En la última comparecencia de la ROSS dentro del concierto dramatizado Amadeus ya oíamos a la orquesta hispalense la obertura del Don Juan mozartiano, pero a las órdenes de Axelrod, quien ya dijimos que nos sorprendió por su comprensión del estilo clásico, es decir, por su lectura muy bien articulada y transparente, eso sí, señalando todo ese prerromanticismo que subyace ya desde el inicio en esos contrastes tremendos entre fatalismo y comicidad. Y recordamos esto para resumir que lo de Rustioni ha sido justo lo contrario con la misma obra: o no tiene ni idea de clasicismo, ni de estilos (a pesar de su juventud) o no le gusta Mozart. Y esto también vale para el acompañamiento que hizo a su mujer, Francesca Dego, mucho más alta que él, física y musicalmente.
Si quedamos prendados de la Kopatchinskaja en el concierto de Chaikovski, volvíamos a sentirnos desbordados por el hacer de esta italiana de estilo completamente distinto, pero igualmente subyugante. No sabemos si tocó con un Ruggeri o con un Guarneri del Gesù, dos joyas que posee, pero su sonido desde la primera nota resultó clarísimo, brillante, muy articulado, muy expresivo y de un virtuosismo sobrecogedor, todo ello a pesar de su juventud exultante. Hasta los tosibundos que suelen herir las cadenzas de los solistas callaron por una vez para disfrutar de la profundidad de su sonido, de su dicción, de su naturalidad.
El trazo grueso de la lectura de Rustioni, poco definido, limitándose a seguir las indicaciones de la partitura -y dejando que los músicos hicieran otro tanto- mejoró en la segunda mitad del programa, más (tardo)romántica, que compartía la dedicatoria global al mito sevillano de Don Juan, y así también oímos el poema sinfónico homónimo de Strauss, en el que se centró más, aunque sin abandonar una perenne dirección coreográfica más que musical. El mismo tono intentó darle a la Primavera de Schumann, con lo que resultó ya una sinfonía excedida del todo, en donde el director parecía a veces no saber a dónde acudir y, aun así, más pulida que en Mozart. Por cierto, en la lectura de textos que este año está precediendo a la música, el actor Eugenio Jiménez -el que hiciera recientemente de Amadeus con igual desacierto- pareciera que nunca hubiese visto Don Juan Tenorio, a juzgar por la forma de gritar sus versos.
Carlos Tarín
Francesca Dego.
Real Orquesta Sinfónica de Sevilla / Daniele Rustioni.
Obras de Mozart, Richard Strauss y Schumann.
Teatro de la Maestranza, Sevilla.
Foto de Guillermo Mendoza