compositores contemporáneos, la de J. S. Bach nos parece igual de contemporánea, no envejece, sus atrevimientos y osadías parecen contener toda la música a través de la historia. Alejandro tocó de memoria, con una concentración intensa, austero en los movimientos, con fluidez y enmarcando todo en el plano de la belleza más sublime. Cuando al final de la suite abordó la «Ciaconna», lo hizo con humildad… No quiere que sepamos que es la pieza más difícil que se ha escrito nunca para violín solo… Pero él pudo, y el resultado, mágico, soberbio.
Soledad Bordas
Alejandro Bustamante, violín
El violín espiritual
Obras de Obras de J. S. Bach, Brotons, Zárate, Guinjoan y Mª José Arenas
El canto de Polifemo: Inauguración del ciclo Soledades
Iglesia Evangélica Alemana de Madrid
Paseo de la Castellana, 6. MADRID